
En 1888 el fundador del PSOE, Pablo Iglesias Posse, hizo una declaración programática: La actitud de nuestro partido con los partidos burgueses, no puede ni debe ser conciliadora ni benévola, sino de guerra permanente y brusca.
En 1908, Maura intentó aprobar una ley contra el terrorismo anarquista e Iglesias amenazó diciendo: Si se aprueba la ley, seremos terroristas; llegado el año 1910, en las elecciones del mes de Mayo, el partido del tipógrafo justificaba un posible atentado contra Maura.
Agosto de 1917, el PSOE y su sindicato UGT creyeron estar en condiciones para derrocar el régimen, convocando una huelga general revolucionaria. Esta fue la primera acción de masas de tipo guerracivilista de acuerdo con la lucha de clases y en íntima colaboración con los republicanos. El objetivo de la revolución proletaria como fase previa del comunismo debía de esperar, todavía no se daban las condiciones sociales, económicas ni de fortalecimiento del partido socialista para concluir con sus ideológicos objetivos.
El fracaso de su primer ensayo de guerra civil, en gran parte se debió a que no se produjo la esperada subversión militar de apoyo a la convocatoria. Es obvio recalcar la propaganda de represión brutal de la huelga por parte del disgregador activismo socialista demostrando , una vez más, la falta de asimilación del socialismo en un régimen de libertades democráticas.
Hasta aquí, un preludio o si se quiere unos breves “antecedentes de hecho” de la tenebrosa historia del máximo representante del socialismo español, el funesto y radical PSOE.
Abraham Lincoln definió la democracia como “ el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo ”. Aunque sólo sea por haber sufrido los gobiernos del “execrable” Zapatero y del actual endriago monclovita, original reencarnación esperpéntica de la democracia, es decir, por puro conocimiento empírico, uno llega a la conclusión de que el poder se ejerce sobre el pueblo, ente heterogéneo en intereses e ideas, en cuyo nombre, como si fuera un conjunto uniforme, los políticos de catadura similar a los referidos, peroran a la ciudadanía con letanías mezcla de ruindad, traición, engaño y miseria moral.
Quién ejerce el poder es necesariamente una minoría, una camarilla, pequeño grupo u oligarquía. Así, la democracia viene a ser un régimen de selección y alternancia de oligarquías gobernantes oficializadas por medio de una visita periódica a las urnas.
Cuando,-como es el caso de Sánchez y su banda,- los contrapesos del poder son ineficaces o inermes, la Constitución se aplica en función de los espurios intereses del sanchismo; cuando el Tribunal de Garantías y las instituciones están bastardeadas y colonizadas, el poder judicial agredido y ninguneado, la democracia liberal cambia su nombre por el de “estúpida democracia”, incapaz e impotente para reaccionar contra los permanentes embates de sus enemigos.
El pensamiento occidental ha optado por la democracia como forma de gobierno, contra los abusos del poder, los autócratas o los tiranos.
Alexis de Tocqueville, jurista, político y precursor de la sociología clásica e ideólogo del liberalismo nos advirtió que la democracia podía derivar en totalitarismos o tiranías de diversa índole, le dio el nombre de “despotismo democrático”
Esta degradación de la democracia se exterioriza con ropajes de libertad, siendo su contenido totalitario, un “poder enorme y tutelar” para imponer su ideología, emitiendo normas de todo tipo, aplicando la cultura de la cancelación y la muerte civil de los disidentes, decidiendo lo que las personas deben pensar o sentir con leyes de “odio” o similares.
El PSOE frustrado por el fracaso del movimiento revolucionario de 1917, tuvo que moderarse colaborando con la dictadura de Primo de Rivera, de la cual salió con fuerzas renovadas. El fácil tránsito de la monarquía a la república, y la colaboración ministerial le conminaron a resolver que sus objetivos revolucionarios de origen no eran posibles por el momento.
En 1933 era el partido más fuerte en España. Junio de ese año Largo Caballero había explicado lo inviable de un fascismo en España a los delegados hispanoamericanos en la OIT ; lo mismo pensaba Araquistáin, ideólogo y teórico del partido en Abril de 1934.
