21/11/2024 16:00
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En un mundo en el que se repiten hasta la saciedad las palabras “tolerancia”, “solidaridad” y “amor”, la Cruz es, sin lugar a duda, el símbolo más perseguido. En muchos lugares los cristianos son asesinados por el fanatismo islamista ante la pasividad internacional. En la vieja Europa y en Hispanoamérica hemos visto iglesias arder por el odio de comunistas y progres de todo pelaje. En España, el derribo de Cruces se ha convertido en norma mediante la aplicación de la ley de memoria histórica, que en nombre de la “reconciliación” prohíbe el recuerdo de los que fueron asesinados en muchos casos por su fe. Sin embargo, bajo esta persecución no sólo encontramos las posiciones ideológicas más extremas, sino que políticos supuestamente moderados también la apoyan por motivos más “materiales”. Da igual que el cristianismo sea uno de los pilares de nuestra civilización porque, a diferencia de otros símbolos que no tienen nada que ver con nuestra historia e identidad, derribar Cruces es un signo de modernidad y, con demasiada frecuencia, no tienen quién las defienda. El último caso se ha dado en Rumanía.   

La “Crucea de pe Cetățuie” (la Cruz en la colina Cetățuia) es uno de los símbolos culturales e históricos más importantes de Cluj-Napoca, una de las mayores ciudades del oeste de Rumanía. También es uno de los puntos visibles de la ciudad, la Cruz se puede desde cualquier parte de la misma, y es una de las atracciones más importantes tanto a nivel nacional como internacional. La Cruz se construyó en 1997, hace 25 años, y la idea de levantarla surgió cuatro años antes de mano del Dr. Francisc Țăranu, un activista cívico casi centenario, que promovió la idea de construir una gran cruz en la colina Cetățuia de Cluj-Napoca, en el lugar donde, en 1948, los comunistas habían dinamitado una cruz erigida en el periodo de entreguerras, entre 1936-1937. La cruz, de madera de roble, había sido destruida en 1941 por las tropas húngaras, pero se volvió a levantar el 13 de marzo de 1945. Al parecer, en ese mismo lugar se había erigido una cruz en el Medievo.

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El entonces alcalde, Gheorghe Funar, aprobó el proyecto y se encargó su diseño al arquitecto Virgil Salvanu. En reconocimiento a su iniciativa, el Dr. Francisc Țăranu se convirtió en ciudadano honorario de Cluj-Napoca en 1997. La Cruz, también denominada como “Monumento a los Héroes de la Nación” porque estaba dedicado a la memoria de los mártires de la Revolución de 1848-1849, de piedra, bronce y acero inoxidable, con casi 23 metros de altura y un peso de 60 toneladas, se inauguró en una magnífica ceremonia el 1 de diciembre de 1997, Día Nacional de Rumanía. Ese mismo día, la Cruz fue consagrada por dos importantes jerarcas rumanos, el metropolita ortodoxo de Cluj, Bartolomeu Anania, y el obispo greco-católico de Cluj-Gherla, George Guțiu, en presencia de miles de personas.

A pesar de esta historia y el simbolismo patriótico de la Cruz, la prensa anunció a principios de septiembre la intención del alcalde de Cluj-Napoca, Emil Boc del Partido Nacional Liberal (uno de los partidos en la coalición de gobierno en Rumanía), de derribar la Cruz por la modernización y reurbanización de toda la zona, eliminando el conjunto representado por la escalera, el zócalo y la propia Cruz, para la restauración y puesta en valor del baluarte sureste de la Fortificación Vauban. Según lo publicado por los medios, el nuevo proyecto, en el que no tenía cabida la Cruz por motivos “estéticos”, se realizaría en un plazo de dos años y con un valor total estimado de unos 42 millones de euros.

Afortunadamente, la sociedad rumana, en la que abundan las organizaciones que defienden los valores cristianos, reaccionó. En el Parlamento, la Alianza Patriótica para la Unión de los Rumanos (AUR), el principal partido de la oposición en Rumanía y segundo partido en intención de voto según las últimas encuestas publicadas, se movilizó en defensa de la Cruz. Varios diputados y dirigentes de AUR reaccionaron públicamente y pidieron categóricamente que se detuviera semejante sacrilegio. Una de las reacciones más duras correspondió a Claudiu Târziu, presidente del Consejo Nacional de Dirección de la organización y líder de AUR en el Senado, que dirigió duras palabras al alcalde de Cluj-Napoca: “Debería avergonzarse, un supuesto ‘liberal’, por burlarse tanto de su nación cristiana anunciando que va a demoler la Cruz. Jamás aceptaremos semejante infamia”. El 8 de septiembre, el diputado Dan Tanasa facilitó toda información sobre el proyecto a al Patriarca Daniel de la Iglesia Ortodoxa y la reacción de la iglesia no se hizo esperar. Fue suficiente una reunión del padre Andrei, Metropolitano de Cluj, con el ayuntamiento para que tanto el alcalde Emil Boc como el teniente de alcalde, Dan Tarcea, dieran públicamente marcha atrás y prometieran que, a pesar la modernización, la Cruz permanecerá en su lugar y no será destruida. La Cruz necesita oraciones, sí, pero también necesita que se dé un paso al frente para defenderla. “Para que triunfe el mal, sólo es necesario que los buenos no hagan nada”.

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REDACCIÓN
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