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A Gilles de Rais también se le conoce como Barba Azul. Su historia inspiró, en 1697, a Charles Perrault el cuento Barbe-Bleue. También ha inspirado las óperas El castillo de Barba Azul de Béla Bártok; Ariane et Barbe-Bleue de Paul Dukas; y Barba Azul de Jacques Offenbach. ¿Quién fue Gilles de Rais? ¿Qué crímenes cometió?

Gilles de Montmorency-Laval nació el 10 de septiembre de 1404 en el castillo de Champtocé (Bretaña). Era barón de Rais. Pertenecía a uno de los linajes más antiguos de Francia. Sus padres eran Guy II de Laval y Marie de Craon. Tuvo un único hermano llamado René de Susset. La vida de Gilles de Rais se divide en dos etapas. En la primera fue vitoreado como héroe de la guerra de los Cien Años. Llegó a ser mariscal de los ejércitos franceses. En la segunda, cuando murió Juana de Arco y cayó en desgracia George de La Tremoille, se despertó su yo más cruel y empezó a cometer sus más atroces crímenes. El origen de su lado más oscuro tal vez fue la muerte de su padre. Durante una cacería Guy II de Laval hirió a un verraco. El animal embistió a Guy y le clavó los colmillos en el estómago. No pudieron hacer nada por él. Se desangró y sus vísceras se esparcieron por el suelo. Esto ocurría en el mes de febrero de 1414. Gilles de Rais sólo tenía 9 años y el sufrimiento de su padre lo marcó irremediablemente.

Poco tiempo después falleció su madre. Gilles y René pasaron a vivir con su abuelo Jean de Craon. Allí empezó a leer un libro que le marcaría para siempre titulado La vida de los doce Césares de Cayo Suctionio Tranquilo. Este historiador de la época de Trajano narra las biografías de: Julio César, César Augusto, Tiberio, Calígula, Claudio, Nerón, Galba, Otón, Vitelio, Vespasiano, Tito y Domiciano. El libro le ayudó a descubrir el narcisismo, la soberbia, el poder y el orgullo. Quedó impresionado por las biografías de Tiberio, Calígula y Nerón. También su abuelo le enseñó que su status social lo ponía por encima de la ley.

En 1418 fue nombrado caballero. Pronto descubrió el poder de la espada y el placer de la sangre. Le propuso a Antoin, un amigo de la infancia, un duelo con machetes. Tenía que ser un entretenimiento para matar las horas de aburrimiento. Sin embargo, a Gilles se le escapó de las manos y asesinó a su compañero de duelo. Lo dejó desangrarse sin hacer nada para ayudarlo. Era el inicio de una larga carrera de crímenes.

Se casó con su prima Catherine de Thouarscon secuestrándola. La boda se celebró el mismo día del rapto, 24 de abril de 1422. Catherine pertenecía a una poderosa familia. Con la boda Gilles quería obtener mayor poder político. No le salió bien. La familia de la joven se opuso a la boda. Esto no fue un obstáculo para Gilles. Secuestró a su suegra, la encerró, la alimentó con pan y agua y pidió que recapacitara sobre su negativa. Finalmente le cedió los castillos de Pauzauges y Tiffauges. La boda no significó nada para Gilles, sólo era poder político. También para ocultar su homosexualidad. En 1429 nació su única hija, Marie de Laval. Poco tiempo después las abandonó y no volvió a tener demasiado contacto con ellas.

Aquel mismo año ocurrieron dos hechos que cambiarían su vida. Entró al servicio de Georges La Tremoille, chambelán real. Y conoció a Juana de Arco, de la cual quedó fascinado. A partir de ese momento el tándem Juana de Arco – Gilles de Rais llevaron a Francia a la victoria en la guerra de los Cien Años. Gilles de Rais por su bravura y carencia de escrúpulos ante el enemigo fue nombrado mariscal. Con este cargo consiguió una gran fortuna. Por su parte salvó de la muerte en varias ocasiones a Juana de Arco. Ella creía que había sido elegida por Dios para librar Francia de los ingleses. Aquel aspecto místico cautivó a Gilles de Rais. Juana de Arco era la encarnación de Dios en la tierra y él se convirtió en el brazo armado para conseguir ese propósito divino. En 1429 ganaron las batallas de Orleáns, Jargeau, Patay, Troyes, Chálons y Reims. Juana de Arco fue capturada en 1430 por Felipe, duque de Borgoña. Entregada a los ingleses fue procesada por la Inquisición. La acusaron de hechicería. Ni la corte ni los jefes militares deseaban que aquella guerra se convirtiera en un acto popular y nacional. Sólo era una guerra sucesoria. Por eso la acusaron de hechicera. Condenada a muerte, fue quemada en la hoguera en Ruán el 30 de mayo de 1431. La desgracia también llegó al chambelán George de La Tremoille. Este no tenía en muy buen concepto a Gilles. Lo consideraba un tonto útil y rico, por eso lo protegió y encumbró a mariscal. Como dijo Tremoille “¡Es bueno hacerle progresar en el aprendizaje del mal!

