21/11/2024 11:31
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Francisco Crespo. Ingeniero de Caminos, especialidad energética. Ha escrito un libro muy vendido, titulado «La oración mental».

¿Cómo nació su inquietud por hacer bien la oración?

Estudiando 2º curso de Caminos en Valencia, decidí que tenía que procurar que mis amigos se acercaran a Dios. Para lograrlo, sabía que lo más eficaz era la oración mental. Es decir, la que practicaban y enseñaban los primeros cristianos -cfr. Hc (10,9), Hc (8,26)…-. Así que le pedía al Señor que me enseñara a oírle. Seguí los pasos que aconsejaba Santa Teresa de Jesús -Libro de su vida c. 4, n.7-, pero sin resultados. Él guardaba silencio, o bien aparecían en mi mente palabras que, luego, comprobaba que no procedían de Dios. Me enfadé un poco: «Esto es insostenible -le dije-. Intento ayudarte, y Tú me ignoras: no sé distinguir si lo que aparece en mi mente es tuyo, de mi cosecha, o del diablo -que no siempre dice cosas malas o sugiere pecados-«. Desde ese día, noté que Él me enviaba ideas sobre cómo alcanzar certeza en la oración mental. También me hizo toparme con las personas adecuadas. Al terminar un curso de retiro espiritual en el Santuario de Torreciudad, regresé en coche. Mi acompañante era guardia civil y me contó cómo hacía él su oración mental.

Debido al ajetreo físico de su trabajo, suele dormir con una paz envidiable. Aun así, y sin que haya dado con una explicación concluyente, es rara la noche en que no se despierte entre las dos y las cuatro de la madrugada, por lo general una sola vez. De ordinario, sale del lecho, busca ropa de abrigo y, sentado frente a una mesa, es meticuloso al recoger su alma hasta ponerla junto a Dios. Acto seguido, redacta cuantos pensamientos se le inspiran en la paz de su oración mental. El tema preferido de esas charlas gira en torno a la gente tratada o a su modo de mejorar la propia vida interior, pero aquella vez no fue así.

-Apóstol mío -anotó en su libreta-, quiero que pidas tres días de permiso en tu trabajo, viajes a Ávila y busques a la Superiora del Convento de las Carmelitas Descalzas. Ella te dirá lo que necesito que hagas. Es muy probable que, si se está poco habituado a la oración mental segura, no se dé crédito a la autenticidad de un mensaje así y lo acuñemos como de elaboración propia, o quizá se cambie de tema para dar entrada a los asuntos personales. Ambas decisiones brindarían una salida cómoda y airosa en apariencia. Pero en realidad equivalen a lo que solemos definir con «taparse los oídos».

El protagonista de esta historia real no actuó así. Después de asegurarse en otro rato de oración, ofreció a su mujer la posibilidad de acompañarle a Ávila en un viaje «que debía hacer»; de ese modo, lo aprovecharían para descansar. Ella, además de excursionista consumada, siempre se mostraba respetuosa con las obligaciones laborales de su marido y no puso reparos.

Era previsible que la visita de un desconocido con ganas de hablar fuera argumento insuficiente para que la Madre Superiora rompiese la clausura, pero debía intentarlo. Todo en vano: la monja encargada de las visitas comunicó que no podría ser recibido en aquel momento. Probó de nuevo, por la tarde, sin éxito. Por la mañana, se presentó ataviado con su uniforme de trabajo, tricornio incluido. La Priora, con cierto sobresalto, acudió apresurada a recepción.

-Ave María Purísima. Usted dirá. ¿Hay algún problema?

-Sin pecado concebida. En absoluto; no se preocupe. Soy «X» y he venido para que me diga qué es lo que quiere de mí.

-Perdón, ¿cómo dice?

-Verá: vivo en Valencia y acostumbro a practicar la oración mental por las mañanas, en mi casa. Hace días, noté que el Señor me pedía que viniera a Ávila a preguntarle a usted qué necesita de mí.

El asombro que la palabra «Valencia» había provocado en aquella religiosa le impidió reaccionar durante varios segundos.

-Perdone mi desconcierto. Tiene usted razón. La semana pasada nos regalaron una figura de porcelana de gran valor y el donante puso dos condiciones para desprenderse de ella: que se destinase al Convento que tenemos en Valencia y que no utilizáramos empresas de transporte. Durante todos estos días, hemos estado buscando a alguien de confianza que pudiera llevarla y parece que mis oraciones han sido escuchadas. Usted, por su profesión, y por el modo de conocer nuestra necesidad, es la persona idónea.

Al desembalarla en Valencia, el guardia civil exclamó admirado ante una imagen tan grande y conseguida de la Sagrada Familia. Y como Dios no se deja ganar en generosidad, después de pocos días, se alegró mucho al recibir una copia, más pequeña, del mismo artista. Éste, informado por las monjas, decidió regalársela. Y recuerdo su comentario en el coche: «Siempre que obedezco a Dios en estas mociones, me lo paga generosamente».

Tal vez nos parezca difícil obedecer así a Dios contra los dictámenes del sentido común, confiar de ese modo en los pensamientos recibidos en la oración sin someterla quizá a un proceso frecuente de prueba y error. Pero no es así. Si nos hemos recogido bien, como después diré, superemos con rotundidad la tentación de la desconfianza en las inspiraciones, poniendo todo el interés en lo que comunica el Espíritu Santo. Así, actuaremos como el joyero cuando recupera, pinza en mano, un zafiro de gran valor de entre un montón de fragmentos de cuarzo y polvo que ensucian el suelo de su taller.

