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Ana Finat Martínez-Costa nace en 1986 en Madrid, aunque al poco su familia se instala en la finca El Castañar, en los Montes de Toledo, donde ella permanecerá hasta su mayoría de edad. Casada y madre de cuatro hijos, compagina su trabajo de empresaria con el cuidado de su familia y su labor de evangelización a través de redes sociales. Tras su conversión en el año 2021, decide dejar su trabajo de «influencer» para dedicar su contenido a dar a conocer a Dios.
En esta entrevista analiza su libro en el que cuenta su conversión: Cuando conocí al Dios Amor
¿Por qué decidió escribir un libro sobre su experiencia de conversión?
Fue totalmente providencial. Yo había dado hacía cosa de más de un año mi testimonio para Matermunditv y de pronto me escribe por Instagram una señora diciéndome que era editora y trabajaba para una editorial, Almuzara. Me cuenta que las librerías estaban llenas de libros de autoayuda basadas en el «yo me salvo a mí mismo» y que estaban buscando alguien que escribiera un libro sobre como el que salva es Dios, para contra restar todo esos otros libros, y que habían visto mi testimonio y pensaban que yo podía hacerlo. Yo pensé que se habían vuelto locos y les dije que eso era impensable, que yo no podía, que yo no era escritora y que no tenía ni idea de escribir y les dije que no. Pero como me insistieron les dije que lo pensaría y lo hablaría con mi director espiritual y eso hice. Después de rezarlo y hablarlo con él, vimos que podía ser una manera bonita de evangelizar y que podía ayudar a los demás y me lancé, muerta de miedo e sintiéndome incapaz de escribirlo. Y con esa misma sensación he estado durante los 10 meses que he tardado, soy esposa y madre de 4 hijos y el tiempo es algo que no me sobra, en escribirlo.
¿Por qué fue alejando en la adolescencia y juventud de la fe católica que le inculcaron en casa?
Yo, que había sido una niña muy tranquila y buena en mi niñez, en la adolescencia me cambió el chip y empecé a volverme muy rebelde. Mi familia me había inculcado la fe de una manera muy sencilla y bonita y de niña era una parte más de mi día a día y de mi vida. Sin embargo, no sé en qué momento, empecé a entender a Dios como un ser lejano e impersonal, que estaba continuamente pendiente de lo que hacíamos, con su dedo acusador, para castigarnos, y si no cumplíamos sus cientos de normas, mandarnos al infierno. En la adolescencia Dios me daba miedo y no le entendía en absoluto así que unido a mi rebeldía fui poco a poco alejándome de Él. En mi juventud fui adoptando la fe como un paripé que hacía delante de mi familia para no oir sus sermones, iba a misa cuando estaba con ellos y si no, no. Me parecía que la religión era algo antiguo y pasado de moda y que no iba en absoluto conmigo. Mis amigos pensaban lo mismo que yo así que nos retroalimentábamos. Al final Dios me estorbaba para hacer lo que me diese la gana y así terminé por abandonar los sacramentos y mi escasa relación con el Señor.
¿Hasta que punto es vacía y sin sentido una vida al margen de Dios?
Una vida sin Dios es como un barco sin timón y sin vela a la deriva en el océano, a merced de las olas y del viento. Nosotros somos ese barco y las olas y el viento son el mundo, con sus envistes, sus engaños, sus seducciones y también los sufrimientos que la vida traerá. Si no tenemos a Cristo al timón de nuestro barco, guiándonos, acompañándonos, dando rumbo a nuestra vida, acabaremos naufragando tarde o temprano. Yo era esposa y madre de cuatro hijos, teníamos todos salud. Tenía mi trabajo estable y lo compaginaba ganando dinero como influencer. Tenía acceso a todo cuanto pudiese desear y aparentemente tenía todo en la vida pero me sentía profundamente vacía y mi matrimonio estaba en punto muerto, la vocación a la que el Señor me había llamado. Por eso digo que se puede tener fama, riquezas, poder o ser la persona mas rica del planeta y ser a la vez la más pobre si no tienes a Dios. Dice san Agustín : «Nos hiciste, Señor, para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descansa en ti». Y así es, hemos sido creados por Dios para amarle y servirle, nos ha dado título de hijos, herederos suyos y mientras no respondamos a su amor podremos llenar nuestra vida de muchas cosas de este mundo, pero nunca nos llenará nada.