Gilles de Rais dejó el ejército en 1432. Había sido degradado y ya no era mariscal del ejército francés. También ese año falleció su abuelo. Heredó una inmensa fortuna que le permitiría vivir desmesuradamente. Se refugió en el castillo de Tiffauges, en La Vendée, y se fue el centro de sus macabras acciones. Mientras Juana de Arco, la doncella de Orleáns, subía a los altares, Gilles de Rais bajaba a los infiernos.

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Ya fuera del ejército empezó a despilfarrar la herencia familiar. Se cuenta que llegaba al éxtasis oyendo canto gregoriano. Su locura no tenía límites. Contrató a los cantantes André Buchet y Jean de Rossingol para que cantaran. Le apasionaba aquellas dos voces. Incluso participaron con él en orgia y torturas. El sonido del órgano lo trasladaba a otra dimensión. Tenía repartidos por las salas de su casillo muchos de estos instrumentos, e incluso mandó construir algunos órganos portátiles para llevarlos en sus viajes. La locura de Gilles de Rais llegó a tal extremo que fue nombrado canónigo de Saint-Hilaire-de-Potièrs. Con este nuevo cargo consiguió rodearse de 50 capellanes y 200 soldados. Su sede canoníca era Saints Innocents en Machecoul. A pesar de su ferviente religiosidad, auspiciada por su encuentro con Juana de Arco, el satanismo estuvo muy presente en sus orgías criminales.

Estaba obsesionado en volver a conseguir el prestigio que obtuvo siendo mariscal. Esta actitud le llevó a malgastar parte de su fortuna. Organizaba grandes eventos, sufragaba obras teatrales, mandó construir autómatas sobre distintos tipos de pájaros. En definitiva, quería ser un gran mecenas, al estilo de los Medici, para que le reconocieran su prestigio social. No consiguió nada de todo eso. Era un egocéntrico al que le interesaban poco las artes. Estas sólo eran un fin para conseguir sus propósitos. No era, por así decirlo, un filántropo. Era un hombre que consideraba el dinero un medio para conseguir su anhelada gloria. Aquel descontrol económico lo llevaron a la ruina. En cinco años consiguió dilapidarse casi toda la fortuna familiar. En 1437 vendió a Juan V de Bretaña los castillos de Ingandes y Champtocé por 100.000 ducados. El mecenas estaba legando al más profundo de los abismos. Ya nadie le hacía caso. Sin dinero no era nadie. Todos le dieron la espalda. Era la sombra de un noble fracasado y arruinado. Por los medios normales nunca conseguiría la anhelada gloria. Tenía que hacer algo para mantener su status, sus riquezas y continuar con una vida libertina que no le llevaba a ningún sitio. Cuando la desesperación era casi total encontró la solución a sus problemas.

A través de la alquimia y el esoterismo creyó que encontraría aquel poder perdido. Busco la piedra filosofal sin encontrarla. Se rodeó de los personajes más siniestros de la sociedad francesa de su época: Guillaume de Sillé, Roger de Brinqueville, Antonio de Palerno, Heriet, Poitou, Corrillant. Todos ellos brujos y alquimistas. De ellos Prelati fue el que lo introdujo en la magia negra. Quizás se dejó influenciar debido a que Prelati se convirtió en su amante. Le explicaba historias fantásticas. Le comentaba que había visto al diablo cerca de él. Que este se desvaneció antes de que pudiera hablar. También que a través de él llenaría sus arcas de oro y obtendría poder. En definitiva, lo embaucó y trastornó su cerebro. Prelati era un gran actor. Se autolesionaba y fingía que el diablo lo había atacado. Todo aquello impresionaba a Gilles de Rais. Se empezó a construir un inmenso teatro para practicar la magia negra. Guillaume de Sillé adquirió todos los elementos necesarios para realizar invocaciones; el padre Eustache Blanchet contrató alquimistas; Jean Petit construyó hornos para trabajar mercurio. Alquimistas como La Riviére le contaban que había visto el diablo en forma de leopardo. Todo estaba preparado para conseguir sus propósitos.

¿Cómo podía poner en marcha toda esa maquinaria? Con la sangre y los órganos de niños. El placer personal se funde con las ansias de poder. Dos elementos que se mezclan en un coctel explosivo. Como ocurre en todas estas historias, el engaño fue el hilo conductor con el cual conseguir las víctimas. Sus criados recorrían la zona en busca de niños y adolescentes. A estos se les engañaba diciéndoles que el señor de Rais necesitaba pajes para sus castillos. El país vivía en guerra, la miseria azotaba a las clases más bajas. Ser paje del Barón de Rais significaba no pasar hambre y ganar algo de dinero. Por eso aceptaban sin vacilar. Un futuro prometedor a cambio de entrar a su servicio. Nadie se negaba.