En sus vídeos y foros aparecen muchos testimonios sorprendentes. No pocos milagrosos. Podría mencionar algunos?

Mira lo que decía una madre: «Hago oración mental desde hace 2 años y los frutos que he obtenido en estos 2 meses de oración de esta manera son muy superiores a los que obtuve tiempo atrás».

Otra mujer: «Estoy casada. Tengo tres hijos, y un buen trabajo que me da mucho dinero y tranquilidad externa. Pero no soy feliz. Espero que la oración mental que explicas me ayude a serlo». Y un mes más tarde me dijo: “Sigo haciendo mi oración mental y ya voy notando sus frutos. Uno de ellos es la paz interior que voy encontrando; otro que, cuando le pido a Dios algo, con intensidad y recogimiento, sucede. Me siento más amada y más tranquila. También fui a confesarme ayer que hacía mucho tiempo que no lo hacía. Fui a la Iglesia del Remei, cerca de Grabador Esteve, en Valencia. Simplemente, quería transmitirte que te quedo muy agradecida de todo lo que me has enseñado. Gracias”.

O este padre enemistado durante años con su hija que estudia en el extranjero. Sin saber cómo recuperarla, hizo 30 minutos de oración mental, de esta calidad que explico, durante una semana y, a continuación, recibe este whatsapp de su hija: «Hola papi; perdón que te escriba tan tarde, pero es que he tenido una pesadilla en la que te morías, y estoy muy muy triste. No te lo digo mucho, y siempre te estoy riñendo, pero quiero que sepas que te quiero muchísimo. Que eres un hombre, marido y padre fantástico y que son infinitas más las cosas que haces bien. Eres el sostén de esta familia por tu generosidad, tu sensibilidad, tu disponibilidad, tu serenidad y tu entrega. No puedo pensar en un padre mejor. Y el día que Dios quiera llevarte, que espero que sea aún muy tarde, tendremos las tres un tesoro en el Cielo que cuide de nosotras. Gracias por todo».

El Señor desea tanto que le oigamos con esta calidad, necesita de tal modo de nuestro tiempo diario de diálogo para salvar almas sin méritos, que está dispuesto también a conceder favores extraordinarios si logra nuestro compromiso de perseverar. Mira lo que sucedió con un niño de 13 años, ¡que no sabía ni el Avemaría! Durante un viaje a mi ciudad natal, pude conversar con él y explicarle que todos sus problemas tienen solución si hace oración mental. Como yo no disponía de mucho tiempo para detallar, le envié por whatsapp un resumen que tengo en mi blog: «Escribe en Google: oración mental aprender 5 minutos». Pasado un mes, me dijo lo siguiente: «Mi perrito estaba muriéndose. Tumbado en el suelo de la sala de estar. Tres días sin comer. Lo llevamos al veterinario. Dijo que tenía leishmaniosis; enfermedad incurable. Y que se lo habíamos llevado demasiado tarde. Que le pondría una inyección letal para que no sufriera. ¡Le dije que no! ¡Que me lo llevaba a casa! En ese momento, recordé lo que me dijiste sobre la oración mental y entré en tu blog. Me recogí despacio en mi cuarto: atenuar cuatro pasiones (ATAT) diciendo «ten Misericordia» y «confío en que me ayudarás a calmarme». Entonces escribí en mi móvil: «Si te comprometes a seguir orando así toda tu vida, Yo curaré a tu perrito». Me costó la decisión, pero la tomé. Fui a la sala de estar y el perro continuaba inmóvil. Me quejé en mi cuarto: «Me has dicho que lo curarías». «Sí. Calma. Continúa orando». Fui a la sala de estar y el perro me recibió con un leve movimiento de rabo. Volví rápido a mi cuarto para seguir escribiendo en mi móvil. Al cabo de un rato el perro ya movía sus orejas e incluso hacía esfuerzos por levantarse. Pasados unos minutos caminaba despacio detrás de mí por el pasillo, de camino a la cocina, en donde estaba mi madre. Alucinaba, porque le dije que lo había curado con oración mental».

Sin oración no hay salvación…y de la calidad de la oración depende nuestra santidad…

Así es. La calidad de la oración es mucho más importante de lo que la gente cree. El Santo Cura de Ars decía: «Todos los males que nos agobian en la tierra vienen precisamente de que no oramos o de que lo hacemos mal» (Sermón sobre la oración, Carvajal, antología de textos n. 3748). Explicaba, como causa y origen de nuestras desgracias, el haber maltratado a Dios por falta de oración. Y ponía al mismo nivel, hacer mal la oración, que no hacerla. Esto lo he comprobado personalmente en mi vida y en la de los muchos que me escriben. Esa frase del Cura de Ars, «hacer mal la oración» significa conformarse con el nivel que se tiene sin mejorarlo: peticiones insistentes, abuso de la lectura, proponerse metas en vez de oírlas de Dios, falta de esfuerzo por sacar tiempo suficiente de oración mental, incluso asistir diariamente a Misa -la mejor de las devociones- pero sin prepararla con minutos suficientes de recogimiento previo y silencio. Todo esto es «hacer mal la oración» porque se da prioridad a lo externo antes que a la atenta escucha de lo que el Señor quiere.

Falta verdadero amor a Dios. Es decir, se está faltando al 1º y más importante de los Mandamientos. El Señor, no lo castiga; pero, habitualmente, retira su consuelo. Al faltar verdadera oración mental, aparecen a menudo pecados graves, que equivalen a expulsar totalmente al Espíritu Santo del alma. Y Jesús espera y espera a que cambiemos. Pero como es Bondadoso y Cortés, acaba concediendo lo que tanto deseamos con nuestras obras: que nos deje en paz y que vaya con sus monsergas a otra parte. Cuando aleja su auxilio continuo de nosotros, sólo lo hace un poco pero, al estar ya algo desprotegidos de la gente y del diablo, es suficiente para que nos lluevan las desgracias. La solución a nuestros problemas es habitualmente la misma: hacer oración mental de alta calidad y durante suficiente tiempo cada día.

