21/11/2024 13:05
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El analista cree que los canales de YouTube, periodistas y asociaciones independientes están haciendo más por el cambio político en España que cualquiera de sus políticos.

David Sandoval. Psicólogo por la Universidad Cayetano Heredia, especialista en Antropología y Evaluación, es Máster en Dirección de Personas por la Universidad de Navarra, consultor y analista político.

¿Por qué percibe en el ciudadano una gran desafección sobre la política? ¿Cuáles cree que son las causas por las que va creciendo el desinterés?

Creo que nadie duda que estamos viviendo un momento histórico de crisis que es en muchas ocasiones desolador. Parece como si no hubiese verdades inmutables, todo es relativo y subjetivo. Y muchas de las instituciones que creíamos firmes ya no lo son. Las familias están en crisis, la universidad, la sociedad y por supuesto la política.

En España se da además la circunstancia que al sistema de partidos construido en el 78 se le ven las comisuras rotas. Hay una nueva generación que no fue modelada en el mito de una Transición modélica, juancarlista y constitucional y que no comparte para nada esos marcos mentales con sus mayores. A estos jóvenes se le suman los que siempre estuvieron en contra y los desengañados de un sistema que permite todo lo malo que supuestamente quería evitar la Transición: no hay representación política real, no hay separación de poderes, las instituciones y la prensa están contaminadas por todos los partidos, se sigue rompiendo la unidad nacional y ni siquiera se cumple la ley si determinados partidos así lo deciden.

La tendencia es hacia un rechazo del ciudadano a una clase política cada vez más desconectada de la realidad. Y este fenómeno social es transversal, va más allá de las ideologías que los partidos quieran vender para diferenciarse entre ellos. Vemos que cada vez aumenta el grupo de personas que no reducen la crítica de la realidad política a que el gobierno sea de derechas o izquierdas, conservador (de lo malo) o progresista (de un futuro peor). Al revés, muchos ciudadanos no están en ese debate, sencillamente lo que quieren es un cambio real. Los hay también que no quieren seguir participando de una mentira, votando para que todo vaya a peor para ellos.

Pero esto es algo que no sólo pasa a los católicos, sino a mucha gente en general. ¿Los católicos hoy en día se pueden sentir identificados con algún partido?

Es cuestionable para cualquier persona, pero sobre todo para un católico, colaborar con la mentira de forma consciente y continuada. Y la política de hoy se ha reducido a la mentira, a la apariencia de enfrentamiento (demogresca), a la manipulación del lenguaje y las emociones, y a la elaboración de relatos sin base real.

Los partidos políticos -que entre ellos no se hacen daño de verdad- son cada vez más perjudiciales para los ciudadanos a los cuales dicen representar. Están mucho a la gresca, pero al final, gobierne quien gobierne, es el ciudadano el que tiene que sufrir la asfixia fiscal, el aumento del control sobre sus libertades, la ideologización de la educación de sus hijos o la promoción de la muerte del no nacido o del que estorba al final de sus días. Los católicos nos identificamos con algunas causas concretas, pero identificarse con un partido que participa de este sistema político corrupto se hace muy difícil. Y más cuando compruebas que todos utilizan causas muy nobles sólo para que les votes. Lo peor es que cuando son derrotados en el debate público sólo saben decir que es culpa de la sociedad por no haberles votado más.

¿Existe cada vez más desconfianza?

Sí, existe una desconfianza cada vez más generalizada en la sociedad y en los políticos como mecanismo de protección de una sociedad sin fe y por tanto sin esperanza. Y sin confianza no hay unidad y sin unidad las familias se rompen, las organizaciones fracasan y la política se convierte en pura teatralización de la defensa de unas causas que luego traicionan cuando el sistema de partidos les riega con privilegios que no quieren perder. La política entonces pasa a ser un negocio de la instrumentalización de causas nobles y de las relaciones personales, una falsa representación de unos afiliados o votantes que ni escuchas ni te importan, y esto sucede lamentablemente en todos los partidos. Ante esto, conectando a su pregunta anterior, es muy difícil para un católico la identificación con cualquiera de los actuales partidos.