¿Por qué solo Dios puede llenar el profundo vacío que sentimos?
Porque El nos ha creado a su imagen y semejanza, somos su creación más perfecta a parte de los ángeles, y somos su creación predilecta. Nos ha hecho hijos suyos y desea darnos en herencia su reino, desea compartir con nosotros todo lo que El posee. Esto es algo muy grande. Si miramos hacia arriba, a Dios y luego miramos hacia abajo, a nosotros mismos, nos daremos cuenta de la distancia tan abismal que hay entre este Dios amor y sus pobres criaturas y, aún así, nos da en herencia este amor tan grande. La historia de Cristo en la Cruz es la historia de amor más grande jamás contada y es una historia de Cristo con cada uno de nosotros, individualmente. ¿Cómo iba a poder llenar algo de este mundo nuestro vacío cuando estamos llamados a llenarnos del amor de este Dios que es todo amor y misericordia?
¿Por qué piensa que Dios tuvo misericordia de usted y salió a su encuentro en un retiro?
En septiembre de 2021, cuando hice aquel Seminario de Vida en el Espíritu yo estaba perdida y tenía mi vida patas arriba. Me había portado horriblemente mal con Él, le había sido desleal desde mi adolescencia, le di la espalda, me avergoncé muchas veces de Él, me pasé años sin querer saber nada de Él y fui yo misma la que tantas veces le traicioné clavándole a la cruz con mis propias manos y, sin embargo, en aquel retiro Jesús salió por enésima vez a mi encuentro. Él nunca tiró la toalla conmigo, nunca perdió la esperanza de recuperarme y quiso mostrarme lo que Él era, quiso romper aquella idea que tenía yo de Dios desde jovencilla. Me mostró su amor, un amor que me cogía la mano y me ayudaba a levantarme de las profundidades en las que me encontraba y me decía: «este AMOR soy yo, te perdono, no importa tu pasado, no importa lo que hayas hecho, Yo todo lo hago nuevo, vamos a empezar de cero juntos, tú y Yo…Porque para mi eres valiosa, he derramado cada gota de mi sangre por ti, para recuperarte, eres mi tesoro». ¿Hay mayor misericordia que esa?
¿Qué cambió en usted a partir de ese retiro?
Yo salí de aquel Seminario de Vida en el Espíritu totalmente enamorada de Cristo. Me robó el corazón y ya solo pensaba en no perder jamás aquel tesoro que había encontrado. Lo primero que hice fue retomar la confesión y la misa de los domingos. A los pocos meses de hacer el retiro acabé, providencialmente, en una peregrinación a Fátima y allí la Virgen me regaló a mi director espiritual, el padre Santi, que tanto me ha ayudado a conocer a Jesús, a la Virgen y a caminar en este camino que no siempre es fácil hacia el Cielo. Con él fui ordenando mi vida, poco a poco empecé a rezar el rosario cada día e ir a misa, lo cuál es a día de hoy para mi el arma más potente para seguir adelante cada día con fuerza y alegría. Dejé mi vida como influencer para dedicar mis redes sociales solo a Dios y desde entonces hago catequesis en directo desde mi canal de Instagram y youtube @anifinat. Pongo citas de santos inspiradoras, subo homilias o charlas de sacerdotes que me parecen instructivas…Mi vida ha dado un giro de 360 grados, pues he comprendido la importancia de la vocación de esposa a la que el Señor me ha llamado y paso mucho más tiempo con mi marido e hijos, que es lo que me llena y hace feliz y acabamos de renovar nuestros votos matrimoniales. Estoy muy agradecida a Dios por salirme al encuentro en aquel retiro.
¿Cómo experimentó que el amor de Dios le liberó de las cadenas del mundo?
Fue verdaderamente una experiencia casi física, como si hubiese llevado unas cadenas que ma aprisionaban y de pronto era libre y todo gracias a su amor. Al final yo vivía presa de muchas cosas, de la fama, de la opinión de la gente, de gustar a los demás, de los «me gustas», de estar continuamente subiendo contenido a mi cuenta de instagram contando lo que hacía pero restringiendo muchos temas y opiniones por el miedo a perder seguidores, vivía viendo el mundo desde el teléfono móvil y me perdía la vida en directo. Al final es un vivir para gustar a gente que esta al otro lado y ni conoces mientras les robas el tiempo a los tuyos, que son lo verdaderamente importante. Me parece desolador. Vives esclava del mundo, del poder (de gustar y tener muchos amigos y conseguir cuanto quieras), del placer (eventos, fiestas, viajes…) y del poseer (ganar cuanto más dinero mejor).
