14/05/2024 09:33
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El refranero español es muy rico en chascarrillos y sentencias sobre las mentiras y los mentirosos, con más de un centenar de frases hechas sobre las falsedades y sus consecuencias, como por ejemplo la mentira tiene patas cortas, o antes se coge al mentiroso que al cojo.

La falta de respeto a la verdad se ha convertido en una rutina habitual en las predicciones, atemorizadoras y catastrofistas, realizadas desde finales del siglo XX, en relación con el calentamiento global y el cambio climático. Poco ha importado que la tozuda realidad se haya encargado de demostrar la falta de acierto en dichas pronósticos, cuyo fracaso ha sido sistemáticamente ocultado bajo un protector manto de silencio. Un mutismo que, además, simplemente ha servido de preámbulo para la siguiente profecía, igualmente atemorizadora y equivocada, como puede comprobarse gracias a los ejemplos siguientes, tan sólo una pequeña muestra representativa:

  • En 1971, la NASA y la Universidad de Columbia, predijeron la inminente llegada de una nueva Edad de Hielo. Este vaticinio, que afortunadamente no llegó a confirmarse, estaba basado en los descensos de temperatura observados entre los años 50 y 70 del pasado siglo, a pesar del importante incremento de emisiones de CO2 que se produjo en esa misma época.
  • En 1982, el director del Programa Medioambiental de la ONU, vaticinó que para el año 2000, si no se tomaban las medidas oportunas, el mundo debería hacer frente a una catástrofe climática que implicaría una devastación completa e irreversible, similar a la de un holocausto nuclear.
  • En 1989, Noel Brown, oficial medioambiental senior de la ONU, anunció que, si no se conseguía detener el aumento del nivel del mar, a principios del tercer milenio, habría naciones enteras que serían borradas del mapa.
  • En el año 2000, en el Reino Unido, Charles Onians afirmó en el periódico The Independent, que el calentamiento global había terminado con la nieve para siempre, y que las nevadas ya eran cosas del pasado.
  • En 2004, un informe del Pentágono vaticinó que el cambio climático sería la causa desencadenante de una guerra nuclear y que hacia 2020, algunas grandes ciudades europeas se hundirían en el océano.
  • En 2006, Al Gore profetizó que, si no se tomaban medidas drásticas para reducir las emisiones atmosféricas relacionadas con el efecto invernadero, el cambio climático causaría millones de muertos y en diez años el mundo llegaría a un “punto de no retorno”.
  • En 2007, Rajendra Pachauri, Director del IPCC (el grupo internacional de expertos sobre cambio climático promovido y patrocinado por la ONU), afirmó que había llegado el momento definitivo en la lucha contra el cambio climático, y que si no se desarrollaban las acciones requeridas antes de 2012, ya sería demasiado tarde
  • Ese mismo año de 2007, la NASA vaticinó que en la siguiente década, poniendo como límite el año 2015, el Océano Ártico se quedaría sin hielo. Cuatro años más tarde, en 2011, Carlos Duarte Quesada, oceanógrafo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España (CSIC), fue un poco más conservador y pronosticó que el fin del hielo ártico tendría lugar durante el verano de 2018. Una nueva profecía, esta vez de los científicos de Harvard, estableció que el hielo se fundiría completamente en 2022.
  • En 2018, Greta Thunberg, con la autoridad que le otorga su dilatada experiencia y sus sólidos conocimientos científicos (gracias a las enseñanzas recibidas en el colegio al que dejó de asistir los viernes), afirmó que la humanidad se extinguirá si el cambio climático no se estabiliza en 2023 y se dejan de utilizar combustibles fósiles.
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La realidad nos indica que se han rebasado todas las fechas límite pronosticadas, sin que se hayan presentado ninguno de los terribles y catastróficos efectos vaticinados. Es muy posible que si el escritor Carlo Lorenzini (que firmaba sus obras con el pseudónimo de Carlo Collodi), hubiese vivido en la presente época en lugar de en el siglo XIX, se le hubiese podido ocurrir la sustitución de Pinocho, su célebre muñeco, por otros ilustres personajes a los que les crecería la nariz en función de la falsedad de sus profecías. Además, las predicciones comentadas (y otras muchas más, la lista completa sería realmente larga), a pesar de sus orígenes diversos, tienen unos preocupantes aspectos comunes:

  • Ninguno de los autores de los vaticinios fallidos, una vez comprobada la falsedad de sus profecías, ha pedido disculpas,se ha excusado por sus errores o ha dimitido de su cargo.
  • En todos los casos, las equivocaciones cometidas se han debido a la extrapolación hacia el futuro de datos correspondientes a periodos temporales excesivamente cortos, ignorando los ciclos terrestres de larga duración, registrados en la historia geológica del Planeta.
  • Todas las predicciones, tienen una base conceptual común, considerando que son las actividades antrópicas las responsables exclusivas del calentamiento global, ignorando las evidencias de la historia antigua del planeta.
  • Las profecías tienen intencionalidad intimidatoria, exigiendo cambios urgentes para frenar o incluso revertir el cambio climático, en consonancia con las recientes declaraciones de António Guterres, Secretario General de la ONU y responsable máximo del Panel Internacional Sobre el Cambio Climático (IPCC), quien acaba de afirmar que la humanidad ha abierto las puertas del infierno.