¿Cuánto tiempo se requiere de oración mental diaria para salir de esas situaciones trágicas?

Depende de las personas y de la afición a pecar que tengan pero, tras observar tantos casos prácticos que me cuenta la gente, he llegado a la conclusión de que, con una hora diaria de oración mental de alta calidad se solucionan la mayoría de los problemas graves. También los físicos y materiales. Algunos me dicen: «¡Pero si el Señor permite también que sucedan desgracias a la gente buena, que reza y comulga todos los días!» Y tienen razón. Dios utiliza el sufrimiento de la vida y de nuestros errores para purificar el alma de la gente buena y restarles tiempo de Purgatorio. Este «lugar» es el remedio de Dios para los que mueren sin pecados mortales, pero también sin tener méritos suficientes para entrar en el Cielo. Sin embargo, cuando el Señor ve hacer oración mental de esta calidad que explico a alguien, de Misa y rezos diarios, con su Poder, sustituye esas grandes desgracias purificativas, por pequeñas contrariedades muchísimo más suaves. Lo único que pide a cambio es nuestro compromiso de seguir orando mentalmente así de bien. Según los casos que me cuentan, de momento, en cinco años, ha funcionado el 100% de las veces.

Un ejemplo: un ingeniero industrial al que conocí en uno de mis cursos de oración mental. Llevaba tres años en el paro. La que llevaba dinero a su casa era su esposa, que fregaba y limpiaba en distintos edificios. Estaba desesperado. Le pregunté: «¿Has pedido a Dios que te dé trabajo?». «Diariamente: durante la misa diaria y oración mental de 60 minutos». «Pero, ¿hacías la oración mental como os he explicado aquí?». «No. Leía un libro llamado Hablar con Dios y trataba de aplicarme lo que decía». «Ve ahora mismo al oratorio, libreta en mano y, tras recogerte como he explicado, dialoga por escrito con Jesús cariñosamente, y pidiéndole, sólo una vez, que te saque del paro».

Lo hizo durante una hora. Me enseñó su libreta. Había redactado una especie de monólogo en el que contaba su vida a Jesús y le pedía, finalmente, trabajo. Le comenté que sustituyera la redacción en primera persona por frases salidas de la Boca de Dios. Lo hizo y, a los diez minutos, le llamó su madre.»Víctor! Te ha llamado una constructora para que les calcules un puente peatonal de madera para cruzar un barranco. Llama por favor a este teléfono». El presupuesto de ejecución material fue de 2,3 millones de €; el 2% se lo quedaba él, como beneficio industrial. Al cabo de media hora, llamaba su padre.»Víctor te han vuelto a llamar otra vez. Una constructora que necesita que calcules y hagas el proyecto de un cable de alta tensión enterrado desde una central eléctrica hasta un pueblo. Llama a este teléfono». El PEM fue de 173.000 €; el 2% para él. Había resuelto sus problemas económicos sobradamente y en menos de una hora. Así premia Dios las mejoras en la calidad de la oración.

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Pero, ¿no es oración mental leer libros buenos, como el Evangelio, y meditarlos, para aplicar el contenido a uno mismo, mejorando la propia alma?

Eso que explicas no es oración mental. Es lo mismo que hacía ese ingeniero en el paro: «lectura meditada». La «lectura meditada» está en el 2º grado de la oración, de los nueve que estableció Santa Teresa de Jesús. Es decir, se trata de un nivel de principiante. Algo agradable a Dios, pero que pronto deja de premiar: de ese modo suele incentivar para que ascendamos a los siguientes grados.

Ese ingeniero también pedía insistentemente a Dios por encontrar trabajo. Esto se llama «oración vocal»; el 1º grado de los 9, y muy distinto del 4º grado que es la «oración mental». La «oración vocal» es hablar a Dios, mientras que oración mental es oír a Dios; y es tan importante, que se sitúa inmediatamente antes de la fase contemplativa: grados 5º al 9º (recogimiento pasivo, quietud, unión, éxtasis, oración esponsal). Estos cinco, son niveles que requieren intervención extraordinaria de Dios. Se llega a ellos, «habitualmente, por acumulación de oración mental», dijo textualmente Santa Teresa de Jesús. El 3º grado es la «oración afectiva», que se practica mucho en Emaús y Hakuna: el Santísimo expuesto, a oscuras con un foco que lo ilumina; música espléndida que mueve el corazón; silencio.

Pero, ¿por qué es tan importante para Dios la oración mental? Lo que has explicado antes sobre conseguir méritos para librarse del Purgatorio o para salvar gente mala que muere, ¿no se lograría más rápidamente con obras de caridad?

No. Cuando se ha estudiado Teología, recuerdas con más frecuencia que la oración mental es uno de los mejores modos de cumplir el primero, y más importante, de los Mandamientos de la Ley de Dios: «Amarás a Dios sobre todas las cosas». No eres caritativo con un hombre cualquiera, sino con Alguien Infinito. Como se comprueba en la práctica, oír a Dios o a su Madre es mucho más importante que hacer obras buenas con el prójimo. Además, es el mejor medio de lograr fuerzas para cumplir fácilmente los restantes Mandamientos: amar a los que nos rodean, aprovechar la Misa, no robar, no mentir, guardar la pureza sexual… Nos deberíamos confesar todas las semanas, en primer lugar, de no haber practicado la oración mental. Es decir, de no haber oído, amado y obedecido a Dios diariamente. Y confesar esta importante omisión, muy por delante de otros pecados que parecen más graves.

