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Recuerdo que en mi adolescencia cuando se hablaba de un ministro, a mí me parecía que eso era lo más de lo más, algo así como un superhombre, dignidad solamente alcanzable por personas realmente excelsos en capacidades, en dignidad, en sabiduría y conocimiento.
Hoy, como dijo Zapatero cuando afirmó que hasta él podía llegar a ser presidente del Gobierno, la evidencia es otra. Pienso que puede ser ministro cualquier mindundi; o, si no, compruébenlo. No tienen más que ver la risotada que se echó, en su mullido banco azul del Congreso, el Ministro de Fomento. Su único aliciente real de gestión es la risa tonta, inane, absurda e hiriente para quienes compungidos por la gran hazaña de este gobierno que es que superemos a China en las cifras de muertos por coronavirus. Un país que es por sí mismo un continente; y que tiene unas treinta veces más de población que España. Alemania, con el doble de población, tiene unos doscientos fallecidos, en contraste con las cifras de España que se aproximan a los cuatro millares.
Señor Abalos: ¿Eso le da risa? ¿Por qué se ríe en plena sesión de autorización de la prórroga del Estado de Alarma? ¿Qué le hace a usted tanta gracia, poniendo esa cara de simio en un gesto que induce a pensar que se va a aporrear el pecho? No tiene usted un poco de decencia e inteligencia para pensar que hay periodistas en la Cámara; que recogen ese gesto provocando la indignación colectiva? Para ser ministro primero hay que tener dignidad, y después, otras cosas. Usted debería estar con su amiga la vicepresidente de Venezuela, embarcándose en el mismo vuelo que ella. Haría un favor al conjunto de este país tan doliente.
No es hora de paralizar el país, aunque en el fondo, en lo básico, lo esté. Y por ello hay que demorar la crítica. Pero no debemos ignorar los graves asuntos referidos a la negligencia temeraria de este Gobierno inútil para gestionar esta crisis. Desde el día 2 de Marzo, este Gobierno, barajaba medidas de excepción, demorando su adopción hasta después de las manifestaciones del ocho de marzo, con el efecto multiplicador que eso ha provocado. Esto, por sí mismo, es algo inaudito e imperdonable, puesto que ese día del dos de marzo fue bloqueada por la Agencia española de Medio Ambiente y Productos Sanitarios la distribución de mascarillas a las farmacias. Eso indica que tenían planes para abordar la crisis de la pandemia. Y, sin embargo, el Gobierno ha sido incapaz para gestionar la adquisición de suministros de protección y barrera al contagio, así como de otros elementos imprescindibles para atender a la población afectada como respiradores y tests para la detección vírica, creando una situación límite en los hospitales y un riesgo a nuestros sanitarios, colapsando los establecimientos hospitalarios. Mientras tanto, otros países agilizaron y anticiparon la adquisición de dicho material. Para más escarnio contratan la compra de material de detección del coronavirus a una empresa no homologada por las propias autoridades chinas.
Dice el Presidente del Gobierno que tampoco se anticiparon las comunidades autónomas en la adquisición del material, en un intento de repartir culpas y extender la mancha de la ineficacia como quien a riesgo de pringarse con algo reparte la materia fecal en su entorno con la aplicación del dicho “a mal de muchos consuelo de tontos”. Y puede ser que las comunidades autónomas hayan sido tan torpes como para asimilarse con este gobierno. Donde yo vivo, los nacionalistas, que tanto alardean de tener el mejor sistema sanitario, lo tienen desbordado y con incapacidad para atender tantas necesidades. Cataluña, cuyo presidente no es menos impresentable, prefiere hacer política a la gestión de la crisis.
El problema es que este Estado de las Autonomías, federal o confederal, como se llame, es, además de ineficaz, improductivo, como se está viendo en esta pandemia. ¿Y si no es responsable de ello el Gobierno de la Nación, quién lo puede ser? ¡Si son ellos los que abogan por un Estado federal!
Tiene que articularse de una vez el Estatuto de la “Responsabilidad” política, que haga penar al responsable de negligencias homicidas, prevaricación, o delitos contra la salud pública con la sanción que corresponda y los efectos de responsabilidad civil consiguientes con cargo a su patrimonio personal y cárcel en su caso. No es admisible que se vayan de rositas quienes sean reos de delito. Pero, para ello, primeramente, tiene que haber unos órganos rectores de la acción judicial independientes, no nombrados por los parlamentos ni por el Gobierno. Y ha de prevalecer el Estado de Derecho sobre los poderes del Estado, sean los que sean. Sin Justicia independiente no puede existir ni democracia ni Estado de Derecho.
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