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Que la Ciencia va eliminando lo que el ser humano tiene de imaginación e inventiva propia, parece que no es discutible. Las máquinas van relegando al hombre, en la gran mayoría de los casos, a un papel secundario, a veces ni de actor de reparto sino de mero espectador.
Este futuro, que ya es presente, viene al caso de la huelga de los llamados Letrados de la Administración de Justicia, antes Secretarios Judiciales, que han paralizado la celebración de juicios en los últimos meses, con el consabido retraso ello conlleva, así como el perjuicio que se traslada a los administrados, y a profesionales -a los que no se considera parte de la administración de justicia, en algunas ocasiones incluso enemigos- como son abogados, procuradores y peritos.
No voy a ser yo quien salga en defensa de dichos Letrados de la Administración de Justicia (a partir de ahora, LAJ) pues he tenido que sufrir su huelga y la manera de cómo la están haciendo, obligando a que se acuda al juzgado y allí ser informado de la suspensión, aunque bien es cierto que en las últimas fechas dicha ausencia de comunicación se ha venido suavizando. Tampoco voy a recriminar la huelga, como tampoco su derecho a que les sean aumentados sus devengos.
Pero lo que es absurdo, es que antes de la huelga veníamos ya celebrando las Vistas con la ausencia de los LAJ, previa advertencia de que si, alguna de las partes involucradas en el procedimiento interesaba su presencia, fuese advertido con antelación. Que se suspendan las Vistas (con un criterio discrecional del titular judicial celebrante, que más parece apoyo a los LAJ que otra cosa) se viene justificando en la necesidad de que la grabación que recoge la celebración sea adverada por el LAJ, adveración que este realizaba, supongo, cuando le viniese bien conforme a sus otras obligaciones. Pero si esta adveración es tan importe (que no lo pongo en duda) lo correcto es que los LAJ estén presentes en todas y cada una de las Vistas, y en las que no, se interese su nulidad. Claro está que solicitar su presencia obligará a una mayor dilación, pues los LAJ no podrán estar toda una mañana presentes en la Sala de Vistas sin acudir a su Secretaría.
Para sustituir la presencia de los LAJ, incluso de los propios jueces, y ya de paso de los abogados, propongo el uso de máquinas. Esta idea, que pudiera parecer nueva, no lo es, y tampoco es una locura. Si ya hay programas a través de los que se puede realizar un escrito judicial, incluso de propias demandas y recursos, con base todo ello en la Inteligencia Artificial (IA), ¿por qué no terminar con la persona física en los estrados de las salas de Vistas de los distintos Palacios de Justicia (¡Qué bonita expresión esta de Palacio de Justicia, finiquitada hoy por oficinas funcionales de las distintas justicias!) por su sustitución de máquinas electrónicas?
Cuando leí El Libro Negro de Giovanni Papini, y en él la carta titulada El Tribunal Electrónico, jamás pensé que lo allí descrito pudiera hacerse realidad. Nos revela Papini un experimento de la administración de justicia americana acometido con el primer aparato mecánico que juzga. Ante este aparato, situado en la pared de fondo de la sala de justicia, se sientan los jueces, abogados y oficiales de justicia como simples espectadores, pero no en los estrados habituales sino en las primeras filas de los bancos del público. La máquina no tiene necesidad de ninguno de los profesionales nombrados, pues es más segura, precisa e infalible que todos ellos juntos.
Ante la máquina desfilan los acusados, partes del procedimiento, testigos y peritos, que narran a su modo el hecho o hechos de controversia, para, finalmente, el técnico que asiste a la máquina, apretar el botón correspondiente a los artículos de aplicación, para, seguidamente, aparecer el Fallo o decisión judicial por una boca de la máquina (como si de una expendeduría de tabaco o tarjetas de metro se tratase) la sentencia.
Termina por decirnos Papini que aquello le confundió y perturbó profundamente, porque aquella máquina había logado quitar la libertad de las personas que ante ella comparecían, y porque, en virtud de cifras y magnitudes electrónicas, los misteriosos problemas del alma humana eran resueltos por un máquina convertida en juez viviente, para sentencias en cosas es cosas del espíritu que solo un hombre puede profundizar.
En una cosa estoy disconforme con Papini, como es que la máquina no sea más examinadora de los problemas del alma que los jueces, pues algunos juzgan como máquinas. Y, en otra, completamente conforme en cuanto que el tribunal electrónico es mucho más rápido que el juzgador y tribunal humano.
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Los letrados, antes secretariojudiciales, son un cuerpo que siempre ha vivido muy bien…
Como ahora tienen que trabajar, como todos, jueces, fiscales y demfuncionarios, pues claro, ¡están indignados!
¡»Iudex ex machina.»… Escalofriante suplantación, porque lo es, aún teniendo en cuenta nuestras numerosas, y variadas, limitaciones,
¿No sería un nuevo medio de totalitarismo la imposición del implacable mecanismo de una máquina ?