22/11/2024 00:37
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Lleva el país una semana convertida en un gran concurso de Miss «Falsa Libertad de expresión». Cada vez que un joven echa un pie a la calle es asaltado por un avezado periodista que micrófono mediante pregunta: «¿Qué sabes de la libertad de expresión?» «¿Te parece que Hasél debe estar en la cárcel por este motivo?» Llevados por la emoción del momento, que es una costumbre muy española, nos encontramos respuestas de todo tipo. Desde el metafórico «habla, pueblo, habla» granadino hasta los minutos que dejaron hablar en una radio nacional a varios viandantes maduros, el mismo día del entierro del difunto que no es otro que el comercio y la restauración. En cinco minutos dijeron cosas más sensatas que el noventa por ciento de los tertulianos profesionales los últimos ocho días. Pero quizás no le dieron más de cinco minutos, no conviene abusar y estropear un estereotipo conservador en las ideas y progresista en los medios que hoy tiene, según la prensa oficial, tres versiones: el analfabeto indiferente, la antisistema alfa beta derriba gobiernos y el informado y moderado ciudadano que no busca otra cosa que paz y prosperidad.

Es usted, joven, quien debe elegir con qué versión quedarse. La elección eterna, rojo o azul, izquierda o derecha, Madrid o Barcelona. En estas tierras para el águila, que decía Machado de España, un trozo de planeta por donde cruza errante la sombra de Caín, cada vez queda menos espacio para el gris. El resultado es que ya han ganado los antisistema. Todos y cada uno de los medios oficiales quieren que ustedes se fijen en el dedo en vez de en la Luna. Poco importa que organismos «tan poco sospechosos» de tener un «odio visceral al capitalismo» como la CUP o los anarquistas antisistema muestren la luna por la que claman desde que comenzó esta estafa; cientos de personas jóvenes en las calles y algunos niñatos de edades tempranas y sin mayoría de edad. El problema son los peligrosos antisistema, de los que rápidamente el Telediario que pagamos todos dio un cumplido retrato robot dando información sesgada de las verdaderas intenciones del androide Echenique a la incitación a la violencia y su justificación por parte de los aliados del Ejecutivo mixto social-comunista con salvedades. En serio, el gobierno es una caja de grillados.

El peligro que nos azota lleva «trencas con capucha, palestinas y ropa oscura», según un portavoz policial. Yo mismo tengo una trenca con capucha, pero para cubrirme del frio polar de Burgos. En cuanto a mi capitalismo, pues tengo días. Ya es triste que la madre de estos tipejos se haya tenido que enterar por el Telediario de que su hijo es un antisistema. Para rematarla, un funcionario de la Policía se convirtió en portavoz del venezolano Nicolás Maduro. Como en Venezuela, la peligrosa horda de niños vestidos con trencas con capucha quiere desestabilizar el sistema más de lo que está, pero en sentido contrario. Ahí tienen, en un eje Madrid-Caracas, la ansiada cuadratura del círculo. Viene el lobo fascista, corran a esconderse, aunque el lobo lleve tiempo entre nosotros vestido de trenca con capucha. Desde aquí se lo digo, señor Marlaska, si quiere ver trencas con capucha desestabilizadoras, pásese una tarde a partir de las ocho por las calles adyacentes a la madrileña Plaza de Sol o los céntricos bulevares de Barcelona, Vich, Gerona, Valencia…etc.

Pero resulta que soy vasco. Toda la vida siendo una versión edulcorada de «mira estos tontos de la esquina» que no se apuntan a la borroka, y justo ahora los catalanes han montado la resistencia. No deja de ser curioso que lo que no han conseguido hacer en las últimas décadas en las calles de San Sebastián desde que los padres pagan las multas de la borroka lo hagan ahora en Madrid y otras ciudades de la piel de toro. Terrorismo de exportación masiva son las nuevas estrategias de ataque la democracia; hay un antisistema en la luna. El fenómeno de «Resistencia antisistema» va camino de convertirse, como el del huevo y la gallina en dilema universal. O en un club salido de una novela de Chuck Palahniuk donde la primera regla es no hablar del club e incluso negar su existencia. No sabemos qué fue antes, si la resistencia o la incitación de robocop picado directamente por un periodista de Madrid. Como en tantas otras cosas, qué sabremos de nada los que somos sociólogos vacos que, además, pasamos buena parte de nuestra adolescencia en la observación de algunas de esas herriko tabernas que sirven bebidas alcohólicas de bajo contenido en alcohol pero que en cantidad suficiente irrita el ánimo.

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Algo hemos mejorado y mucho empeorado respecto al respeto a los principios de autoridad, propiedad privada, libre circulación y un gran etcétera. A los españoles de dudosa reputación antes les paraban en las carreteras en busca de drogas o tabaco o trata de blancas, ahora por ser «sospechosos» miembros de la violencia antisistema, no les paran ni les detienen las Policías autónomas por orden de quien tiene la obligación de mantener los derechos de la mayoría pacífica, compuesta de buenos y trabajadores ciudadanos a los que destrozan sus, pocos ya, medios de vida.

Enrique Area Sacristán.

Teniente Coronel de Infantería. (R)

Doctor por la Universidad de Salamanca.

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REDACCIÓN