Has utilizado repetidamente la expresión «oración mental de calidad». Explícame, en síntesis, cómo debo hacerla para que sólo me hable Dios.

1. Recogimiento del intelecto. Cada pasión que detectes en ti, como alegrías, tristezas, anhelos o temores (ATAT) -examen de oposición, hipoteca que vence, el gasto desbocado…-, conviene calmarla: dirígete, en cada una de ellas, a Dios con dos frases, repetidas de corazón varias veces: «Ten Misericordia de mí, cálmame esta pasión» y «Confío en Ti y en que me vas a calmar esta pasión». Aunque continúes recordando el problema, te tranquilizarás en el 100% de las veces; al menos, de modo suficiente, como para oírle en tu intelecto con seguridad.

Dedica a lo dicho arriba unos 3-4 minutos. Pero sugiero que, durante toda la oración mental, además de dialogar, eches un ojo para observar si aparecen nuevos anhelos y preocupaciones. En ese caso, repite el recogimiento de este número 1.

2. Recogimiento de la voluntad. Para lograrlo, procura desear obedecer a Dios en todo aquello que le vayas a preguntar; especialmente si te responde lo que no te gusta. Si te fallan las fuerzas, pide ayuda a Dios con las dos frases de arriba. Cuando ya te notes bien dispuesto, ve al siguiente paso.

3. Piensa y escribe, en un bloc o en tu móvil, la pregunta concreta que quieres dirigir a Dios (o a la Virgen, o a San José…), pero hazlo lo más simple y brevemente posible. A continuación, observa en tu mente los pros y los contras, y no en tus oídos. Dios habla por medio de nuestro raciocinio, y muy poco a nuestros tímpanos. Al mismo tiempo, escribe en tu libreta, en Boca de Dios, esos pros y contras, y la conclusión que deduces comparándolos.

4. Confia en tu oración mental, más que en lo que ves con tus ojos. Ten seguridad de que te ha hablado realmente el Señor. Esto no sale solo; debes procurarlo interiormente. Así, agradarás mucho a Dios, que se sentirá realmente escuchado. Por eso es la condición más importante de las cuatro.

Un ejemplo de oración mental:

Martes 23.I M: (He vuelto a tener problemas en el trabajo, María. Ese compañero me pone de los nervios. El caso es que le he puesto en su sitio. ¿Tengo que pedirle perdón?) ¿Has probado a sonreírle cuando llega por las mañanas? Quizá tenga problemas que tú no sabes. Inténtalo y mañana me cuentas cómo ha ido. Me gusta que seas comprensivo (…).

Como ves, la «M:» del comienzo es porque he elegido dialogar con Santa María. Lo que yo pregunto, lo sitúo entre paréntesis, para distinguirlo de lo que me responde Él, que lo redacto «saliendo de su Boca».

¿En qué te basas para pedir confianza total en la propia oración mental a quienes calmen sus pasiones y deseen obedecer a Dios?

Me baso en lo que ha enseñado la Teología Espiritual desde los primeros tiempos: que, para oír a Dios, se requiere recogimiento. Sin esto último, como intentan muchos «iluminados», sería incluso peligroso confiar en los propios pensamientos y deseos.

El alma humana tiene una parte espiritual (inteligencia y voluntad) que subsistirá cuando muramos, pues no dependen del cuerpo. Y otra parte que depende de órganos físicos: son los sentidos internos (memoria sensitiva, imaginación, sentido común, estimativa,…). Los sentidos internos son activados por estímulos eléctricos en nuestro cerebro, por fotones en nuestros ojos, por ondas acústicas en nuestros tímpanos, etc. Santo Tomás de Aquino, el Doctor de la Iglesia más importante de entre los 36 con esa distinción, dijo que nadie, salvo Dios, puede controlar internamente el intelecto y la voluntad del alma (Suma Teológica I, q. 57, a. 4).

Tampoco los ángeles, que «no son capaces de infundir pensamientos causándolos interiormente» (S. Teol. I, q. 111, a. 2). Es decir, ambas potencias espirituales son un smartphone de alta gama que Dios mete en cada alma que crea. Como la madre que introduce un móvil en la mochila del hijo para hablar con él cuando se va de campamento. Pero, con el primer pecado de la humanidad (original), ese smartphone quedó dañado. Por eso, Santo Tomás, matizaba: «Los ángeles, tanto los buenos como los malos, con su virtud natural, son capaces de excitar la imaginación del hombre (…) y cuanto tiene movimiento local» (a. 3). Por suerte, las dos potencias espirituales del hombre (inteligencia y voluntad) no tienen movimiento local, pero sí las restantes potencias descritas antes. Y dice después: «El diablo enciende los pensamientos en cuanto que, por medio de la persuasión o excitando las pasiones, instiga a pensar o a desear lo pensado» (S. Teol. I, q. 111, a. 2, o. 2). Es decir, la oración mental requiere que nuestras pasiones se calmen porque, de otro modo, dan entrada al diablo en nuestros pensamientos y deseos. Esto se llama recogimiento del intelecto.