¿De qué forma Dios le ha ido sanando las heridas interiores del alma?
Como solo Él sabe hacer, con Su amor, recibiendo su perdón en la confesión, haciendo dirección espiritual una vez al mes en las que poco a poco vamos avanzando en estas cosas y con la ayuda de mi director, recibiendo cada día al Señor en el corazón en la eucaristía y rezándole, pidiéndoselo. Y Él, que es el Dios AMOR, corre en nuestro auxilio porque es el mejor Padre que podríamos tener.
¿Cómo ha sido desde ese momento la lucha por perseverar en el bien emprendido?
La lucha es diaria, es un perseverar en el día a día, en cada momento, en las pequeñas cosas. A veces cuando hacemos retiros espirituales salimos muy encendidos y al principio nos parece un camino de color de rosas, pero nada mas lejos de la realidad. Este camino hacia el Cielo tiene noches, tiene desiertos, tiene épocas de gran sequía y desolación, tiene pruebas… Por eso yo siempre insisto en la importancia de tener una comunidad con la que caminar, una “familia espiritual”, ya sea tu parroquia o algún grupo religioso y la importancia también de tener un director espiritual que nos ayude a seguir adelante cuando se presenten las dificultades y con el que quedar para hablar cada x tiempo.
¿Por qué merece la pena leer el libro y a quiénes recomienda especialmente hacerlo?
Creo que merece la pena leer mi libro porque lo he escrito desde el corazón, abriendo mi intimidad al cien por cien, dándome a los demás. Creo que todo el mundo puede sentirse identificado de alguna manera, ya sea con la Ani adolescente, con la Ani joven, con la Ani esposa y madre o con la Ani que se ha encontrado con Dios. Es un libro escrito de manera muy sencilla y amena y que pretende dar esperanza, mucha esperanza. La esperanza de saber que somos hijos de un Dios que es todo amor, que está continuamente alargando los brazos para abrazarnos, que nos espera sin descanso, que nunca tira la toalla con ninguno de nosotros, que mendiga nuestro amor y que cada día en cada misa del mundo vuelve a dar su vida por cada uno de los que estáis leyendo estas líneas.
Autor

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Subdirector de Ñ TV España. Presentador de radio y TV, speaker y guionista.
Ha sido redactor deportivo de El Periódico de Aragón y Canal 44. Ha colaborado en medios como EWTN, Radio María, NSE, y Canal Sant Josep y Agnus Dei Prod. Actor en el documental del Cura de Ars y en otro trabajo contra el marxismo cultural, John Navasco. Tiene vídeos virales como El Master Plan o El Valle no se toca.
Tiene un blog en InfoCatólica y participa en medios como Somatemps, Tradición Viva, Ahora Información, Gloria TV, Español Digital y Radio Reconquista en Dallas, Texas. Colaboró con Javier Cárdenas en su podcast de OKDIARIO.
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Buenos días, mi querido amigo y admirado compañero articulista Don Javier:
Sobre tu entrevista con Dª Ana Finat Martínez-Costa y leyendo sus relatos e inquietudes, debo decir, qué:
1º).- Dª Ana, sin duda es una buena católica, buena madre y seguro, buenísima esposa.
2º).- Una gran mujer, bellísima por dentro y por fuera
3º).- Su vida ha pasado de las redes como “influencer” a convencimiento propio sin “influencias”, convirtiéndose en una ferviente católica, tarde, pero con su mente fuerte y lúcida, su gran corazón y su alma limpia.
4º).- Y como yo siempre digo a las grandes mujeres:
¡Gracias Gran Señora, católica en la fe de Cristo y Gran Dama Española!
Un abrazo para ti Javier y otro fuerte para Ana, con el máximo respeto y agradecimiento por haber conseguido la máxima plenitud en su vida.
Miguel Sánchez
Caballero Legionario
Fama, riqueza y poder.