El IPCC acaba de hacer nuevos vaticinios, aún más catastrofistas y alarmantes. Pero, atendiendo a los sucesivos y repetidos fracasos de las anteriores predicciones, ¿por qué debemos prestar más credibilidad a este último informe que a los anteriores? Atendiendo a la flagrante diferencia entre la realidad y las profecías, lo lógico sería que el IPCC realizara una seria y profunda reflexión sobre los criterios que están siendo utilizados para explicar el cambio climático y revisara sus planteamientos. Y también, debería evaluar si están justificados los esfuerzos que se están demandando a la sociedad para frenarlo y revertirlo.

Sin embargo, la postura de los miembros del IPCC y de los responsables públicos de las decisiones políticas relacionadas con el calentamiento global, tanto a nivel global como nacional, están muy lejos de plantearse dicha reflexión, ya que los planes para la implementación de la llamada transición ecológica y la Agenda 2030, continúan su puesta en práctica sin el menor atisbo de cambio o de autocrítica. O al contrario, quizás cada vez con más prisas, haciendo caso omiso de las numerosas personalidades del mundo científico y del medio ambiente que han denunciado públicamente la falsedad y la manipulación de las informaciones sobre el cambio climático. Entre ellas, puede destacarse a FEDERICK SEITZ (presidente de la Academia Americana de Ciencias), IVAR GIAEVER, ROBERT LAUGHLIN y JOHN CLAUSER (todos ellos premios Nobel de Física), ANTONINO ZICHICHI (Presidente de la Sociedad Europea de Física y de la Federación Mundial de Científicos), STEVE KOONIN (subsecretario de Ciencia durante la administración Obama y miembro de la Academia de Ciencias de EEUU) y a PATRICK MOORE (uno de los fundadores de Greenpeace).

También, desde el punto de vista corporativo, miles de científicos se han posicionado en la misma línea firmando documentos como el Manifiesto de Heidelberg (1992), la Declaración de Oregón (1999), la Declaración de Hohenkammer (2006) y el más reciente de todos, la Declaración Climática Mundial, titulada No hay emergencia climática, promovida este mismo año (2023) por la Fundación de Inteligencia Climática (CLINTEL) y suscrita por más de 1.600 científicos y profesionales, entre los que se encuentran dos de los premios Nobel mencionados anteriormente.

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Dejando aparte consideraciones políticas o económicas, desde el punto de vista exclusivamente científico, no debe de sorprender la existencia de disensiones entre los investigadores. A lo largo de la historia de la humanidad, la Ciencia se ha alimentado y ha progresado gracias a estos debates, algunos de los cuales han sido verdaderamente encarnizados y violentos, como por ejemplo las discusiones sobre la teoría de la evolución o las porfías sobre las ideas heliocéntricas de Copérnico. Se puede decir que estas diferencias de opinión forman parte de la normalidad. Lo que es realmente sorprendente en el debate sobre el cambio climático, es precisamente lo contrario. Es decir, que se pretenda hurtar a la opinión pública la existencia de estas diferencias de opinión, ocultándolas detrás de un inexistente consenso.

La disponibilidad de las poderosas herramientas informáticas, ha introducido una acentuada tendencia a modelizar matemáticamente los procesos naturales, lo que ha reportado resultados más o menos satisfactorios en algunas especialidades, incluyendo las predicciones meteorológicas a corto plazo, gracias a la informatización y modelización de millones de datos registrados en los observatorios. Pero no ocurre lo mismo con la evolución climática, un proceso muy complejo, que dependen de muchos parámetros, cuyo funcionamiento e interacciones no están todavía bien establecidas y algunas aún se desconocen. Así lo ha demostrado el Profesor JOHN CHRISTIE, físico atmosférico de la Universidad de Alabama, que ha comparado las temperaturas reales, medidas mediante termómetros y globos sonda, con las predicciones realizadas por modelos estadísticos correspondientes al periodo comprendido entre 1975 y 2015. Los resultados de dicha comparación ponen en evidencia la enorme desviación y la exageración de las predicciones respecto de la evolución real de las temperaturas.

Los fallos cometidos por estos modelos predictivos no deben ser objeto de crítica. Desde siempre, los avances de la Ciencia se han realizado gracias a la corrección y enmienda de errores previos. En cambio, sí debe ser criticable, que no se haga caso de los errores detectados. Y, además, que no se estén considerando adecuadamente todas las informaciones disponibles, como está ocurriendo reiteradamente con las hipótesis sobre el calentamiento global. En efecto, los modelos predictivos que han demostrado su nula fiabilidad, ignoran los datos de la historia geológica del Planeta acerca de los cambios climáticos del pasado, y de los procesos que contribuyeron a los mismos, como por ejemplo las variaciones de la órbita terrestre, los ciclos cósmicos y su incidencia en la radiación solar, la captura de CO2 por las rocas carbonatadas, etc.). Es decir, que se están ignorando las evidencias sobre los múltiples ciclos de calentamiento y enfriamiento (glaciaciones) que ha experimentado la Tierra. Y sobre la base de esa información sesgada, se nos está instruyendo para cambiar nuestros hábitos de vida, con el objetivo de frenar y revertir el calentamiento global. Y ese es un objetivo que queda totalmente fuera de nuestro alcance, porque depende de los ciclos cósmicos que llevan funcionando desde que el mundo es mundo, desde hace miles de millones de años.

 

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Geppetto

Falsos aportoles de la crisis climatica y la Agenda 2030 que estan venciendo en toda la linea ante la pastosa pasividad de la sociedad, que es la que paga en pato.
Cuatro golfos con mas caraque u saco de perras chicas se han metido en un bolsillo la sociedad occidental y la estan estrujando hasta destrozarla
Y millones de hombres blancos(el resto no quiere saber nada de esta canallada) del mundo aplaudiendo su propia destruccion como lerdos

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