También es necesario el recogimiento de la voluntad. Es decir, el desear obedecer a Dios en lo que vaya a decir. Cuando Jesús dijo «sin mí no podéis hacer nada» (Jn 15,5) quería aclararnos que estamos totalmente incapacitados para cualquier obra o deseo bueno sin asistencia divina. También lo entendió así San Pablo cuando explicaba que «nadie puede decir: Señor Jesús, sino por el Espíritu Santo» (1 Co 12, 3). En otras palabras, cuando deseamos «obedecer a Dios en lo que nos vaya a decir», es Él mismo quien me provoca ese deseo, y también ese otro afán, de bondad extraordinaria, que es el de oírle. Si es verdad que ambas mociones provienen de Dios, ¿en qué mente cabe que el Todopoderoso permita que le suplanten o que deje hablar simultáneamente a intrusos, incluidas mis propias ideas? Ni siquiera Dios puede actuar y, al mismo tiempo, no hacerlo (q. 9, a. 1), engañarse o engañarnos. Iniciar una actividad y, de inmediato, abandonarla arrepentido. Por eso, lo que oiga en mi oración mental tras este deseo real de obedecerle, procede de Dios y no de mí mismo.

Supongo que, tomando esas medidas de seguridad, habrás encontrado gente que se equivoque. ¿Podrías decirnos los fallos más frecuentes?

El más frecuente es encontrar a gente que, aún conociendo la importancia del recogimiento del intelecto, hablan y hablan con Dios sobre su necesidad apremiante de dinero, de encontrar novio,… no se dan cuenta de que, tratar demasiado sobre esos temas, significa llenarse de anhelos, que es una pasión. Es decir, escriben en su libreta diálogos, muchas veces falsos, porque no hay recogimiento del intelecto. Lo mejor es tratar sobre otros temas y esperar a que Dios solucione eso que deseamos tanto, pues, si se persevera en la oración mental que explico, lo hará; como he comprobado tantas veces.

Otro error frecuente es confundir la medida de seguridad n. 3, pensar y escribir, interpretándola como imaginar y escribir. Uno de los que viene a verme, me preguntó si podía apuntarse a clases particulares de pádel. Le sugerí que preguntara al Señor en su oración mental. Me contestó que lo haría y, al cabo de una semana me dijo:

-El Señor me ha contestado que sí.

-¿Y cómo sabes que ha sido el Señor quien ha hablado?

-Porque al recogerme vi, delante de mí, una raqueta de pádel gigante.

-Podría ser, pero dudo de que te lo haya dicho Dios. No suele hablar así. Prefiere que razonemos sus respuestas y no que utilicemos la imaginación repentina, sin previa elaboración razonada: horarios, entidad del gasto, opinión de tu esposa, hora de llegada a casa…

-Bah! Eres demasiado académico.

Y se apuntó a las clases de pádel. Me contó después que sólo asistió a la primera, pues en el trabajo le dijeron que debía alargar su jornada laboral dos horas cada tarde, porque peligraba la empresa.

Se pueden usar la imaginación, la memoria sensitiva (recuerdos) y otros sentidos internos y apetitos sensitivos, pero como apoyo a un razonamiento previo. Así, el diálogo divino resulta seguro (S. Teol. I, q. 57, a. 4), sin exponernos al poder del diablo, p. ej., sobre nuestra imaginación.

Otros, no ven nada en su mente tras preguntar algo al Señor. Sucede porque esperan iluminaciones repentinas, flashes sobrenaturales, inspiración instantánea. Aunque Dios habla también así a los hombres, con flashes instantáneos en el intelecto, los utiliza cuando el nivel de oración ha crecido ya un poco. Es un regalo importante que no tiene por qué conceder a todos, ni a todas horas. Solución: preguntarle algo y pensar, nosotros mismos, la respuesta a nuestra propia pregunta. Si se ha cuidado el doble recogimiento previo, la contestación divina no será de nuestra cosecha, sino de Dios. Es decir, debemos pensar y amar, y no silenciar nuestra razón.

Otro fallo muy frecuente es que, por pereza, se utilice poco la escritura durante la oración o se escriban sólo los propósitos finales de mejora, etc. Conviene redactar todo el diálogo anotando incluso nuestras preguntas. Mantendremos así la calma de las pasiones todo el tiempo de la oración y, cuando pase el tiempo, recordaremos lo que nos ha dicho. Y, sobre todo, agradaremos a Dios muchísimo más que si no escribimos, porque «Le hacemos importante», como sucede en las lecciones magistrales. Tampoco conviene tratar sobre asuntos futuros, especialmente si nos preocupan mucho, porque son ideas que suelen aparecer en nuestra mente cuando está faltando el recogimiento. También porque, salvo que tengamos el don de profecía, al Señor no le gusta hablar de lo que sucederá, según dijo a sus discípulos (Mt 24,36).

Otro fallo es hablar poco en nuestra libreta o móvil sobre lo que más suele agradar a Dios: nuestra propia vida espiritual (rezos pendientes para ese día, misa, evitar pecados, confesión frecuente,…), y sobre nuestros conocidos, para acercarlos a Dios enseñándoles a hacer oración mental. Según mi opinión, son los dos asuntos preferidos por el Cielo. Si se tratan a menudo, Él estará también más predispuesto a concedernos esos otros favores, a veces extraordinarios, que necesitemos.

Según tu opinión ¿cuáles son los favores más difíciles de conseguir con la oración mental?

Si se practica una hora diaria de oración mental de la que he explicado, no hay problema difícil de solucionar. Pero, como quieres que concrete, diré que arreglar disoluciones matrimoniales. Esto me recuerda que hay otro error muy frecuente: la inconstancia en esa hora diaria de oración mental que aconsejo. Para ilustrarlo, contaré un ejemplo real.

