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La notable diferencia existente entre Pedro Sánchez y Pablo Casado, es que el primero de ellos ni siquiera cree en la posibilidad de creer en la existencia de algo tan improductivo como es la vergüenza (turbación del ánimo que suele encender el color del rostro. Pundonor, estimación de la propia honra. Acción que por indecorosa cuesta repugnancia ejecutar). Todo eso que sobre lo que significa la vergüenza recoge el Diccionario de la Lengua Española, nos tiene demostrado en mil y una vez que esa «gaita» no la sopla, porque no va con él la música de viento.

Por lo cual Sánchez podría ponerse en peloteja picá sobre la mismísima lápida del kilómetro cero, en la madrileña Puerta del Sol, con la misma naturalidad, desparpajo y descaro con que se pone el trajecito azul que usa como si fuera el uniforme del cargo, para decir, sin que se le encienda el rostro, lo contrario de la ocurrencia que unos pocos segundos antes, en el mismo espacio televisivo, hubiera anunciado como el gran hallazgo gestado en su excelso cerebro, la rápida solución al paquete de  todos los males que afectan al país: «que son un pergeño de la intrínseca maldad de alma, corazón y vida de la ultraderecha ¡coño! ¿Es que hay que explicarlo todo? Está claro; todo es por culpa de VOX».

En cuanto a Pablo Casado, la cosa es un problema de pesos y medidas. Empezando por el peso específico de lo que el individuo pudiera aportar al bien común, para pesarlo tendríamos suficiente con un quilatero; pudiera ser que ni siquiera dejara señal. Remitiéndonos a su medida, o talla como líder de un partido político que debiera representar los verdaderos valores de la Derecha, si se estuviera hablando para el Ejército, daría inútil para el servicio. Parece mentira que alguien cuyo currículum «profesional» no se ha despegado una mica fuera del calorcico del Partido Popular, no haya sido capaz de intuir su deriva, muy al estilo de lo sucedido a UCD.

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Ambos proyectos políticos paridos (aunque al principio en Alianza Popular hubo personas de buena fe que fueron engañados) por la traición y el perjurio, están condenados, antes o después, a terminar por desaparecer, o sí no, a arrastrar una vida sucia y despreciable.

Sobre su valor como ser humano: buen hijo, buen marido y buen padre, tiene todo mi respeto y el de la mayoría de los españoles y me atrevería a decir que de todo el censo humano -¿por qué no?- Aunque creo que falla un tanto no reconociendo que el triste y raído «traje» por el que se batió, le queda largo y demasiado ancho. Con toda claridad se ve que a él le queda aún peor de lo que le quedaba a Mariano Rajoy.

Pablo Casado: «Considero que no debemos seguir en un edificio cuya reforma se está investigando esta misma semana en los tribunales».

¿Que es lo que pretende lavar con el abandono de la Sede en la Calle Génova? Los graves problemas no se resuelven con soluciones infantiles, sino enfrentándose a ellos con inteligencia.

Me cuentan que a un individuo le avisa un vecino, el del 5º, que sobre un sofá verde que tenía en el salón de su casa, su mujer se la estaba «pegando» con el portero de la finca, todos los días, en el momento en que él salía a su trabajo. Pasados unos días el avisador le pregunta al avisado:

-¿Que ha ocurrido con aquello de su mujer y el portero?

-Me los he cargado.

-¿Que los ha matado…?

-Peor; he vendido el sofá verde y he comprado uno marrón.

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Deshacerse de la Sede de la calle Génova ¿Por qué?

 «Chissss; que nadie se entere». Allí se queda la inmundicia, encerrada como el fantasma de un  castillo inglés y yo, Pablo Casado, en la resplandeciente nueva sede, apareceré ante los ojos del país, «desnudito»; sin pecaminosos ropajes; puro como la doncella «doña Inés del Alma mía», que salvó a don Juan Tenorio del Infierno eterno, en el último grano de arena -«minuto 93″- del reloj de su vida. Así, fresco como una azucena recién abierta». Vale; pero sin dar la talla. 

No tener vergüenza y mentir descaradamente son los únicos activos morales que atesora Sánchez, y que le han bien servido como vehículo que le condujo a la Presidencia, al tiempo que le concedió licencia para hacer pis y defecar en el palacete de la Moncloa.

Ni siquiera ese «activo» tiene Pablo Casado (no me refiero al uso del Roca»). Él es como una de esas muñecas rusas que dentro solamente tiene repetida su propia imagen cada vez más empequeñecida y cundo se llega a la más chica, resulta que está hueca.

 

Autor

Eloy R. Mirayo
Mi currículum es corto e intranscendente. El académico empezó a mis 7 años y terminó a mis 11 años y 4 meses.
El político empezó en Fuerza Nueva: subjefe de los distritos de C. Lineal-San Blas; siguió en Falange Española y terminó en  las extintas Juntas Españolas, donde llegué a ser presidente de Madrid.