Octubre de 1934, para cualquier historiador serio, es obvio que ni la CEDA ni Lerroux eran fascistas; Los dirigentes del PSOE decidieron llevar hasta sus últimas consecuencias el golpe de estado o dicho de otro modo el inicio de la guerra civil, se preguntaron qué hacer si se fracasaba, achacarían la revuelta a “una reacción espontánea del pueblo” y no asumirían la responsabilidad a fin de salvaguardar el partido y el aparato sindical.
La democracia requiere ciudadanos activos, que de alguna manera se sacrifiquen por la comunidad; las sociedades democráticas son individualistas, los ciudadanos tienden a aislarse.
El peligro de la no acción es el germen de los despotismos, que a su vez, obtienen la garantía de su duración por el aislamiento y la indolencia de los ciudadanos; la pasividad de la sociedad es el alimento de la tiranía.
Largo Caballero, prometía vengar a las víctimas de la represión gubernamental por el golpe socialista contra la República y abolir la lucha de clases eliminando a una de ellas. La clase obrera debía de “adueñarse del poder político, convencida de que la democracia es incompatible con el socialismo”
Antes de las elecciones de Febrero de 1936, el ambiente que se respiraba se caracterizaba por el desorden, el caos social y declaraciones guerracivilistas como “si triunfan las derechas tendremos que ir forzosamente a la guerra civil declarada”
El factor principal de la ruina republicana fue sin duda el PSOE, por ser el partido más fuerte y organizado del régimen y por mantener una ideología marxista que, según sus líderes, era incompatible con la democracia.
El poder despótico, sostiene Tocqueville, “ no destruye las voluntades, las ablanda, las doblega y las dirige, no mata impide nacer; no tiraniza, pero mortifica, reprime, enerva, embrutece y reduce a toda la nación a un rebaño de animales tímidos cuyo pastor es el gobierno”
Quién no vea un perfecto paralelismo entre la cita anterior y el gobierno de Sánchez, o es un tarado, potencialmente enemigo de España, un desecho social sin solución o es incapaz de diferenciar entre un gobierno democrático y una organización criminal.
Con Sánchez y sus vasallos siempre topamos con la apabullante destreza secular del PSOE para la tergiversación y el engaño en estado puro, sin aditivo alguno. Y por supuesto siempre entre aspavientos éticos con una carga oceánica de cinismo y mala fe.
Una de las formas de combatir el despotismo siguiendo las doctrinas de Tocqueville, es la ilustración de los ciudadanos; la ignorancia y la degradación intelectual es uno de los más seguros aliados del despotismo, por eso, una de las formas de combatirlo es luchar contra esta tendencia de las sociedades democráticas a la degradación de la cultura y a la abolición de la excelencia.
Quizá el más notable efecto intelectual de la democracia sea la masificación, fruto de la igualdad. La democracia tiende a destruir la idea de la superioridad intelectual y entroniza el falso dogma de la igualdad intelectual.
Y cómo articulan los déspotas, con qué instrumentos realizan esta operación, no hay más que observar lo que se dice en el Congreso de los diputados por esta grey ducha en palabrería hueca e insustancial o en su defecto prestar oídos a lo que Azaña decía: “ parlanchines ahítos de pedantería y vacíos de sindéresis”, también retrata con especial acierto el parlamento del autócrata Sánchez.
Al margen de la irrupción comunista, el Frente Popular oficializaba una colaboración que ya funcionaba desde principio de siglo entre socialistas, separatistas y republicanos de izquierda complementados circunstancialmente por los anarquistas de la CNT. Recordemos la labor conjunta en la crisis de 1917, culminada en la huelga general revolucionaria, o en el acoso sistemático a la Restauración hasta su derrumbe en 1923. Más tarde colaboraron en el golpe militar que intentaba traer la República o en la embestida al régimen en 1934, hasta arrasarlo mediante el fraude electoral de 1936.
Antonio Cebollero del Mazo
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