28/09/2024 20:36
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Cada cual ve las cosas diferente; y cada cual arrima el ascua a su sardina. ¿Quién tiene más razón? Empieza Pablo Iglesias con ese tono monacal, que casi da miedo, y tan alejado de lo que en realidad es que da mucho más. Un marxista recalcitrante, hijo de un terrorista, que no se saciaría nunca de sangre como todo comunista. Quien no lo conozca hasta lo puede comprar, aunque ya hay que ser estúpido para adquirir un espécimen así. Vestía chaqueta azul oscuro casi como Edmundo Bal y Gabilondo, en vez de ir todos de rojo excepto Bal, que debiera ir disfrazado de naranja valenciana. Gabilondo, como muy sobrio él y doctoral, con libertad de cátedra, el único de corbata, granate; siendo socialista no necesita muchas presentaciones espirituales, porque fue así como monje con sotana y también profesor, que lo dijo, y daba además de clases unos mamporros en la cabeza a los muchachos que se retorcían en el suelo, llamándole, cromañón, por su gran cráneo ancestral. El apodado coletas llevaba moño subido con unos palitroques como andamio. Su lengua viperina y venenosa no la descansaba mucho y escupía su bilis en cuanto podía. No creo que engañara a más de los que ya le siguen, engañados y pagados, para mantener los chiringuitos feministas, robar todo lo posible, y tirar piedras a VOX.

Mónica García, de «Más Madrid», la «pistolera», ¡qué miedo!, comunista, feminista, progresista, y todas esas hierbas que ni los perros las comen, ataviada de rojo como es debido a su idolología, bailaba más que una liebre ante un cazador furtivo, y repetía que era médico: que Dios nos libre de caer en sus manos temblorosas. Refrendó varias veces, lo del matasanos, o «matasanas», y menos mal que dejó de lucir su falso doctorado que ostentó hasta hace poco. Coincidía en el color de su chaqueta con Isabel Díaz Ayuso, que organizó todo este sarao para evitar que se la jugaran con una alevosa moción de censura a la traición. Comparar a una con la otra es como comparar a San Pedro con un gitano armado, aunque a la Ayuso que disfruta de gran predicamento social, y por aquello de que todo tiene una mancha en medio de su brillo, le cayó encima el lamparón de Pablo Casado que se aprovechará de su éxito. Sabe el palentino que «Roma no paga traidores». Dijo, primero a Abascal al que humilló a más no poder el día de la moción de censura: «Hasta aquí hemos llegado», y hace pocos días, repitió a Pedro Sánchez la misma monserga, para ir después a festejar con él. El que quiera que los compre a los dos. No está por el arrepentimiento ante su gran error, ni se le ha visto amor a la Patria, como debiera, sino el comportamiento imperdonable del extraño animal menos inteligente y más despreciable.

Díaz Ayuso, tuvo la primera refriega con el de Galapagar, y casi quedaron en tablas si no fuera por la sensatez creíble de la Ayuso, ante la cabeza sucia, y llena de odio del moñudo marqués y la repugnancia que causa. El serrano Aristócrata, imprevisible, a veces bajaba el tono en el ataque que casi no se lo oía. Daba pena por su peligro profundo, al ignorar por dónde saltaría nuevamente el tigre. ¡Qué fatalidad!

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Rocío Monasterio, todo humildad como le es propio a los sabios, ataviada de chaquetilla morada, color del enemigo, bien que supo cantarle las verdades del barquero. El cromañón, digo Gabilondo, del que dicen ser más hipócrita que Judas, yacía más sereno y razonable, que una barca varada en la arena de la playa de los muertos. Muy alejado en las formas de su cercana rabo de lagartija, Mónica García, porque Gabilondo ve más desde arriba, y como fue predicador sabe mucho de esto del púlpito. Al final se le vio el plumero, desde abajo, exhortando a la unidad de toda su fatídica tropa para acabar con la foto de Colón que le obsesiona. Había perjurado que no quería ver ni por asomo al marqués de Galapagar, y al final casi le besa en la boca, guarrada que suelen hacer los comunistas. «Querido Pablo, tenemos doce días para ganar las elecciones». Amén.

Rocío Monasterio, la mejor, que intentaron arrinconar como hacen siempre con VOX, puso las cartas boca arriba con los casos reales y penosos de inseguridad, ocupación de pisos, «menas», faltas de libertad, etc., verdades como puños que los demás no quieren ver. Le salió el Coletas por peteneras. Parecía la Niña de los Peines, el dichoso macho Alfa. Y luego Edmundo Bal, virando como buena veleta a la izquierda, esputaba contra Vox sus bravatas. Se refería a ese centro inexistente y engañoso que da bastante asco. Quizá venda la burra vieja a algún cortito de mente. Aterrizó luego la inquieta cantamañanas de «Mas Madrid», soplando datos y cifras que ni ella misma entendía, y luego vino a reforzarla el Chepas que estaba al quite en todos los aportaderos, con su falso tono lento, bronco, bajo y redomado, cubriendo los flancos de los suyos y escupiendo fuego indiscriminado de mortero. Dicen que la pistolera fue la que más habló: hubiera estado mejor callada. A toda esta patulea roja se la conoce nada más oírla hablar y utilizar el lenguaje puerco que se inventan para llamar la atención y humillar. No hace falta verla ni se pierde uno nada. Mientras más lejos del enemigo, más cerca de Dios.

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El debate electoral a seis, de candidatos a la presidencia de la Comunidad de Madrid, tuvo lugar en Telemadrid, el pasado miércoles 21 de abril. Según su colocación (de izquierda a derecha): Pablo Iglesias, Rocío Monasterio, Mónica García, Isabel Díaz Ayuso, Gabilondo, y Edmundo Bal.

El sondeo de Sigma Dos, da por ganadora del debate a Isabel Díaz Ayuso.

 

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