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Ni Suárez ni Torcuato, ni el Rey Elefante ni pollas en cebolla. Nasty de plasty. Tan solo etéreas piezas de un plan magníficamente bosquejado desde Gringolandia, Langley, Virginia, sede de la narco CIA, una de las mayores basuras ( morales, políticas) que los tiempos vieron. Todo estuvo planificado férreamente  por la Secretaría de Estado estadounidense y la CIA y ejecutado, en gran parte, por el SECED, con el perfectísimo conocimiento de Franco, Carrero Blanco y poquitos más.

Operación Lolita

Operación Lolita (juego de palabras con los apellidos del tecnócrata José María López de Letona, uno de los posibles sustitutos de Arias Navarro). Aunque el origen viene de más lejos: 1957. Protas, miembros y simpatizantes del Opus y de la ACNP (Asociación Católica Nacional de Propagandistas, algo más mozos, que varios años después se denominaría como » Grupo Tácito»).

Con ella se intenta perfilar, con margen temporal suficiente, cómo deberán ser las cosas tras la muerte de Franco: una «evolución pacífica, sin ruptura», que permita la pervivencia de la dictadura “bajo unas maneras más civilizadas».

Operación Lucero

En 1969, el Rey Elefante, sucesor a título de Rey. Ya todo maquinado. O maquinándose. Entre ellas la Operación Lucero: salvaguardar el orden tras la muerte del ya añoso Jefe del Estado. Con la muerte de Francisco Franco y el temor a la desaparición del Régimen por medios violentos se puso en marcha esta operación militar con el fin de limitar cualquier acto de rebeldía.

Grosso modo: los objetivos de la Operación Lucero eran garantizar en el momento de la muerte de Franco el cumplimiento, por los medios que fueran necesarios, de las previsiones sucesorias establecidas en las Leyes Fundamentales del anterior sistema y asegurar al mismo tiempo el normal desarrollo de la vida ciudadana en todo el país.

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Operación Diana

La Operación Diana no es sino la versión crítica de la Operación Ariete, que a su vez procede de modificaciones introducidas en la citada Operación Lucero, elaborada por el Alto Estado Mayor a raíz de la primera grave enfermedad de Franco en junio de 1974.

Operación Diana, segunda derivada, pues: lo que los militronchos tendrían que hacer en caso de que se produjese un vacío de poder. La operación Diana establecía tres escalones de acción: alerta 1, alerta 2 y alerta 3, correspondientes a los estados de sitio, excepción y guerra, descritos minuciosamente en la entonces vigente Ley de Orden Público de 1959, sobre todo su trigésimo séptimo artículo.

Operación Alborada/Tránsito

Alborada ( así bautizada en la Casa Real) no fue más que otra permuta de operaciones anteriores ( como las citadas anteriormente Lucero o Diana), y planificada específicamente para noviembre de 1975 ante la muerte de  Franco y la asunción del poder por parte del Sin Mérito, recauchutado como Rey de  Bozalistán.

De alguna forma, Alborada no recogía más que la exhaustiva plasmación del «tránsito» (denominada así en el SECED) de poderes entre uno y otro régimen, planificando hasta el extremo detalle todo el proceso, para evitar cualquier tipo de contratiempo, protesta o alteración social que pudiera poner en jaque la continuidad monárquica según lo establecido en la Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado del año 69.

Así pues, Alborada, planeada estrechamente entre el Gobierno de Carlos Arias Navarro, el Caza Elefantes y los milikitos, no fue más que la forma en que esa sucesión se llevó a cabo.

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Hasta hoy

… Y agreguen Suresnes. O el poder, colosal, de Jano. Bifronte. La colza, top. O el amañadísimo pufo del  referéndum de la terrorista OTAN. Hasta hoy: cleptocrático narcorrégimen pedófilo del 78. Y, abracadabrantes paradojas, con sus palmarias continuidades/contigüidades con la dictadura anterior. Y sus evidentes discontinuidades. En fin.

 

Autor

Luys Coleto
Luys Coleto
Nacido en Bilbao, vive en Madrid, tierra de todos los transterrados de España. Escaqueado de la existencia, el periodismo, amor de juventud, representa para él lo contrario a las hodiernas hordas de amanuenses poseídos por el miedo y la ideología. Amante, también, de disquisiciones teológicas y filosóficas diversas, pluma y la espada le sirven para mitigar, entre otros menesteres, dentro de lo que cabe, la gramsciana y apabullante hegemonía cultural de los socialismos liberticidas, de derechas y de izquierdas.
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