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Hace unos días, don Miguel Sánchez publicaba en este mismo medio un emocionante y conmovedor artículo titulado “Homenaje a Blas Piñar López”. Mucho comparto con el artículo, por no decir que la totalidad, pero me gustó muchísimo, por su actualidad, el principio, que reproduzco aquí: “En este mundo que vivimos y en otros mundos vividos antes, hay personas, personajes, personajillos y Caballeros, a los que por su prestancia, hidalguía, personalidad, don de gentes, rectitud, sabiduría, poder de comunicación, fortaleza, seriedad y formalidad, con señorío, con contestaciones adecuadas y contundentes, de elevado rango social, …, siempre se les ha llamado por su nombre de pila, pero siempre anteponiéndole el DON […] En el caso de mi Caudillo, ha pasado lo mismo, todo el mundo le conocía, le saludaba y cuando se dirigían a él, siempre como; DON BLAS, sobraba el apellido, todos sabían de quién se trataba, incluso cuando sin estar él presente, en cualquier conversación, su tratamiento era el mismo; DON BLAS”.
Ahora, que padecemos unos políticos que se retratan en estos versos del sainete “la casa de la juerga”, escrito en 1906 por el genial Don Pedro Muñoz Seca “Tengo un borrico canelo/ más sabio que un profesor,/ con orejas de ministro/ y ojos de gobernador./ Rebuzna como si fuera/ asesor ministerial,/ y se come hasta el pesebre/ como cualquier concejal./ Yo quisiera que a mi burro/ lo sacaran diputado,/ porque otros, siendo más burros/ a ese puesto ya han llegado./ Pero temo que de serlo/ vaya a quedarme sin él,/ porque como allí habrá tantos/ no lo voy a conocer”. Y, sobre un desolador panorama de tanto ilustrísimo y excelentísimo borrico endiosado, la excepcional y humilde figura de Don Blas Piñar López es uno de los escasos astros que han brillado con luz propia en el firmamento de los últimos 50 años de nuestra historia.
En efecto, hay hombres que pasan por la Historia y hombres que la forjan y pasan a ella. Sin duda Don Blas Piñar ha sido uno de éstos. Un hombre que profesional y socialmente tenía todo lo deseable, pero que decidió renunciar a su comodidad y consagrar su vida al servicio de aquello que, junto con doña Carmen y su familia, eran sus grandes amores: Dios y España.
De don Blas Piñar, bien podría decirse lo que Sáenz de Heredia dijo de Francisco Franco, que ha sido “Un hombre entero, de vida rectilínea soldada a una razón de ser, que siempre acaba teniendo razón –si no, ahí esté como un ejemplo, sus proféticas palabras en la investidura de Leopoldo Calvo Sotelo- un hombre sinceramente humano que nunca ha jugado a ser un semidiós; que no conoce la palabra “cansancio” y que es, como pedía José Antonio para el dirigente “inasequible al desaliento”, un hombre anclado en su firmeza de servicio, que recibe las mejores compensaciones a su trabajo, de los minutos que él exprime al tiempo para dedicarlos a los suyos y a sus aficiones más entrañables”.
Mucho se podría decir de Don Blas Piñar, hombre de conocimientos y erudición enciclopédica y de una visión clarividente y profética de las cosas, que en 1966 le llevara a fundar Fuerza Nueva y una década después a oponerse primero a la Ley 1/1977, de 4 de enero, para la Reforma Política y, en consecuencia a la vigente constitución. Prueba de su clarividencia es esta fotografía de la campaña de FN en el referéndum de 1978, donde, por desgracia podemos constatar la razón de Don Blas y que no hay nada que no se haya cumplido.
Yo tuve el honor de conocer a Don Blas el 18 de Julio de 1976. Estaba pasando la quincena con mi familia en la residencia para empleados que el Banco de España tiene en Cercedilla, y, casualmente a un amigo de mi padre, que también lo era de Don Blas se le ocurrió acudir a la misa. Por la tarde el compañero de mi padre y su mujer fueron a tomar café con don Blas y doña Carmen y me llevaron con ellos. Ahora, de alguna manera lo recuerdo con pena, pero yo tenía 9 añitos y, como es lógico, más me aburrí que enterarme de nada. Luego sí que le vi en más actos, uno de ellos el que se iba a celebrar en el Teatro Guridi de Vitoria (donde entonces mi padre estaba destinado) pero fue suspendido a última hora, lo que ocasionó que Don Blas fuera al gobierno civil para entregar un sutilmente sugerente rollo de papel higiénico al señor gobernador.
Pero cuando empecé a tratarle de verdad fue en los años 2006 y 2007, cuando la entonces presidente de AES en Navarra, mi querida Carmen Ollo Luna (Q.E.P.D) me consiguió una audiencia privada con Don Blas días antes del gran acto conmemorativo del XL aniversario de Fuerza Nueva. Este trato, si reciente, personal y cercano, me hizo admirarle más aún, porque me permitió descubrir no al Jefe sino a la persona. Un caballero siempre amable, paternal, culto, educado, accesible y, sobre todo cercano a las personas, como corresponde a la caridad cristiana.
Mucho se podría decir de Blas Piñar, que como pocos supo multiplicar los talentos que Dios le dio y exprimir con fruición los 95 años de su edificante vida.
Pero mucho de su ciencia y personalidad está ya en los libros escritos por él, en sus cientos de artículos y discursos y, también, en algunos poemas, como este, que tuve la suerte de oírle recitar en la comida celebrada en el madrileño Hotel Centro Norte, con motivo de su nonagésimo cumpleaños, donde hacía un esbozo de su vida y principios:
El lema “amar y servir a Dios y a España”
algo tiene de Tabor y de Calvario.
Lo teme, sin duda, el adversario
y arde y penetra en la propia entraña.
Quien no lo hace suyo seguro que se engaña,
o bien que se vendió por un denario,
o que estúpido traidor y visionario
se exilió voluntario a tierra extraña.
Nosotros, aunque cambie el calendario
-fieles a lo que hace tiempo ya juramos-
seguimos igual que comenzamos
la marcha por el mismo itinerario.
Cambiaron ellos. Nosotros no cambiamos:
Ni siquiera yo, que soy nonagenario”.
Blas Piñar no cambió, y, como buen católico, que, como humano también pudo cometer errores, seguro que ahora, desde su puesto entre los luceros, estará gozando de la visión beatífica de Dios, a quien siempre tuvo por norte, y que quiere que todos los hombres se salven.
Hasta en sus peores momentos, Don Blas nos dio una lección de fe que no se puede ignorar con la ejemplar resignación de su última enfermedad, que él abrazó con el amor con que se abraza un mártir a la cruz. Cruz que pudo ser su purgatorio en vida, para que al abrir los ojos imperecederos, en 2014 y en el día de Santo Tomás de Aquino, otro sabio ejemplar, contemplara al Padre cara a cara.
Don Blas Piñar, bien podría hacer suyas las palabras de San Pablo en la Epístola a Timoteo: “Estoy a punto de ser sacrificado, y el momento de mi partida es inminente. He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe. Ahora me aguarda la corona merecida, con la que el Señor, juez justo, me premiará en aquel día; y no sólo a mí, sino a todos los que tienen amor a su venida”.
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