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Aunque estos ágrafos de puño en alto se vendan como paradigma de la cultura universal, si se les sacude, caen bellotas. Llevaban un tiempo callados con su ley vergonzosa de memoria histórica en relación con el Valle de los Caídos, pero vuelven a la carga con más saña si cabe. Recordarán como estos milicianos, que gracias a los votos de una parte de nuestra Patria idiotizada y amaestrada por un estado que ha debilitado gravemente a nuestra sociedad civil a través de medios de opinión teledirigidos y comprados con nuestros impuestos, decidieron pasarse del mono azul y la pistola al cinto al sueldo millonario y al coche oficial.

Después de tomar las instituciones del estado y de pasarse por el forro de sus caprichos cualquier norma pusieron la mira de su fusil esta vez no en la imagen del Sagrado Corazón del Cerro de Los Ángeles (a este ya lo fusilaron antes), si no en El Valle de Los Caídos. Se llegaron a plantear la voladura de la Santa Cruz, esta mala gente abomina del cristianismo y de la moral que representa y después de la profanación canallesca de la tumba del Caudillo con el silencio pesebrero de una Iglesia cobarde y vendida al poder del dinero, idearon montar en este cementerio, un no sé qué antro «cultural».

Pues bien, aunque continúa estando en su siniestro proyecto el abrir tumbas y remover huesos de los que descansan en este lugar sagrado, ahora han detectado que la Biblioteca Nacional en los años sesenta del siglo pasado donó unos 400 ejemplares, más o menos, a esta Abadía benedictina. Teniendo en cuenta que estos individuos asesinos, desde los albores de la incipiente República no solo se dedicaron a matar curas, mojas o civiles que pudieran ser sospechosos de ser católicos o  gente de orden, si no que en los aquelarres de quemas de conventos también decidieron  arrasar bibliotecas enteras, perdiéndose en estos actos salvajes incunables y demás textos de valor incalculable, resulta muy extraño que quieran ahora recuperar esos volúmenes que custodian los frailes del Valle alegando que son bienes culturales del pueblo español…. ellos, siempre garantes y justos en sus actos y protectores de la cultura, quieren devolver a esta sociedad actual tan preocupada por las artes y las letras este tesoro bibliográfico.

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Devolverlos a esta sociedad tan preparada que es capaz de aplaudir que, hasta incluso la derecha casposa y rancia del PP en el Ayuntamiento de Madrid, le entrega la medalla de oro de la ciudad a un claro representante de la cultura de la izquierda de este gran país, al mismísimo Ramoncín, el rey del pollo frito. Apaga y vámonos.

Autor

Alejandro Descalzo
Alejandro Descalzo
Nace en Madrid en 1958. Estudia en Los Escolapios de San Antón. Falangista. Ha publicado 4 libros de relatos. Apasionado del cine y la lectura. Colaborar en este medio lo considera un honor.