La fama de los santos y santas no es buscada, no es para gloria de ellos mismos, sino para gloria de Dios. Se entiende por fama a la reputación favorable según los criterios del mundo. Así por ejemplo, fama en la «ciencia» o académica, fama en los negocios o el mundo de la empresa, fama en los deportes, en las artes, en las profesiones, en el cine, el teatro, etc. Esa otra fama es vanidad, es buscarse a sí mismo, y es muy peligrosa, pues el famoso tiende a atribuirse méritos que solo a Dios corresponden. Es decir, la fama según criterios mundanos (no por milagros atribuidos a santos, por ejemplo, que es fama santa), tiende a alimentar la soberbia, a alejar de Dios. Por eso la fama es muy peligrosa tal como hoy se entiende. Eso de la «visibilidad», el reafirmarse a uno mismo, el «defender tus derechos», el poner a cada uno en el centro, como reclamo publicitario de empresas satánicas o como reclamo de variadas causas políticas con su marketing perverso, puede conducir a muchos a la egolatría, al endiosamiento y a la perdición eterna por rechazar a Dios y tratar de sustituirle o atribuirse méritos que solo a Dios corresponden. Toda fama que no venga de Dios por la santidad sobre quien recae, es odiosa y ha de rechazarse. Ningún santo buscó jamás la fama, de hecho la rehuyó y atribuyó todo mérito de su proceder a Dios mismo. Siervos inútiles somos, todos sin excepción. O soberbios como el demonio, que cada cual piense.
Riqueza: la riqueza llena la vida de comodidades, placeres, lujos, bienes cuyo consumo agrada y que es difícil por no decir imposible no desear. Por eso la riqueza es tan afanosamente buscada por todos y por desgracia ciega y fanatiza tanto. Pero la riqueza es también muy peligrosa, incluso la que se ha obtenido de modo totalmente honrado y que, por tanto, es sagrada según mandamiento de Dios (décimo y séptimo), pues el afán de ella puede eclipsar toda atención y adoración que se debe a Dios y a sus santas inspiraciones y mandatos y, sobre todo, a la santísima caridad con los que no son ricos, a la que toda la humanidad sin excepción está obligada, pues todos vivimos gracias a la caridad de Dios para con nosotros, cada latido del corazón es un regalo de Dios, que no de la casualidad o el azar, por muy «científico» que se crea eso del azar o la casualidad entre los soberbios engañados, que no los humildes que viven en la verdad. Por la peligrosidad de las riquezas y la concupiscencia que ejerce sobre todos las personas, no es de extrañar que el Señor advierta a los ricos. Y no es de extrañar que no pocos ricos de toda la historia, muchas veces en la agonía de su vida, hagan fuertes donaciones de su patrimonio y riquezas a la Iglesia Católica durante todos los tiempos, pues el temor a morir en pecado mortal de no haber hecho obras de caridad y misericordia atenaza felizmente a no pocos de ellos. No puede uno imaginar peligro más grande que vivir siendo rico sin atender las llamadas de Dios a la caridad con los más pobres y humildes, que no con los desaprensivos, parásitos o ladrones.
El Evangelio está lleno de llamadas a la caridad y de advertencias sobre los ricos. Por ello, el Señor aconseja no acumular tesoros en esta vida, donde abundan los ladrones (fisco, p. ej.) y la herrumbre que corroe (depreciación, diríamos hoy), sino que nos acumulemos tesoros en el Cielo, donde no hay herrumbre que corroe ni ladrones que socavan. El desprendimiento de las riquezas en favor de los pobres (no en los casinos, prostíbulos, juegos de azar, placeres diversos, etc.) agrada mucho a Dios si se hace por el gozo de ayudar al que lo necesita de verdad (y a buen seguro que no hay gozo como el que proporciona la caridad, que es desinteresada. Ni ganar un millón de euros de dividendos da mayor gozo que la santa caridad sin la cual no hay salvación. Que se lo digan a los misioneros) y sin buscarse a sí mismo (la caridad es desinteresada y no jactanciosa, como bellísimamente revela el Espíritu Santo por medio del apóstol san Pablo (1 Co 13, 1-13), es decir, como obra de caridad pura sin llevar cuenta de ella (para ser sorprendidos gratamente según Mt 25, 31-44) y sin que sepa la mano izquierda lo que hace la derecha (Mt 6, 1-4), tal como enseñó el Señor. Los ricos tienen una oportunidad inmensa de santificarse y gozar la caridad, que es gozar anticipadamente de los frutos del Reino de Dios. De ellos depende aprovecharla o morir ricos con gran peligro de perdición eterna.
