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Nada más ajustado a la realidad que las profecías de los partisanos de la gauche. Siempre se cumplen. Torcer y empujar a la sociedad hacia el mal del precipicio y dividirla, es lo más fácil, y así lo consiguen sin ninguna oposición y máxime cuando ésta no existe. «Los socialistas dejaremos a España que no la conocerá ni la madre que la parió», pronosticó un histriónico Alfonso Guerra, para quien Montesquieu ya había muerto. Esta declaración de intenciones viene a raíz de ganar por primera vez la elecciones generales en 1982. Los que habían traído la guerra civil 46 años antes, volvían a ganar el poder con amplia mayoría. Bajo la ola dominante de la falsa reconciliación, y tras autorizar al partido comunista, y la transición de «la ley a la ley», sin problemas gracias a los franquistas, los socialistas disimulaban lo que en realidad son, aunque dentro lo escondían. Emplearon la hipocresía como mejor arma para avanzar en lo suyo, al igual que la mentira. Y, ¡vaya si fueron avanzando! No olvidaron esas armas de lucha, según su credo. Y las practican de un modo natural conforme a su naturaleza de escorpión.

Pasados los años en una transición ejemplar para el mundo, muchos ni sospecharon que la gauche escondía su as en la bocamanga. Pero por sí o por no, empezaban a sembrar la corrupción, poco a poco, y a degradar a la sociedad, y orientar sus naves hacia su tétrico destino: adoctrinar, corromper y robar, premiando al ladrón. Lo que siempre supieron hacer mejor que nada, desde Negrín, el mayor ladrón de España que robó hasta el oro del banco de España y los ahorros de los españoles, para Moscú. Pues la filosofía comunista del latrocinio es siempre la misma: «Lo mío es mío, y lo de los demás, también».

Al irse el único que los supo apaciguar 40 años, volvieron a las andadas. Al abuso y latrocinio, aunque nunca consiguieron robar la razón. Su ejemplo, con el que hacen más daño que con el pecado, es imitado por más de media nación corrupta que se deja llevar, seducir y engañar, y va y les vota. Se ve bien representada, con quien le potencia los peores instintos y sentimientos…

España estuvo casi treinta años en paz y progreso, con los socialistas en el poder que volvían a ganar las elecciones, y con la única mancha alimentada por ellos: ETA. Pero ya les resultaba pesado, debían dar la nota, en lo que son diestros, no se aguantan como el escorpión con la rana; ya se aburrían con la paz y tenían que reventarla como fuera. Seguían jugando con ETA como última esperanza a sus propósitos ocultos. Así 22 años después de ganar las primeras elecciones, tenían que reventar y reventaron: con el 11 M, (2004) el mayor atentado conocido en Europa y con el que consiguieron la toma del poder, para ya desde entonces no soltarlo. El infame ZetaP, que nunca dejó de mariposear con ETA, accedía a la presidencia del gobierno cargado de rencor que nadie se explica de dónde pudo sacarlo. Era y es un arma cargada de odio. Con sus rasgos diabólicos nadie duda que es una encarnación de Satanás. Puño en alto, entre su corte, brindó eufórico por la Tercera República, cuando las víctimas aun sangraban. Este sujeto es el profeta de la gauche que acierta en sus diabólicas premoniciones. Vació su subconsciente en la embriaguez -dijo que el perdón ya se había acabado- (Se refería a los ganadores de la guerra civil), y se propuso ganar la guerra de su abuelo, como fuera, sin reconocer que ellos la habían empezado, o la historia criminal de su partido, viendo solo la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Estos individuos, sin escrúpulos, incapaces de discernir el bien del mal, la verdad de la mentira, instalados en ella, justifican sus delitos en las víctimas que causan. Llevaron a lo peor a la sociedad: primero, corromper, después, degradar, y ahora -como consecuencia- la sociedad en estado de descomposición, ofrece lo más lamentable; jamás se manifestó el mal con mayor descaro. En eso consistía la razón de su sinrazón, de los «progresistas», que son todo lo contrario. En su ADN, con la enfermedad social de la estupidez, compendio de todas las maldades, está la osadía y falta de prudencia. Siguen adelante cargados de la razón que no tienen, caiga quien caiga, y sin que nadie les detenga.

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Consiguen el poder tras organizar y tapar el mayor atentado, 11-M, y desde entonces, -subidos al burro- ya no lo soltaron, convencidos de que el burro es suyo. Ganó después la derecha pero tuvo que doblegarse siempre a sus caprichos, Aznar, Rajoy… Nadie supo pararles los pies. Sólo respetan la ley si les interesa, y si no, la cambian. En la historia, en la enseñanza, del ayer, y del hoy, en todo. Emburricaron y embrutecieron al país, desde las víctimas de la LOGSE. Así se engaña y domina al pueblo, haciéndole ignorante. Véase hoy al peor país en la pandemia y crisis económica, por su pésima gestión. Todo les trae al pairo. Van a lo suyo que es dividir y robar. Siguen haciendo lo que les da la gana, incluso reírse de los que no somos así. No trajeron más que odio, división y mierda; lo sembraron, y ahora nace. Y el miedo que anula la persona. Con sus leyes liberticidas y anti natura dividen y enfrentan a los españoles; destruyen su patria, en la que no creen,  imitando al demonio que es su jefe, para demoler al mundo. Por eso aciertan con sus profecías, que son las de Nostradamus; lo que pasa es que las profecías de Nostradamus, es mejor no verlas; y las de la gauche, menos todavía.

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REDACCIÓN