17/05/2024 04:03
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Entre los muchos os caricaturescos de nuestros tiempos liberales y enemigos de los sabios y esclarecedores conceptos, están las identificaciones de uso términos con otros que nada tienen que ver con su sentido estricto.

Detesto la manía tópica y despectiva del término dictadura, para identificarla con la tiranía. En toda tiranía hay dictadura y no a la inversa. En toda autoridad tiene que haber un poder también legítimo; pero no en todo poder hay autoridad.

El filósofo J. J. Rousseau dijo que “también la pistola del atracador tiene poder”. Ciertamente, pero no tiene autoridad sobre el atracado. No es lo mismo.

Y es que el poder no pasa de ser un medio del que tiene que servirse la legítima autoridad, para imponer el orden y la justicia en medio de la sociedad, buscando siempre ese bien común tan indispensable para la buena marcha del conjunto social, así como para el obligado progreso material y espiritual, como sagrado deber del legítimo gobernante.

De ahí que quienes carecen de ese sentido cristiano de la sociedad en todas sus instituciones, y sólo buscan su propio provecho egoísta y desvinculado de todo valor trascendente, soberbiamente ácrata, desintegrado del bien de la colectividad porque no se sienten miembros de la gran familia patria, califiquen a su guerra pérdida de “golpe de estado”, como si de una vulgar pelea de gallos se tratare.

Pero quienes se sienten integrados en esa gran familia y aman su Tradición Católica, que se consolida en la misma fe, la moral, las costumbres, las familias y su proyección incluso misionera, más allá de sus lindes geográficos (como España, que ha sido misionera de medio mundo, militar, campesina y marinera), llamen a aquella contienda del 36 como Cruzada de Liberación Nacional.

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Levantamiento cívico-militar y no solo cuestión de fuerza de las armas.

Pío XII la calificó de la Undécima Cruzada y llamó a Franco para ser condecorado en Roma con la Cruz de los Defensores de la Fe Católica.

He ahí las dos banderas y las dos posturas, de filia o de fobia religiosa, de posicionamientos enfrentados que dieron lugar a luchar por Dios, la Patria y la Justicia o por el contrario todo lo que oliese a religiosidad y orden divino.

Si las provocaciones anticlericales y ateas en aquel nuevo barbarismo venido del norte quisieron destruir la civilización occidental para poder implantar el marxismo materialista y ateo en toda Europa, haciendo un efecto de tenaza de abajo a arriba del continente, según los planes de Stalin, no quedó más remedio que salir a defender el ser de España y de la catolicidad con las armas como último recurso de legítima defensa.

Contra la razón de la fuerza, hubo que oponer la fuerza de la razón… La Providencia puso el resto ante el heroísmo de nuestros mártires y nuestros héroes y España se salvó y salvo al resto del continente.

¿Qué hubiese ocurrido en el mundo, de haber triunfado aquí el diabólico comunismo…?

Aquí fue la única nación donde el comunismo perdió los dientes para gloria de España y vergüenza de una ideología tan antidivina y antihumana, que cayó por su propio peso, sin guerras mundiales.

Concluyamos con que el poder es un medio solo necesario al servicio de la autoridad, y no un fin en sí mismo. Es para servir y no para servirse. Ahora ha degenerado, y se ha convertido en un ¡quítate tú, para ponerme yo”. Es lucha de partidos –en realidad partidas-, como el comunismo es lucha de clases. Por algo comunismo y liberalismo están condenados por la Iglesia.

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La autoridad es un derecho ineludible en el gobernante de conciencia religiosa, en la que es representante de la única autoridad que viene de lo alto (Rom, 13), para guardar el orden divino que conduce al progreso de toda la sociedad.

Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor”, y “El Señor es Rey y gobierna los pueblos rectamente” –dicen los Salmos-. Pero pone en la tierra a sus legítimos representantes para no convertirse el mundo en una anarquía destructora de su obra creadora.

¿Por qué las altas autoridades eclesiásticas no citan ni dan a conocer con toda claridad y valentía estos datos doctrinales e históricos del precioso legado acumulado en los archivos de Nuestra Santa Madre Iglesia, en vez de contemporizar con la traidora política que condena ahora aquel Glorioso Levantamiento, y sigue llamando dictador a Franco, con ese sentido peyorativo, cuando gracias a él ahora se llaman demócratas los que podían seguir viviendo en un Gulag ruso, en una Cuba comunista o en Corea del Norte…?

Misterios de la ingratitud humana y del revanchismo anticatólico, a lo ZP, Sánchez, Iglesias, etc.

El comunismo jamás perdona sus derrotas.

¡Viva Cristo Rey!