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La inteligencia y la emoción son variables fundamentales en la existencia humana, desarrollar competencias para motivarse, perseverar, mejorar el afán de logro, soportar y superar frustraciones, el autocontrol, diferir recompensas o el autoconocimiento, son vectores que definen un comportamiento emocionalmente inteligente. Sería algo así como pensar con el corazón, desde el corazón aun cuando el corazón no esté hecho para pensar, para pensar tenemos el órgano racional, el cerebro, aunque las emociones sean hijas directas del deseo. Podríamos decir que la madurez humana se alcanza cuando nos afianzamos en la capacidad de gestionar eficazmente nuestros deseos.
Siguiendo el aforismo “soy español, ¿a qué quieres que te gane?” Los españoles hemos superado por lo alto el término de Inteligencia Emocional, popularizado por Daniel Goleman para elevarlo al de la Inteligencia Mocional. La pandemia nos ha debido transformar en más mocionales y menos emocionales.
El trasiego intermitente de la fontanería de los partidos nos hace líderes europeos en e-mocionar al ciudadano con numerosos partes de guerra que descansan en un hipotético mundo mejor si los que ganan son “ellos”. Somos españoles y ganamos en furioso politiqueo en el que los políticos se emocionan, mayoritariamente, en contra del interés general. De lo que se trata es de electrificar al electorado deslizando pinceladas, muchas veces, de ficción y teatro hasta crear una verdad distinta al riguroso desempeño de los hechos.
Me tienen harto de mensajes de balanceo reumático , de baja densidad y dejando en catalepsia la realidad cruda en la que los reyezuelos de la fontanería política hacen y deshacen a su antojo aun cuando seguimos en prórroga con la pandemia y ante una más que previsible cuarta ola.
Habituados al funanbulismo, los políticos casi siempre salen ilesos de su propio destino anteponiendo al resultado final, ganar, las molestias circunstanciales y el coste económico y social de sus mociones de confección intrascendente.
Los detalles más íntimos del porqué de las mociones nunca salen a la luz, son camino abierto para sacudir los cimientos de unos para poner otros.
Los “mocioneros” se quedan, frecuentemente, varados en sus laberintos de repeticiones. Pues si, soy español y quiero ganar en soluciones para los problemas urgentes que nos dibujan un horizonte de un 17% de parados.
Cuando pase la pandemia, las mociones y las elecciones, una generación de políticos debería irse.
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