Una esposa que comenzó a orar mentalmente hace tres años, con 4 hijos, y llevando 22 años casada con el mismo hombre. Vivían en Alemania. El esposo es no católico y le engaña con una mujer 20 años menor. Ella aprende con mi podcast enviado por su hermano. Es irregular en la práctica diaria de la oración mental y, además, escribe poco, pero consigue un sí de su marido a pasar las vacaciones juntos, algo muy sorprendente para ella. Allí no hace la oración mental diaria escribiendo en su libreta y, al regresar, su esposo vuelve con la querida y decide irse a vivir con ella y abandonar a su familia. Finalmente, con la ausencia del marido en casa, la hace regularmente durante 1 mes, y redactando las inspiraciones en Boca de Dios: “Tengo la gran suerte de que, a 10 minutos de mi casa y desde hace una semana, hay adoración perpetua. Me apunté de suplente. Estoy yendo en cada momento libre y aprovecho para hacer oración mental. El domingo estuve varias horas orando también. Llevaba ya 2 semanas con mucha tristeza; había llorado mucho y todo se lo ofrecía a mi Señor. Cuando se fue mi esposo a vivir a casa de la querida, me quitó un montón de trabajo. Así que he tenido más tiempo: lo aprovecho para hablar con Dios. Durante la oración mental Dios me dijo que, <<para que tu esposo deje a su amante, os tenéis que mudar a otra ciudad>>. Así que le propuse a mi esposo irnos a vivir a México. Se quedó en shock; no me contestó nada. Hace unos días me contó que había estado trabajando en Barcelona. Me preguntó si me gustaría que nos mudáramos en el verano del 2023 a esa ciudad, que es cuando nuestro hijo mayor acaba el bachillerato. Incluso me ha mandado opciones de casa. También vio a qué escuela y club de tenis irían nuestros hijos. Gloria a Dios que escucha mi oración. Que Dios te bendiga. Sigo rezando por ti. Me voy a la adoración”. Cuando hacía irregularmente la oración mental, su esposo se alejaba de ella. En cambio, cuando perseveró en la hora diaria, recuperó su matrimonio. Estas recuperaciones de matrimonios son verdaderos milagros. Los terapeutas consiguen muy pocas. Yo ya he visto 13 de 13; tan solo enseñando a orar mentalmente a uno de los dos cónyuges.

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Por eso, el principal propósito es que, por ejemplo, uno decida ponerse el despertador, una media hora antes de lo habitual todos los días para hacerla sin falta por la mañana y por escrito. Suele ser un error pensar que, por la tarde, se hará lo que no se haya conseguido por la mañana. Al que madruga, Dios le ayuda. Por la tarde sugiero también que se haga siempre la media hora escrita antes de salir a trabajar. Lo ideal es que, además, por la tarde, se acabe pronto el trabajo para ir a una Iglesia abierta y hacer media hora frente al Santísimo. Con esa media hora de oración mental frente a Jesucristo, se gana, además, indulgencia plenaria.

¿En qué medida le tranquiliza que, esta doctrina, tenga el visto bueno de varios sacerdotes?

Es así como dices. Al no ser doctrina mía, sino algo practicado por los primeros cristianos, mi labor ha consistido en descubrir los textos en los que los santos explican el porqué del recogimiento y de lo fiable que se vuelve la oración mental. Actualmente sé de varios sacerdotes que ya hablan, en sus parroquias o en Internet, de la necesidad de oír a Dios practicando oración mental. Además, me llevé una gran alegría al saber que una institución de la Iglesia, como es el Opus Dei, tan conocida por su rigor doctrinal, había incluido mi libro «La oración mental» en su relación de textos de espiritualidad aconsejados para la lectura de sus miembros, algo que hace con muy pocos.

Háblenos de su libro «La oración mental».

Es actualmente el más vendido de la Editorial Cóbel, que distribuye mucho en Hispanoamérica. Cuando se publicó, me dijo el dueño de una de las librerías París-Valencia: «Lo tengo en el expositor de la entrada, junto a libros no religiosos. Como tiene el título grande, entran desde la calle y preguntan por él. Es de los pocos que, cuando lo ojean, deciden comprármelo casi siempre». También fue, durante unas semanas, el libro más vendido en la sección de temática religiosa de Amazon. Contiene muchas anécdotas de personas reales que oran mentalmente; es de lectura entretenida.

¿Cuándo decidió difundir lo esencial del libro de forma más abreviada y accesible en diferentes plataformas?

Cuando vi tan buena acogida con mi libro, pensé que la gente estaba hambrienta de hablar con Dios y de, sobre todo, oírle. Le pregunté al Señor en mi oración mental y decidí grabar el «Curso de oración mental» que hay actualmente en Youtube. Consta de cinco vídeos. Los subtítulos están traducidos a todos los idiomas. Pero hay un sexto sobre «El ángel de la guarda». Además subí dos Podcasts a Spotify, fruto de sendas entrevistas que me hicieron: sobre «Oración mental» y «Perseverancia en la oración mental». La página «Cómo aprender a hablar con Dios en 5 minutos» de mi blog, fue fruto de la necesidad de dar un texto corto, con lo principal, para aprender. Es de lo más útil para enseñar: muchos no quieren leer más de 5 minutos, ni tampoco disponen de tiempo para ver 6 vídeos. Deduje su necesidad por los seis foros de YouTube: tienen miles de entradas, todas respondidas por mí, pero mis comentarios resultaban insuficientes para sintetizar la doctrina de esos seis vídeos. Además, siempre accedo gratuitamente cuando me piden dar charlas y conferencias; también en otras ciudades. Me llaman mucho de instituciones de la Iglesia, como Emaús o Hakuna. También me entrevistan, de vez en cuando, algunas revistas y plataformas, como Alfa y Omega, El Debate, Deorare.com,…

¿Por qué la oración bien hecha hace que el Señor bendiga nuestra vida en todos los sentidos, incluso a veces en lo material? ¿Se vencen adicciones, se curan enfermedades?