Y el poder corresponde al Todopoderoso o a un usurpador. Si toda Autoridad viene de Dios según Rm 13, 1-7, que no de Nerón (tiempo en el que san Pablo escribió previniendo a los romanos ante tiempos de persecución sanguinaria, para que no se metiesen en líos), ni de César, ni de Rey, Emperador, político o poderoso de la tierra alguno al que NO hay que rendir culto de adoración alguno, pues solo hay que adorar a Dios, cueste lo que cueste, vida incluida, repito, si toda Autoridad viene de Dios, será según su Santísima Voluntad, no contra ella. Si va contra ella, ya no es Autoridad, ni ha de ser reconocida como tal, por mucho voto que saque en las elecciones democráticas de su país, incluida China, y no ha de obedecerse, pues antes hay que obedecer a Dios que a los hombres, aunque a algunos les cueste comprender o no quieren comprender por a saber qué demoníacos intereses mundanos económicos o políticos o de cualquier otra índole nada noble y sí muy mezquina y soberbia. Así pues, si no cae un pájaro de la rama de un árbol sin el consentimiento de Dios, si hasta los pelos de nuestra cabeza están contados, ¿cabe esperar que Dios no encamina a toda la humanidad según los inescrutables designios de la historia de la salvación? Si tenemos que sufrir porque la salvación de nuestras almas y las de los no conversos aún lo exige, ¿hemos de hacer valer otra voluntad distinta a la de Dios mismo que todo lo sabe y todo lo puede? Claro que no. Todo poder y toda la gloria sean para Dios, Uno y Trino, Santísima Trinidad.
Si una persona poderosa no ejerce el poder conforme a la Santísima Voluntad de Dios Todopoderoso es un usurpador, un Lucifer, un «no serviam» que no tiene legitimidad alguna para exigir ser obedecido. Solo se ha de obedecer al que obedece a Dios Nuestro Señor, Bondad Infinita. ¿Qué manda el Señor a los poderosos? Veamos:
Mt 20, 24-28:
Al oír esto los otros diez, se indignaron contra los dos hermanos. Más Jesús los llamó y dijo: «Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos».
Esto es la LEY. Así ha de mandar quien mande en cualquier mandato. Sea el puesto que ocupe, sea el cargo que ocupe, sea el poder que sea el que ejerza. Si no lo hace, no está legitimado para ejercerlo por mucho precepto que invoque, todos vanos, será un tirano, un usurpador y un enemigo de Dios mismo. O sirve como Cristo o no manda. O santo o no manda. Se acabó eso de mandar como un señor absoluto (elegido o no elegido en elecciones libres o fraudulentas o amabas) por mucha democracia o demoniocracia que se implore, ídolo totalitario que dispone sobre millones de ciudadanos por mucho voto que tengan. Se acabó eso de usar el poder para oprimir, que se apliquen la santa castidad, la santa pobreza y la santa obediencia a Dios todos los que quieran mandar, dando ejemplo a todos. Se acabó eso de ser servido con votos de gente engañada o interesada o vendida como prostituta o con laudes y gaitas que suenan seductoramente. ¿Quieres mandar? Pues a servir como Dios manda. Se acabó el ejercer el mando y el poder si no es conforme a Jesucristo Nuestro Señor, sirviendo como Él sirvió a la Salvación y Redención del género humano.
Fuera de Cristo NO hay autoridad alguna, ni derecho alguno a reclamar obediencia legítima al que no obedece a Dios Nuestro Salvador y Señor. No hay poder legítimo fuera de la Santísima Voluntad de Dios, sino solo tiranía narcisista y ególatra, como la del anticristo Nerón, se esconda detrás de la fanfarria moderna falsa «legal» que se esconda o invoque los engaños que invoque, como Caifás y los sumos sacerdotes ante Pilatos. Si se manda, se ha de servir como sirvió el Señor. Por eso se ha de ser santo para mandar, no demonio de la política.