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¿Para qué una ley que castiga específicamente por ofender a una parte de la población?

Ejemplo: BOCG, 12=705/2017, Art. 94. Infracciones 2. Son infracciones leves:

a) Proferir, por cualquier medio o procedimiento , expresiones, imágenes o contenidos gráficos de cualquier tipo que sean ofensivas o vejatorias, por razón de orientación sexual, identidad o expresión de género o características sexuales contra las personas LGBTI o sus familiares.

Y las graves por ejemplo serían “reincidir” en lo de arriba.

Luego, si por ley ninguna persona puede ser discriminada por lo que es, ¿a qué se debe especificar ofensas – habría que ver según quién algo es ofensa o no – a un subconjunto de la población?

Eso implica necesariamente dos cosas:

Que una parte de la población vale más que el resto;
Dotar a determinados individuos o colectivos, pertenecientes o no al susodicho, de herramientas y procedimientos para fustigar cualquiera que ose decir cualquier cosa que suponga – ya sabes, la cuestión es para quién y por qué – una ofensiva al destacado colectivo o miembros del mismo.

La consecuencia del b) es que tantísimos – incluidas las personas que como los pensadores, políticos o periodistas tienen la obligación moral de reflexionar y hacer públicos sus trabajos precisamente como una contribución a la sociedad – no solamente que ya ni pronunciarán palabras, ni las dejarán escritas; es que irán más eso: ya ni se atreverán a pensar sobre determinados temas.

De modo que se extenderá una vivencia del terror en las mentes de tantos; tantísimos se verán cohibidos para hablar e intercambiar ideas con normalidad. La sociedad irá perdiendo su vitalidad cada vez más; nos asemejaremos a China actual sin libertad y con millones de cámaras de vigilancia no sea que… O a la URSS en la que un conductor del tranvía al hacer una parada señala con el pulgar hacia su boca que va a beber un poco de agua… y no lo va a decir, no sea que alguien le denuncie por una palabra indebida en su puesto de trabajo. Porque las palabras eran punibles en potencia, y ciertos gestos no. Y así vivía nuestro conductor de tranvía, y del tren, y el profesor, y el vendedor de cuatro productos de la plaza de abastos, y… todos los demás. Hasta los amigos desaparecían de las fotos, sin saber tú si vas a ser el siguiente.

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[Este joven polaco de 15 años está convencido que la suya es la mejor respuesta a los miembros LGBTI a los que solamente Jesucristo puede ayudar. Otros sin embargo, considerarán su actuación «expresión de odio». Si estos últimos tienen el poder, el muchacho no lo tendrá nada fácil]

Y así vivimos nosotros. ¿Quién será el siguiente en ser señalado o denunciado como el ofensor de los (supremos) derechos LGBTI. En el fondo, vivimos con la incertidumbre de ser marcados por los que tienen poder en las instituciones, y muchas.

En resumen, vivimos sin libertad exterior.

Vivimos con la espada encima de nuestra cabeza, si nos atrevemos a expresar nuestros pensamientos.

Pero la libertad es tan valiosa…

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REDACCIÓN