Porque el Señor y su Madre «necesitan» nuestra oración mental por muchos motivos: para salvar a los que mueren de continuo en el mundo (cada 37 segundos) y sin apenas méritos. Para enamorarnos de Ellos con su conversación. Para regalarnos lo que necesitemos, pues les gusta regalar. Para decirnos cambios en nuestras vidas que les dificultan concedernos lo que les pedimos. Porque todo esto, apenas lo logran Ellos con otros modos de rezar. Ni siquiera con la poderosísima Misa, a la que conviene tanto asistir, pero que tan pocos lo hacen con las disposiciones que genera la auténtica oración mental. Un aprendiz de la oración mental me escribió y me dijo: «La semana pasada se nos rompió la vitreocerámica y no podíamos cocinar. Fui a por una nueva al Mediamarkt pero, una vez allí, me decidí a explicárselo al Señor en la oración mental y hacer lo que me dijera antes de comprar nada. Así que me fui de la cola.

Esa tarde le pregunté al Señor en la oración y lo que me vino fue: <<Carlos, desmonta la vitro. Verás una conexión defectuosa. La reparas y funcionará muy bien>>. Te he puesto literalmente lo que me vino y tal como lo tengo apuntado en la libreta. Esa misma tarde, desmonté la vitro en casa. Anduve buscando esa conexión defectuosa y pedí ayuda al Espíritu Santo para que encontrara lo que estaba mal. Al cabo de unos minutos de mirar, vi que había dos condensadores hinchados y algo ennegrecidos. Al verlos pensé que ése podía ser el fallo. No tenía ni idea de condensadores y miré en el buscador. Vi una imagen de un condensador defectuoso hinchado como los de nuestra vitro. Identificado el posible error, e informado por Internet, tomé nota de los microfaradios y del voltaje de los condensadores hinchados de la placa y me fui andando a la tienda de electrónica que hay cerca de casa. Caminaba alabando al Señor. Compré los dos condensadores -unos cuarenta céntimos- y un soldador de estaño. Volví a casa; desoldé los condensadores hinchados y soldé los nuevos, con la indicación que me dio el de la tienda relativa a la polaridad. Lo volví a montar todo y la vitro ya vuelve a funcionar. He de decirte que, en mi vida había desmontado un electrodoméstico para hacerle una reparación en su electrónica. Esto lo considero un milagro del Señor».

Entre los que más le gusta conceder, están los favores apostólicos. Por ejemplo, llenar de vocaciones los seminarios. El Cardenal Deskur cuenta que S. Juan Pablo II, siendo Arzobispo de Cracovia en 1964, consiguió llenar su seminario casi vacío tras dialogar con Dios. Fruto de esa conversación, se comprometió a hacer una romería por cada vocación nueva. Había 500 seminaristas antes de acudir al Cónclave que le nombró Papa.

También multiplica el número de personas a tu alrededor, si ve que enseñas a hacer oración mental, de esta calidad, a quienes Él pone a tu lado. Un monitor del Club Juvenil Codec de Madrid, que aprendió a orar con mi blog y preguntándome dudas, me contó que no conseguía que hubiera apenas chicos. Atendía él sólo a los de 2º de ESO. Comenzó el curso con 6 chavales (13 años). Comenzó enseñándoles a orar mentalmente comprándoles 6 libretas para escribir. También a los chicos nuevos que Dios le iba enviando. Al terminar el curso, sus 6 chavales habían aumentado a 53. El oratorio del Club Juvenil se llenaba diariamente de niños de 14 años con sus libretas; todos escribiendo. Según me contó, los demás cursos del Club continuaban más o menos con sus 4-5 chicos iniciales.

Observando lo que me dicen repetidamente quienes me escriben, también he llegado a la conclusión de que Jesús tiene mucho en cuenta los detalles en el modo de hacer la oración mental y su calidad. No me refiero sólo a evitar el sueño. Por ejemplo, como ya he dicho, le gusta mucho mucho que se redacten Sus frases en primera persona, saliendo de Su Boca. Lo he descubierto por los muchos premios que regala a los que incorporan este cambio.

Un señor que conocí en septiembre de 2020, no había dejado de ir a Misa apenas ningún día, ni de rezar el Rosario. Además, había procurado hacer una hora diaria de oración mental en su parroquia, pero a su modo: leyendo algún texto y, después, meditándolo en silencio. Era fumador. En enero de 2022 le detectaron un cáncer de pulmón con siete metástasis en todo el cuerpo. Comenzó a recibir en esa fecha radioterapia y quimioterapia pero, durante año y medio, los tumores seguían creciendo. Es médico y conoce lo agresivo y letal que es este tipo de cáncer. Le animé a continuar haciendo la hora diaria de oración mental, pero con los cambios siguientes: practicar doble recogimiento y escribir la conversación redactando frases en boca de Dios. No me hizo caso. A mediados de marzo de 2022, entra en depresión por los malos resultados de los escáneres. Se recluye en casa sin apenas fuerzas, aunque continuaba haciendo sus rezos.