Cuando llegaban al castillo a los niños se les vestía con ropas ostentosas. Se les invitaba a cenar en la mesa del Barón. Estaban maravillados por la suerte que habían tenido. Una vez terminado el banquete los niños entraban en una cámara. Si estos no accedían a los designios de Barón, eran colgados por el cuello y en esta postura los violaba. Luego eran asesinados. Al principio las cosas iban bien. Cuando los padres preguntaban por sus hijos se les contestaba que estaban bien. Por supuesto nunca más los volvían a ver. Como que poseía varios castillos era normal que los niños fueran trasladados donde más se les necesitaba. Como que los rituales se incrementaron, al no conseguir su propósito, el número de demandas aumentó. La gente empezó a sospechar. No era normal que necesitara a tantos pajes. Además, ¿dónde estaban los que había contratado? ¿Por qué no sabían nada de ellos?

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Se calculó que entre 1432 a 1440 hubo 1.000 desapariciones. Eran niños entre 8 a 10 años. A las pobres criaturas las vejaban, humillaban y asesinaban. Al día siguiente los cuerpos eran quemados. Gilles de Rais buscaba el perdón en las iglesias. Creía en Dios y sabía que pecaba, pero era más grande su obsesión que el miedo a ser condenado eternamente. Poco a poco el campo de acción se incrementó al faltar niños de la zona. El terror se extendió más allá de la Bretaña. El rumor llegó a la Corte y decidieron saber si era verdad aquello que se contaba de él. La verdad es que les importaba poco si era cierto o no. Decidieron abrir una investigación porque era un rico noble, con cierto poder, y deseaban hundirlo. Así de sencillo. La envidia fue la causa, no los asesinatos. Se pidió a Jean de Malestroit, obispo de Nantes, que investigara los hechos que ocurrían en los castillos de Tiffauges, Machecoul y Champtocé. A este no le sorprendieron tantas muertes. Era normal en la época. No le dio más importancia.

El error de Gilles de Rais fue vender el castillo de Saint-Etienne-de-Memorte. Necesitaba dinero para sus fines y las arcas, en vez de llenarse, cada vez estaban más vacías. El castillo fue comprado por Geoffroy de Farron, tesorero de Juan V. Durante las conversaciones supo que el señor de Villecigue, primo suyo, también estaba interesado. Intentó persuadir al tesorero para que no lo comprara. No lo consiguió y este cedió el castillo a su hermano Jean de Farron. Este era sacerdote en la iglesia de Saint Etienne. Gilles de Rais entró en cólera y decidió atacar y secuestrar a Jean de Farron. Grave error. Atacó al brazo eclesiástico y esto nunca se lo perdonaron. El golpe fue certero y Jean de Farron fue encerrado en las mazmorras del castillo de Tiffauges. Gilles de Rais acababa de sentenciarse a muerte.

El rey Juan V intentó parlamentar con él. Mandó al condestable para que rescatara a Jean de Farron. Por su parte el obispo de Nantes mandó al notario Robin Guillamet, junto con el capitán Jean Labbé y un grupo de soldados, al castillo de Machecoul. Gilles de Rais fue hecho prisionero el 13 de septiembre de 1440. También fueron detenidos Prelati, Blanche, Henriet y Poitou. El juicio se inició el 19 de septiembre y finalizó el 28 de octubre. Al principio negó todas las acusaciones. Sólo en el momento de ser excomulgado reaccionó. Aunque cruel y sádico, no quería ser apartado de la obediencia de Dios. En ese momento, bajo confesión, confesó todos sus crímenes. El sadismo que oyeron asombró a los jueces. El obispo de Saint-Brieuc y los otros miembros del jurado documentaron todos los asesinatos llevados a cabo a niños entre 7 y 20 años. Gilles de Rais declaró que necesitaba aquel gozo sexual. Disfrutaba vejándolos, desangrándolos, abusando sexualmente y matándolos.

Todos quedaron convulsionados ante su confesión. Gilles de Rais fue condenado por sodomía, asesinato y herejía. Se arrepintió de todo y pidió perdón. Las autoridades eclesiásticas se lo concedieron. Habían acabado con su enemigo. Las muertes y la invocación al diablo eran pecata minuta. Lo importante es que un personaje tan poderoso fuera aparado y degradado. El rey, conocedor de todo esto, le concedió el perdón. Gilles de Rais no lo quiso. Quería pagar sus crímenes y acabar con su vida. El 26 de octubre de 1440 fue conducido al prado de la Madelaine de Nantes. Antes de ser ejecutado pidió poder hablar a los presentes. Ante todos confesó sus crímenes y habló sobre los peligros de una juventud libertina. Pidió a los allí presentes que educaran a sus hijos con rigor y que siempre permanecieran fieles a la iglesia. Acto seguido fue ejecutado. El obispo de Nantes prohibió que su cuerpo fuera quemado y ordenó enterrado en la iglesia de las carmelitas de Nantes. A alguien acusado de herejía se le quemaba. Recordemos que así acabó Juana de Arco. El acto del obispo nos demuestra lo explicado. No lo consideraban hereje, tampoco les preocupaba las depravaciones cometidas, sólo deseaban que Gilles de Rais desapareciera. Y lo consiguieron.