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Después de la batalla, la doctrina castrense aconseja restañar heridas, concentrar fuerzas, convocar asamblea y planificar nuevos frentes de guerra, para evitar ser destruidos más tarde, en otras batallas.

Nuestra Historia aparece repleta de ejemplos de los que no supieron ganar y se vieron envueltos en nuevas derrotas por su torpeza. Nuestra Reconquista puede ser fuente de inspiración para muchos gobernantes que se lo creyeron demasiado pronto y, anteponiendo sus egoísmos al interés de todos los ciudadanos, no quisieron o no supieron aprovechar la inercia de sus triunfos.

Carlomagno trató de hacer retroceder a los musulmanes mediante una expedición en el Valle del Ebro, aunque esta aventura fue un desastre, al ser derrotado por los vascones en la batalla de Roncesvalles, como relata la Chanson de Roland. Batalla que tuvo lugar el 15 de agosto de 778, en Valcarlos, cerca del desfiladero de Roncesvalles, en el Pirineo navarro, cuando los vascones emboscaron una parte del ejército de Carlomagno, tras invadir la Península Ibérica. Los Doce pares de Francia y el propio Roldan acabarían muertos en el campo de batalla. Carlomagno sólo pudo evidenciar la muerte de sus hombres, víctimas del engaño.

Años antes, los restos de la nobleza y del ejército visigodo lograron salvarse del avance imparable de los ejércitos musulmanes y refugiarse en las montañas de Asturias y de Aragón para alcanzar el primer éxito, en Covadonga, el año 722; que fue más una victoria moral que efectiva.

Pero volvamos a lo que estábamos: a las consecuencias de las elecciones recientes en la Comunidad Autónoma de Andalucía, después de decenas de años de dominio absoluto de la izquierda socialista.

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 Ese triunfo puede quedar en agua de borrajas, si las malas prácticas vuelven a instaurarse entre los nuevos triunfadores, como hemos conocidos en otros momentos de infausta memoria, con separatistas y terroristas, en el hipotético caso de que deseen extrapolar el éxito andaluz a toda España, integrando el sentimiento de todos los españoles, de derechas, izquierdas o neutros. Y ahí se hallan nuestras dudas: la inevitable comparación de la realidad de un Rajoy, ausente ya del poder, y un prometedor Feijó, que es sólo una probabilidad.

Por si en sus asambleas no lo tuvieran claro, los españoles deseamos terminar cuanto antes con esta nefasta etapa: ¿Qué queremos? Alguien debería proponer a los ciudadanos que expresen sus inquietudes ante el desmesurado intervencionismo de la clase política, la corrupción y tantos y tantos asuntos pendientes de resolver. Hemos recuperado para ustedes, algunas de esas inquietudes, según lo que hemos podido escuchar y leer en distintas fuentes.

Necesidad urgente de reducir el gasto público para aumentar la productividad del Estado.
Fortalecer al Estado central y reducir el poder de las Autonomías.
Aplicar ya medidas efectivas para luchar contra la inflación. Las subvenciones crean dinero inflacionario.
Garantizar una Justicia independiente.
Reducir la estructura de cargos públicos.
Limitar el uso de otras lenguas, distintas al castellano o español, al 25%.
Restaurar la Historia de España desde la Prehistoria.
Garantizar los resultados electorales para limitar las componendas de los partidos bisagra.
Exigir el cumplimiento de las sentencias judiciales hasta sus últimas consecuencias.
Establecer un estatuto de representación que garantice la idoneidad de los candidatos políticos a las responsabilidades que vayan a desempeñar.
Garantizar la vida como bien supremo del ser humano y paliar su sufrimiento, y no fomentar la muerte.
Regular las subvenciones estatales para que se ajusten al interés general del Estado y de los españoles, con publicidad.
Potenciar al alto funcionariado del Estado en las labores legislativas.
Urge neutralizar la corrupción.
Establecer una distribución proporcional de los recursos del Estado en todo el territorio nacional.
Ajustar el gasto público a los ingresos reales topando la deuda publica del Estado y de las CC.AA.
Suprimir las transferencias de fondos a las CC.AA. que incumplan las sentencias judiciales firmes.

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El transversalismo favorece la renuncia a identificar las ideas con el espectro político clásico basado en la distinción izquierda-derecha, y puede aplicarse a posicionamientos que declaren obsoletos algunos principios políticos diferentes. Es el camino para argumentar posiciones diferentes en beneficio del bien común: la lucha contra el terrorismo de ETA aunó muchas voluntades diferentes, en el 15M se pusieron de acuerdo muchas personas y en Vox también hay prioridades que nos pone de acuerdo. Los gobiernos de “colorines” resultan disolventes y no favorecen una justicia distributiva universal.

Alguien dijo: “Los grandes hombres se forjan en la batalla y se consolidan en la victoria”. Hacen falta, con urgencia, grandes hombres en España.

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REDACCIÓN