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Cuesta imaginar este vertedero de tierra, sin el reciclaje natural que obliga a morir para que no quede amontonada tanta pestilencia viva. El inmenso basurero de las ideas se amontona por las calles en cadáveres con movimiento, estrambóticos, repelentes, odiosos, prescindibles, perecederos. Cuando se leen los periódicos y desfila este conglomerado de noticias apocalípticas en el desorden universalizado de la inutilidad humana, se imagina el anuncio de una guerra con armas de destrucción masiva que alivie esta insoportable presión comandada por una gigantesca horda de gilipollas que lo copan todo. No valen nada. Sobran pero son millones. No por cantidad poseen otro valor que el de sus horripilantes y nauseabundas presencias. Asco dan.
El valor de una vida se relativiza observando el esperpento moral en que se ha convertido Occidente, con la imposición de los demonios arrollando el sentido común, anulando la preservación de los valores inherentes a la evolución con que finalizó el siglo XX. No todo exterminio debería ser malo. El XXI fue el inicio de una revolución de ignorantes alzando la voz y el rebuzno para volcar un resentimiento neurótico que hoy dispersa la inteligencia social. Abanderados de la injusticia reclamando justicia transgresora, en realidad la defensa de los males custodiados por inútiles, acomplejados y abortos andantes en manifestaciones concurridas por zombis sin sesera. Siglo XXI donde muchos de estos imbéciles comenzaron a existir siendo abortados, escupidos por progenitores culpables de haberlos dejado nacer…. Todo se paga cuando se unifican en una plaga repelente estos fracasos humanos del segundo milenio.
Miro el cielo y en el silencio de esa inmensidad imagino otra existencia sin estos demonios prescindibles que dan razón al Apocalipsis con el anuncio de sus desapariciones. Tres cuartas partes a la basura eterna. Para lo que sirven.
¿De dónde sale esa camada de féminas sin identidad que vulgarizan la esencia de la mujer, hasta pulverizarla con hedores repugnantes de radicalidad primitiva? ¿Quién manipula el sentido de la caridad permitiendo que sociedades retrasadas impidan la sostenibilidad de sociedades otrora estabilizadas? ¿Qué clase de papa parece sacado del averno para manipular la fe cristiana? ¿Cuántos políticos han sido comprados para ejercer como estadistas la desintegración de los países que mal gobiernan? ¿Cómo es posible que la ignorancia, la estulticia, la inutilidad de engendros llamados políticos, estén decidiendo el futuro de millones de personas sodomizadas por muertos de hambre con ínfulas de jerifaltes, por la ceguera democrática de los forajidos que los han votado? Me cansa enumerar las arbitrariedades malignas de un mundo extraviado y abocado al canibalismo gracias a los gurús de mierda que preconizan el vuelco de los valores tradicionales para imponer contra natura el sesgo ideológico de una maldad artificiosa y estúpida, aceptada por prosélitos parasitarios carentes de lógica y elemental raciocinio. Plaga de gilipollas, resentidos y consentidos, regurgitados como un vómito del mundo que después de haberlos escupido vuelve a trasegarlos. Repugnantes abocastros del siglo y la sigla veintiuna y veintiuno. Malparidos, malparidas, gilipollas todos.
Acaso lo único cierto y necesario está en el infinito microcosmos e inabarcable macrocosmos que tan ínfima supone en su contemplación la existencia de la Humanidad. Pero el mundo en sí bajo el yugo de la condición humana es un inmenso vertedero de inconsciencia, estupidez, crueldad y constituye un espacio de mentira universal donde nada es lo que parece ser.
Autor
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Editor de ÑTV ESPAÑA. Ensayista, novelista y poeta con quince libros publicados y cuatro más en ciernes. Crítico literario y pintor artístico de carácter profesional entre otras actividades. Ecléctico pero centrado. Prolífico columnista con miles de aportaciones en el campo sociopolítico que desarrolló en El Imparcial, Tribuna de España, Rambla Libre, DiarioAlicante, Levante, Informaciones, etc.
Dotado de una gran intuición analítica, es un damnificado directo de la tragedia del coronavirus al perder a su padre por eutanasia protocolaria sin poder velarlo y enterrado en soledad durante un confinamiento ilegal. En menos de un mes fue su mujer quien pasó por el mismo trance. Lleva pues consigo una inspiración crítica que abrasa las entrañas.
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