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¿Todo esto no cree que tiene un origen mucho más lejano que el 78, quizá en la revolución francesa y su modelo antropocéntrico? ¿Por dónde puede venir la solución?

Claro que sí. De aquellos vientos vienen estas tempestades. Como dijo alguna vez Nocedal en las Cortes: sembráis principios revolucionarios y cuando vienen sus consecuencias, os asombráis. Si condenáis esas consecuencias, ¿por qué no también sus causas? Pero podemos ir también al siglo XIV cuando se empieza a negar que el hombre pueda conocer a Dios, al mundo y a nuestra propia intimidad personal, diciéndonos que sólo la voluntad es capaz de alcanzar estos temas. Nos han robado la esperanza en cambiar nuestra sociedad para ponerla en la planificación de un estado. .

Y uniendo lo anterior a la evaluación que estoy haciendo sobre la política actual, vemos que lamentablemente no tenemos pensadores y escritores católicos sino más bien conservadores. Es muy raro leer alguno que hable del Dios católico personal y no tanto de un “judeocristianismo” cultural. Por ejemplo, es incomprensible que psiquiatras católicos muy famosos escriban libros de autoayuda y hablen de la felicidad sin referencia al encuentro con Dios. Lo mismo sucede con los pensadores políticos católicos que hablan de igualdad, bien común, solidaridad, inmigración, entre otros conceptos sin referirse a la dignidad del hombre por la Filiación Divina o a lo que ha enseñado el Magisterio de la Iglesia Católica durante estos milenios.

Como dice el Evangelio “de lo que rebosa el corazón, habla la boca” y parece que a muchos de los que llamamos nuestros intelectuales les rebosa más bien mucha erudición moderna y posmoderna y ese afán de ser aceptados por el mundo. Tenemos una clase intelectual más bien conservadora que cierra puertas a los que no pasan por el aro liberal o de lo que llaman la Nueva Derecha, que pueden ser muy cercanos a causas católicas, pero con un modelo de hombre y sociedad tan nocivo como lo son los modelos antropológicos de la izquierda, ideología a la que utilizan como chivo expiatorio.

Sin embargo se percibe una reacción en cierta gente…

Así es y es quizá por todo lo anterior, me voy encontrando con pensadores católicos y, ojo, no necesariamente católicos, que apelan a principios pre-políticos, a una “agenda moral” o al tradicionalismo. Algunos vienen del mundo de la izquierda y no se conforman con una “batalla cultural” superficial contra lo que se llama woke sino que quieren ir más allá y dar una guerra contrarrevolucionaria, por tanto, espiritual. Y esto está prendiendo mucho en los jóvenes y descontentos, en las redes sociales y en los nuevos movimientos que van surgiendo. Y son estos los que reciben ataques por derecha y por izquierda. Son los verdaderamente proscritos, a los que hay que hacer invisibles porque su discurso es esperanzador y puede de verdad cambiar las cosas.

Por eso es tan importante que haya grupos de la sociedad civil libres, que se conviertan en grupos de presión para la cúpula de sus partidos afines, tal y como sucede en otros países. Desde las fundaciones dependientes de los partidos es imposible que se cuestionen sobre temas que no convengan al partido o a sus mecenas, y eso es comprensible: sus intelectuales dependen económicamente de aquellos a quienes deben cuestionar. De allí que el cambio está llegando desde los comunicadores, periodistas, influenciadores o pensadores libres, que saben conectar con las personas, a las que como dice J.F. Sellés, somos constitutivamente inconformes porque somos un ser como proyecto nunca clausurado. Son los canales de youtube, grupos de amigos, centros de pensamiento de profesionales, periodistas libres o asociaciones independientes los que están haciendo mucho más por el cambio político en España que cualquiera de sus representantes políticos.

