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He leído abundante documentación sobre el 23 F. Ninguna más aquilatada, precisa y cristalina cómo la relatada por Julio Merino, excelso periodista de raza y habitual colaborador de El Correo de España. Merino, a sus 81 años, porta escritas más de 1200 páginas sobre el 23F: libros de cabecera como “Tejero, 25 años después” y una serie de artículos de valor inconmensurable, dos de los cuales fueron publicados el pasado 22 de febrero en El Correo de España y titulados: “Mañana, 23 de febrero de 2021, hace 40 años que fracasó el autogolpe del rey Juan Carlos I” y “El general Juste no habló en ningún momento con el Rey”. Aconsejo leerlos.

De todo lo por mí leído, no puedo inferir más reflexión que la sencilla, implacable y contundente: nos ha sido contada, durante 40 años, la mentira de que Juan Carlos I “salvó a la democracia” frente a un franquismo golpista anidado en las Fuerzas Armadas y en la terrible “ultraderecha” que tramó un alzamiento condenado al fracaso, enarbolado por un guardia civil fanático, Antonio Tejero, que irrumpió en el Congreso para reventar la soberanía popular.

Esta mentira, incrustada a fuego en el acervo popular, no pudo ser más exitosa para los intereses de Juan Carlos I, para los de EEUU en su tutela sobre España, y para los del Partido Socialista Obrero Español y la partitocracia española. Juan Carlos I rigió, durante 40 años, una Corona asentada en deslices financieros personales, corruptelas morales, comisiones ilícitas y todo lujo de desfases contando con la impunidad social y política permanente que le otorgó el paraguas sempiterno de haber “salvado la democracia”; con ello, además, se hizo perdonar definitivamente su pasado franquista y se amigó en alianza amorosa con la España progre ( se acuñaría entonces el famoso: “no soy monárquico; pero sí juancarlista”, entonado por el orbe izquierdista). La sociedad española deglutió la idea de que el poder militar patrio era peligroso, “golpista” y debía limitarse, asumiendo plenamente el fin del papel del ejército como núcleo de valores imperecederos y EEUU obtuvo, de manera definitiva, el desmantelamiento del programa nuclear español. El PSOE se encaramó al poder con mayoría absoluta en octubre de 1982 impulsado, no sólo por el descontento social ante la desastrosa gestión de UCD, sino también aprovechando la imagen de una supuesta ultraderecha “golpista y militar” frenada por el Rey y sólo controlable por los demócratas socialistas.

A raíz de los documentos que he estudiado, y de las conclusiones que he extraído, tengo claras varias ideas: El “23 F” fue mandado por el propio Rey, en un clima de constantes asesinatos de militares y policías por ETA, de auge del separatismo y de creciente malestar social por el paro y los impuestos.  Lo hacía no por España sino para salvar su cabellera y su trono ante la incertidumbre que lo acongojaba. El Monarca apoyó la “solución Alfonso Armada”, es decir: la receta propuesta por el General Alfonso Armada a petición del propio Monarca, y consistente en sentar un gobierno de “concentración” presidido por el propio Armada, vicepresidido por el socialista Felipe González y con ministros de los principales partidos parlamentarios incluidos los comunistas, que sería aceptado en votación por el Congreso, que sustituiría al de UCD y que el propio Rey lo auspiciaría dirigiéndose a la Nación para hablar del “supremo bien de España”. El Monarca autorizó la entrada al Congreso de los militares, y lo hizo el día 13 de febrero. Quién dinamitó el “golpe” desde la Zarzuela fue el Secretario de la Casa Real, Sabino Fernández Campo, al impedir al General Alfonso Armada acudir a Zarzuela para, junto al Rey, dar las órdenes a las Capitanías generales. Fue Sabino Fernández Campo y no el Rey – que quería que acudiese Armada a Palacio- el que ordenó al General Juste detener la salida de la División Brunete.

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Antonio Tejero Molina que, recordemos, tomó el Congreso por orden del Rey, desechó el “gobierno de concentración” con comunistas y socialistas que pretendía Alfonso Armada y fue él quien desarticuló finalmente el golpe de Estado o, más bien, el “Autogolpe”. Antonio Tejero, que actuó en base a la lealtad y el Honor para con España, había sido engañado al participar no en un plan para salvar España sino para aupar a los enemigos de España. El honor le acompañó hasta el final: eximió a sus hombres de toda responsabilidad por los hechos asumiendo con hombría los acontecimientos.

Lo que algunos llamaron la “Operación de Gaulle” del Rey Juan Carlos y de Alfonso Armada para reconducir España no fue ni eso; fue, simplemente el “plan Armada” para salvar la Corona a las órdenes que ésta le había dado. Antonio Tejero Molina cumplió una condena de prisión leonina, injusta e inhumana, pero con la conciencia tranquila y el estoicismo admirable. Tejero, que NO FUE UN GOLPISTA, se convirtió para los amantes de España y de la Verdad en un hito de valor y ejemplaridad.

Ahora que el Gerente de SND Editores, Álvaro Romero Ferreiro, nos presenta su libro titulado “TEJERO, UN HOMBRE DE HONOR”, los patriotas tenemos a nuestro abasto una obra de primera magnitud en sus detalles biográficos y analíticos, pionera en el estudio humano, sincero y transparente sobre el hombre más estigmatizado y calumniado de los últimos 40 años: Antonio Tejero. Los contornos de su personalidad aparecen dibujados con exactitud en una obra que no es un análisis ni un libelo sobre el 23 F, sino la expresión profunda de cómo se trazaron los mejores valores personales y morales en el alma de un militar español fiel al espíritu de nuestra Infantería, fiel a la consigna de que “por encima de la disciplina, está el Honor”,  fiel a Francisco Franco que transmitió a sus cadetes de la Academia Militar de Zaragoza esa misma consigna que escribió con la sangre de nuestros Tercios y de nuestra Infantería las mejores páginas de la historia. 

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Jose Miguel Pérez
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