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Dos consideraciones a la noticia que el 4 de agosto daba Europa Press-Nacional, informando del caso de la etarra Ainhoa Barbarin, a la que el Juzgado de Vigilancia Penitenciaria suspendía la progresión de grado (paso previo para su puesta en libertad), a tenor del recurso de la Fiscalía que se centró en “la deficiente evolución de la interna a la luz de la falta de arrepentimiento expreso y condena de sus conductas”.
1ª. El mero arrepentimiento de lo que se hizo y la condena de su conducta: ¿puede hacer que la pena impuesta no se cumpla en su totalidad?
Aunque no es moral ni jurídicamente aceptable, mucho menos en el caso del terrorismo, la medida de gracia ya venía aplicándose por el Gobierno español a todos los etarras encarcelados, como ahora continúa haciéndose mucho más “entusiastamente” por el Gobierno Vasco desde que el Estado le traspasó las funciones y servicios sobre ejecución de la legislación en materia penitenciaria (Real Decreto 474/2021, de 29 de junio).
2ª. El empecinamiento de no arrepentirse ni la condena de lo que se hizo: ¿pueden actuar en el reo como resortes psicológicos para encontrar alguna razón a la sinrazón o crueldad de su conducta?
Entiendo que la pregunta puede responderse afirmativamente, ya que, el grado de conciencia de la culpa, el dolor que se causó y el peso de lo que se hizo, puede desbordarse de una manera incontrolable y llevar a la persona al suicidio… “…Cuando sienta miedo del silencio. Cuando cueste mantenerse en pie. Cuando se rebelen los recuerdos… Resistiré, erguido frente a todo. Me volveré de hierro para endurecer la piel…”
Apuntadas estas dos consideraciones respecto al tema que nos ocupa. Vayamos a las consideraciones que podemos calificar de generales. Me refiero a las consideraciones que muestran y demuestran la actitud desvergonzada de unos y la condescendencia de otros.
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El terrorismo que ejerció ETA no tiene parangón con ningún otro terrorismo en Europa.
Ni con el IRA, las Brigadas Rojas o la Baader-Meinhof. No tiene parangón, porque España había configurado un sistema territorial que daba una amplia y suficiente autonomía a Vascongadas (a la medida de las aspiraciones nacionalistas vascas) sobre la concesión de competencias y un “concierto económico” privilegiado respecto al resto de las comunidades del Estado. Hablamos, además, de un modelo territorial que no se tuvo a bien cerrar, siendo así, que esa autonomía podía llegar, alentada por sus partidarios, a los que se concede total legitimidad para hacerlo, hasta conseguir la plena independencia del territorio.
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La condescendencia del Estado con ETA sólo puede calificarse de “repugnante”.
A ETA se le concedieron dos amnistías generales y múltiples perdones individualizados a muchos de sus miembros. Concesión que muchos aprovecharon para seguir asesinando. Pero, además de esto, desde el primer momento se le hizo llegar el aviso de que “el día que dejará de matar, la democracia sabría ser muy generosa”. Lo que aprovecharon muchos encarcelados o cansados de matar (el caso “Yoyes” y el de “Soares Gamboa” parecen los más significativos). Una generosidad que ha ido infinitamente más allá de lo imaginado, por cuanto a varios terroristas culpables de diferentes asesinatos, secuestros y delitos de estragos se les ha concedido la más alta condecoración del Estado, la “Medalla de la Orden al Mérito Constitucional”, como son los casos de Mario Onaindia y Eduardo Uriarte Romero, alías “Teo Uriarte”.
Obsérvese que no mencionó a otros tantos a los que también se les ha premiado con la referida Medallita y que actuaron como cómplices, encubridores, simpatizantes o miembros de la incipiente ETA, como sería el caso, entre otros, de Juan Juaristi y Fernando Savater.
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Todos los gobiernos de la democracia han negociado con ETA.
Y si no llegaron nunca a un resultado satisfactorio, no fue por falta de “generosidad” del Estado… ETA dejó de matar cuando decidió y agotó la vía del asesinato, los estragos, el secuestro y la extorsión (850 asesinatos, 2.600 heridos y 90 secuestrados), y optó por la vía política cara a sus objetivos. Que es en lo que hoy se emplea.
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El “buenismo” del pueblo español respecto a ETA no tiene comparación en Europa.
Si el pueblo español hubiese actuado en relación a la gravedad que siempre representó ETA (cualquier español estuvo expuesto de ser asesinado), ¿se hubiera evitado la gran mayoría de las muertes? ¿Por qué resultó tan duro para muchos oídos el lema que algunos manteníamos: “¡Ni olvido ni perdón, ETA al paredón!”!?
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¿Es el olvido lo único que nos puede salvar como colectividad nacional para seguir viviendo?
Está claro que las nefastas consecuencias del tema ETA no desaparecerán de España en muchos años. Sobran hoy, ya sin “peligro” de molestar a los verdugos, todas esas películas y libros sobre el terror impuesto y no enfrentado en su lógica y medida; sobran las llamadas a “internacionalizar la narrativa sobre ETA” a una sociedad pusilánime que no supo estar a la altura de la situación, como hace hoy Matteo Re (La Tercera, ABC, 25 de abril, 2023). Ahora bien, habrá una generación de españoles que pongan al descubierto la ignominia de un terrorismo salvaje al que el Estado no puso freno y ante el que la sociedad no se rebeló. Pero todo esto pertenece a otra generación de españoles. Lo de esta generación es seguir haciendo lo que hizo, seguir metiendo la cabeza debajo del ala. Siquiera sea para seguir viviendo.
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