Me ha comentado que están triunfando en Europa partidos con ideas fuertes, que se oponen frontalmente al Sistema. ¿Cree que se podría organizar algo así en España?

Sí. Es cierto que, en el mundo, a nivel electoral, están triunfando aquellas propuestas políticas que son percibidas como de principios fuertes y de cambio real. Y no digo que lo sean, sino que son así percibidas. Muchas de ellas utilizan la técnica populista para llegar a más gente. Y están triunfando a pesar de ser en algunos casos ideas muy cuestionables o muy ideologizadas como puede ser lo libertario, pero es comprensible por todo lo que estamos contando.

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En España claro que puede haber un cambio político, y no me refiero al color de los partidos, sino un cambio real. Pero esto pasará en la medida que cada uno haga lo suyo y que Dios ponga el resto. En esto, la izquierda entiende mejor la transformación de la sociedad. Ellos saben distinguir lo que es llegar al Gobierno y obtener el Poder, y entienden que lo importante no son tanto los escaños o sillones que puedan obtener sino la capacidad que tengas para influir en la sociedad y cambiarla. No tienen un límite mental constitucional, ni siquiera legal, para ellos las normas están al servicio de bienes mayores y en eso tienen razón. Sus intereses por eso son más sociales, culturales, educativos, lingüísticos o de comunicación, mientras que las derechas desprecian todos estos temas, creen que sólo con el BOE pueden cambiar la sociedad.

¿Por qué usted afirma que paradójicamente veremos un crecimiento de los dos grandes partidos sistémicos?

Sí. Pero esto será por la negativa percepción de los partidos alternativos que muchas veces no son coherentes con lo que dicen y hacen. Por ejemplo, ser anti aborto o ser defensor de la unidad nacional pero luego defender la Constitución del 78, que entre otras cosas permite un aborto sin restricciones reales o los estados autonómicos, es muy difícil de encajar. Lo mismo puede suceder con defender a la OTAN o la pertenencia a la UE y estar en contra de la inmigración masiva y desordenada. Tampoco se puede estar a favor de la causa Palestina pero cogobernar con un gobierno que sigue vendiendo armas a Israel. Si no eres el PP o el PSOE, jugar en sus mismos marcos y pretender ser antisistema es un contrasentido y la gente penaliza mucho la incoherencia. Por eso al final queda la percepción de que son un partido muleta, aunque en lo declarativo quieran sean muy radicales en un tema en concreto. Se les ve mucho el plumero que no son radicales en lo estructural. Y ante las copias, la gente prefiere el original.

Estamos en momentos que parecen desoladores, pero quizás es el inicio de un cambio, esta vez para mejor. Quizá debemos ser más críticos con las ideas y las personas de un proyecto y aprovechar lo mejor de los partidos nuevos que no tienen nada que perder y quieren cambiar el sistema y lo mejor de la sociedad civil que defiende causas altruistas y se asocia en organizaciones más sanas que un partido político. Puede que sea hora de reformularnos la organización de los partidos para lograr que su éxito electoral no sea su condena. Puede ahora parecernos que todo esto es imposible, pero para Dios todo es posible.

Autor

Javier Navascués
Javier Navascués
Subdirector de Ñ TV España. Presentador de radio y TV, speaker y guionista.

Ha sido redactor deportivo de El Periódico de Aragón y Canal 44. Ha colaborado en medios como EWTN, Radio María, NSE, y Canal Sant Josep y Agnus Dei Prod. Actor en el documental del Cura de Ars y en otro trabajo contra el marxismo cultural, John Navasco. Tiene vídeos virales como El Master Plan o El Valle no se toca.

Tiene un blog en InfoCatólica y participa en medios como Somatemps, Tradición Viva, Ahora Información, Gloria TV, Español Digital y Radio Reconquista en Dallas, Texas. Colaboró con Javier Cárdenas en su podcast de OKDIARIO.
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