21/11/2024 11:39
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La cuenta atrás ha terminado y, desde hoy, ya está en marcha el pulso de la banda británica MUSE y su implícita invitación al desacato, la resistencia y la rebelión a través del lanzamiento de «Will of the People» (La voluntad del pueblo). No es que pretenda ser irreverente con el título, pero aprovecho para anticipar y apoyar la arenga musical de sus nuevas canciones.
 
Sin llevarlo a extremos como el de «arrojar al emperador al océano»,  propuesta de su primer single, malestar y descontento se funden para expresar la creciente ira provocada por mafias, gobiernos, instituciones, algoritmos, religiones o las mismísimas redes sociales y ese nuevo concepto de espacio virtual, el metaverso.
 
MUSE ha elegido «La voluntad del pueblo» como título y se postula como vanguardia en este combate dentro de una oscura realidad que, con una civilización asolada y engañada, ha pasado a ser inseparable compañera de fatigas en nuestro día a día. 
 
Matt Bellamy, el cantante del grupo, describe la canción que da nombre a la nueva entrega como «el espejo de un metaverso ficticio en un planeta no menos ficticio en el que, como no puede ser de otra manera, un estado ficticio y autoritario emplea un algoritmo ficticio para dirigir a sus individuos a través de una sede central de datos ficticios que, a su vez, dirige un banco y su moneda en curso, ambos ficticios, dedicados al control de una población ficticia que reside en una ubicación ficticia llena de apartamentos ficticios donde un hombre ficticio despierta cierto día para descubrir que todo esa ficción es miseria». La ficción, pues, no es que brille por su ausencia,  sino que camina de la mano de nuestra realidad más próxima.
 
En otras palabras, el ejemplo de realidad de cualquier individuo, aplícate el cuento, es tan duro y cruel que ni la ficción ni un mundo imaginario pueden salir a su rescate. Y no es que lo diga yo, sino que así lo proclama alto y claro, sin complejos, el líder de la banda de marras. 
 
Ni que decir tiene que, tal y como está el panorama, Bellamy describe su hit como una pretensión más no alejada de éxitos pretéritos como, por ejemplo, «Resistance», «Uprising» o «Psycho». Estos, además del recorrido y reconocimiento de los años, se han convertido en himnos de fieles hooligans al rock de MUSE que despierta pasiones al mismo tiempo que, cada vez más, otorga una cierta visceralidad a propósitos de vidas apagadas, errantes y sin sentido debido a las recientes tragedias de nuestro lamentable presente.
 
La realidad, como se suele decir, supera esa ficción en la que ingredientes de los otrora mundos distópicos retratados en el pasado siglo por autores como Golding, Zamyatin, Huxley u Orwell se han convertido en el plato repetido de nuestro menú diario.
 
Y, ciertamente, es para empezar a buscar refugio y pertrecharse contra las continuas dosis de ese miedo que, en formatos varios, torpedea tu línea de flotación: olas de virus, supuestas vacunas, nuevos pinchazos, confinamientos –declarados inconstitucionales–, incendios forestales, desastres naturales, cambio climático, crisis energética, desestabilización social, recesión económica, galopante inflación, conflictos bélicos, amenazas de Oriente, aprobación de leyes y decretazos varios, indefensión y vulnerabilidad judicial, precio de la cesta de la compra y combustibles, etc. Todos estos asuntos son y serán cíclicos según el interés de la mano que mece la cuna mientras adormece las mentes de la humanidad e impone temor y, desde este otoño, sacrificio, una nueva vuelta de tuerca a la cada vez más precaria economía doméstica y nuestra debilitada moral.
 
Ahí, en esa asediada retaguardia es donde te quieren, impidiendo que cualquier síntoma de disidencia provoque tu aproximación a una vanguardia imbuida de sentido común, valores o el pensamiento crítico que se rebela contra abusos, imposiciones y disposiciones propias de un régimen dictatorial.
 
Tal vez, podremos confiar en nosotros mismos. Nos proveeremos de fe, esperanza y unas discretas oraciones que eviten molestias a los inquisitoriales censores, esa perversa y orwelliana «policía del pensamiento» de tu entorno más próximo para, de manera rastrera y servicial, sumar méritos al idealizado perfil del «buen ciudadano». Orwell, horrorizado, ha de estar revolviéndose en su tumba por la resurrección de metáforas de su profética novela «1984».
 
Volviendo a MUSE, el título y el videoclip promocional son la respuesta a la creciente incertidumbre e inestabilidad de nuestro mundo, ambas provocadas por las élites del globalismo. Desde la genocida y descontrolada pandemia, cuyos gobiernos responsables se aferrarán a turbios intereses económicos y las imposiciones de la Agenda 2030 para salir indemnes, hasta la escalada bélica en una Europa con regidores que han entregado la cuchara a unos y otros añadiendo vergonzosos y alarmantes gestos de incapacidad obsceno buenismo del que Occidente «alardea» ante decisiones, planes, agendas e invasiones de gestores, oportunistas e invasores. 
 
Nuestro decrépito y convulso territorio, el del Viejo Continente, no es más que un harén prostituido, subvencionado y sufragado por una acobardada Unión Europea deseosa de sacar la bandera blanca en señal de rendición, paradigma de «Compliance», la dócil sumisión de la que también advierte MUSE en su nueva entrega.
 
La batalla, desgraciadamente, está servida y, lo peor, perdida salvo en honrosos casos y estados capaces de no inmolarse ni sacrificar su identidad y cultura para dejarlas a merced del continente al que geográficamente pertenecen y las indignas hordas de regidores que manejan sus frágiles e inconsistentes hilos.
 
Lo mismo que la banda proclama en sus letras es lo que Europa ha empezado a encontrarse con infinidad de movimientos de protesta y disturbios –evidentemente, muchos más de los que muestran los lameculos medios de comunicación– que no hacen más que reforzar la oposición a políticas autoritarias no exentas de mentiras y manipulación para lograr objetivos dirigidos a la deshumanización y obediencia según los decretos del NOM (Nuevo Orden Mundial), máximo exponente de una seducción fatal con su simplicidad, mediocridad y particularmente reducida visión de un planeta, a estas alturas, a punto de entrar en la UCI.
 
Por desgracia, hemos cerrado nuestras mentes, nos da miedo abrir los ojos, tememos mostrar afecto con besos y abrazos, dudamos de las relaciones interpersonales con ese creciente desafecto que forma parte de vidas encapsuladas y enjauladas como ese imaginario cristal exterior que impide cualquier gesto, palabra o movimiento sin el control y conocimiento de un estado autoritario, enemigo de identidades y costumbres, proclive a la la discordia, amante de la miseria, la mentira, la manipulación y el anticipado adiós de los que no se ajustan ni se humillan a sus dictados.

Autor

Emilio Domínguez Díaz
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