06/07/2024 23:31
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En la madrugada del 23 de junio de 1983 estuvo a punto de producirse un terrible atentado terrorista en San Sebastián, que afortunadamente pudo evitarse, pero se rozó una tragedia inmensa que hubiera sido el mayor atentado terrorista en la historia de Europa, muy por encima del 11 M.
 
Aquella noche más de 450 agentes dormían o efectuaban labores de vigilancia en el Cuartel de la Policía Nacional situado en el edificio del antiguo hospital militar de San Sebastián, que era contiguo a un viejo mercado. Miembros de ETA colocaron 25 kilos de explosivo Goma 2 en el tejado del Cuartel, que hubieran podido demolerlo totalmente acabando con todos los agentes.
 
Se vivía el duro período de los «años del plomo» de ETA. La situación en Vascongadas era de altísima tensión y la amenaza de la organización terrorista ETA parecía omnipresente. En aquellos años la presencia de agentes antidisturbios de la Policía Nacional y la Guardia Civil en Vascongadas era muy numerosa ya que además de los atentados terroristas se vivían graves disturbios provocados por los proetarras en un sinfín de localidades vascas casi cada día. Además se vivía la época conocida como «guerra de las banderas «, en la que los agentes de las Fuerzas de Seguridad del Estado se desplazaban casi diariamente a numerosas localidades de Vizcaya y Guipúzcoa para proceder a izar la bandera nacional en muchos ayuntamientos gobernados por HB o incluso el PNV, que la habían retirado, incumpliendo flagrantemente la Ley de Banderas. Para ello en muchos pueblos vascos era necesario librar auténticas batallas campales contra los violentos proetarras.
 
En la noche del 23 de junio de 1983 más de 450 agentes de la Policía Nacional pernoctaban en el Cuartel junto al mercado de San Sebastián. Eran miembros de las unidades antidisturbios, conocidas como CRG (Compañías de Reserva General). Concretamente eran efectivos de 3 compañías, procedentes de Valencia, Valladolid y Granada 
 
A las 030 horas del 23 de junio, dos terroristas de ETA accedieron con pistolas a la vivienda del administrador del mercado, le ataron a él y a su familia y le obligaron a darles las llaves del mercado. Penetraron en la parte superior del citado mercado e intentaron acceder a un pasillo que conectaba el mercado con el interior del Cuartel en su piso más alto pero se encontraron con que recientemente se había tapiado ese pasillo, por motivos de seguridad. Entonces al ver frustrada su intención inicial subieron al tejado del Cuartel y colocaron allí en tiras, los 25 kilos de Goma 2. Después avisaron a la Cruz Roja de la colocación de la bomba. Creían que con 25 kilos de explosivo la bomba estallaría nada más ser tocada por los TEDAX
 
Agentes han explicado posteriormente, años después, como sus superiores les sacaron de la cama y les ordenaron salir inmediatamente, con sus armas, hacia el patio pero sin salir del Cuartel pues de hacerlo podían recibir fuego desde el monte cercano como ya había ocurrido en ocasiones anteriores. Así pues, seguían estando en peligro ya que el Cuartel, en estado semiruinoso, podía venirse abajo hasta los cimientos si explotaba la bomba
 
Finalmente después de una terrible madrugada y 4 horas en tensión,  el heroísmo y la pericia de los artificieros de los TEDAX de la Policía Nacional, subidos al tejado, dio sus frutos y consiguieron desactivar el artefacto. Se pudo evitar la que hubiera sido la mayor matanza terrorista hasta el 11 S en Estados Unidos.
 
Los etarras tenían una auténtica fijación con este Cuartel y 3 meses más tarde volvieron a atacarlo lanzando 3 granadas de carga hueca (es decir diseñadas para penetrar paredes y explosionar hacia adentro de un inmueble ) con un mortero, que ocasionaron heridas a varios agentes y podrían haber causado una matanza 
 
Y todavía el 12 de noviembre de ese mismo año, 1983, ETA intentó de nuevo volar el mismo Cuartel con una furgoneta cargada con 50 kilos de Goma 2 junto a 500 kilos de tuercas y tornillos como metralla. La furgoneta pudo ser desactivada por los TEDAX de la Policía Nacional, tras abrirla con un cebo explosivo y acordonar una amplia zona con grandes medidas de seguridad. 
 
Pese a todo, en aquellos durísimos años, las Fuerzas de Seguridad empezaban a frenar las ofensivas terroristas de ETA. En el período 1980- 1983, ETA organizó 53 «comandos» o células terroristas armadas nuevas pero perdió 76 a manos de las FSE y ello a pesar de la falta de colaboración de Francia en esos años. Muy lentamente la lucha antiterrorista empezaba a dar frutos pese a que, por desgracia, a la sociedad española aún le quedaban largos años de dolor, sufrimiento y muchas víctimas. La situación en Vascongadas seguía siendo trágica y prácticamente bélica a principios de los 80.
 
Aquel mismo día 23 de junio moriría asesinado el policía nacional Juan Casanova en San Sebastián al hacer explosión un coche bomba al paso de una furgoneta policial. Y un día antes el 22 moría asesinado el guardia civil Juan Maldonado, en Pasajes de San Juan, Guipúzcoa, al explosionar una bomba en su coche.
 
En aquella época había tantos atentados que se daba prioridad a los atentados con víctimas y así se produjo la extraña circunstancia de que la colocación de la bomba en el Cuartel que podría haber causado una gran matanza no fue investigada ni se abrió ningún diligencia judicial pese a que toda la prensa se hizo eco de ello el día 24 y haciendo hincapié en que se había evitado una tragedia brutal en el último momento. Es por ello que esta bomba ha sido calificada a veces como el «atentado fantasma» de ETA, pese a que ETA lo reivindicó al día siguiente, el 24 de junio. 
 
Muchos años más tarde, en 2012 el Gobierno de Rajoy anunció la apertura de diligencias a través del Fiscal general y la Audiencia Nacional para determinar la identidad de los autores de este atentado. Pero desde entonces no se ha anunciado ninguna novedad. Sea como fuere, afortunadamente y casi de modo providencial se pudo evitar un acto criminal de enorme gravedad. Era la trágica situación de España después de 8 años de democracia y «libertad». 
 
Nunca olvidemos a las víctimas del terrorismo ni el heroísmo de quienes lucharon contra él.

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Rafael María Molina
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