El tratamiento médico no curaba la enfermedad ni reducía las metástasis. Todo lo contrario; continuaban creciendo. Alrededor de mayo de 2023, me topo con él por la calle -algo muy poco probable, pues vivo en otra ciudad-. Durante la conversación, le vuelvo a recordar la importancia de que haga la oración mental como le dije. Que así tendría muchas posibilidades de curarse. Continuaba sin hacerme caso. En septiembre de 2023 le vuelvo a ver «de casualidad». Le dije: «Si para eliminar tu cáncer de pulmón, un médico te recetase algo carísimo y amarguísimo, lo comprarías y tomarías. Sin embargo, no confías en algo tan sencillo como escribir una hora diaria en una libreta tras la preparación que te expliqué y redactando frases en boca de Dios». Este comentario le removió. Comenzó a anotar frases en un bloc que llevaba debajo del brazo a la Iglesia. ¡Y, por fin, se atrevió a redactarlas en primera persona!, pronunciadas por el Señor. Pasa un mes y me llama alborozado: «De las siete metástasis, ya sólo me quedan dos y ¡han reducido muchísimo su tamaño! Los médicos me dicen que el tratamiento ha comenzado a dar resultado, pero yo sí sé de verdad qué medicina me está curando». Se esfumó su depresión. A Jesús le conmueve que confiemos en las frases que mete en nuestro intelecto y corazón. Y, escribirlas en primera persona, es una prueba palpable de seguridad. Siempre que, realmente, estemos bien preparados con el doble recogimiento, claro.

¿Cómo usted lo ha experimentado en su vida?

Yo uso la oración mental en casi todo lo que hago; o más bien lo intento. Durante cada hora de mi trabajo frente al ordenador, me paro 15 minutos para oír lo que tenga que decirme María y darle algunos besos. Por la calle, intento representarla caminando junto a mí; así, me es más sencillo oírla. También para rezarle Rosarios, que siempre es una oración difícil de hacer bien. Lo mismo en el coche, o al remar, mi deporte actual. Cuando surge algún problema, si veo que no lo resuelvo, hago oración mental y no recuerdo ninguna ocasión en que no me lo premiara materialmente. Hace un tiempo, se estropeó la caldera de mi casa, en la que vivimos diez. Llamé sucesivamente hasta a tres fontaneros. El último, tampoco sabía resolver el problema porque me propuso sustituirla por una nueva de 1.200 €. Como habían pasado ya tres meses desde la rotura y la gente se quejaba, recordé que el problema no lo había llevado todavía a mi libreta:

J: (Tus hijos necesitamos el agua caliente; somos valencianos mayores y, por tanto, frioleros. Te ofrezco el sacrificio mío de siempre de no usarla, pero es por los demás, que lo pasan mal) Este modo tuyo de pedir me agrada mucho, ¿cómo me puedo negar? (Sé que no está bien aprovecharme de tu Bondad. Además, como me concedes cuanto te pido, prefiero no hacerlo y reservarte para los problemas de almas, que son los importantes) Con este modo de pedir, mi Poder no se «gasta». Todo lo contrario; aumentarán mis dones. Tras esta breve oración, acudió un fontanero. Pregunté, pero nadie de la casa lo había llamado. La arregló hinchando el vaso de expansión con un bombín de bicicleta. Coste de la reparación: 10 €, por el desplazamiento.

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Autor

Javier Navascués
Javier Navascués
Subdirector de Ñ TV España. Presentador de radio y TV, speaker y guionista.

Ha sido redactor deportivo de El Periódico de Aragón y Canal 44. Ha colaborado en medios como EWTN, Radio María, NSE, y Canal Sant Josep y Agnus Dei Prod. Actor en el documental del Cura de Ars y en otro trabajo contra el marxismo cultural, John Navasco. Tiene vídeos virales como El Master Plan o El Valle no se toca.

Tiene un blog en InfoCatólica y participa en medios como Somatemps, Tradición Viva, Ahora Información, Gloria TV, Español Digital y Radio Reconquista en Dallas, Texas. Colaboró con Javier Cárdenas en su podcast de OKDIARIO.
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Luis Baviera

Las oraciones sinceras son siempre contestadas. A veces la respuesta es no, debido a que lo que hemos pedido no es lo mejor para nosotros; a veces la respuesta es sí, y experimentamos un sentimiento cálido y de seguridad con respecto a lo que debemos hacer (véase D. y C. 9:8–9). A veces, la respuesta es “espera un poco”. Nuestras oraciones son siempre contestadas en el momento y en la forma en que el Señor considera que son de más beneficio para nosotros.
En ocasiones, el Señor contesta nuestras oraciones por medio de otras personas, ya sea por medio de un buen amigo, nuestro cónyuge, uno de nuestros padres u otro miembro de la familia, un líder de la Iglesia o un misionero; cualquiera de esas personas puede ser inspirada a efectuar algo que sea la respuesta a nuestras oraciones. Un ejemplo de ello es la experiencia que tuvo una joven madre cuyo bebé sufrió un accidente: ella no tenía los medios para llevar a su pequeño al doctor, era nueva en el vecindario y no conocía a sus vecinos. La madre oró para pedir ayuda y, en pocos minutos, una vecina llamó a la puerta y dijo: “Tuve el impulso de venir y ver si necesitabas algo”. Entonces, la vecina ayudó a la joven madre a llevar el bebé al doctor.
Con frecuencia Dios nos da el poder para contestar nuestras propias oraciones. Cuando oramos para pedir ayuda, debemos hacer todo lo que esté a nuestro alcance para lograr lo que deseamos.
A medida que vivamos el evangelio de Jesucristo y oremos siempre, tendremos gozo y felicidad. “Sé humilde; y el Señor tu Dios te llevará de la mano y dará respuesta a tus oraciones” (D. y C. 112:10).

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