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«MERINO, DE AQUÍ NO SALES VIVO SI NO ME VENDES TUS ACCIONES»
/y se colocó la pistola en su sien/
«No hay otra solución, salvo que el tiro me lo pegue yo y eso no lo voy a hacer hasta
que recupere mi Banco!
Bueno, en realidad esto es el final de la Historia (pero es que yo no quiero escribir una novela al estilo Agatha Christie)…
Mi Cese o dimisión se produjo dos meses antes en teoría y realmente comenzó la tarde del día anterior a la noticia (el 29-6-1979), cuando fui llamado con urgencia al despacho de las oficinas centrales de D. Domingo López, el fundador y propietario hasta la venta de sus acciones (C/ Serrano-esquina Ramón de la Cruz) y nada más sentarme a su frente sacó una pistola con nacas blancas y pálido como un muerto me dijo, cogiendo la pistola, lo dicho:
— Merino, ya sabes lo del Banco y eso es mi ruina total. Así que en esta situación sólo me quedan 3 soluciones: a) Que me vendas tus acciones. b) Que te pegue un tiro y me vaya a la cárcel y c) Que el tiro me lo pegue yo y me lleven al cementerio.
Y vi en sus ojos que estaba dispuesto a todo.
Ahora vuelvo al relato que ya escribí para mis Memorias.
LA ENTREVISTA CON FERNÁNDEZ ORDOÑEZ
Ahora que tanto se habla de corrupción se me ha venido a la cabeza (gracias a la «Memoria Histórica») el primer caso que hubo en la Transición. Aunque bueno es aclarar que, en realidad, hubo dos transiciones, la que fue de 1976 a 1982 y la que fue de 1982 a 1996. Sucedió en los primeros meses de 1979, recién aprobada la Constitución. Era yo director de «El Imparcial», de Madrid, cuando una noche entró en mi despacho el redactor jefe de «Opinión» y me puso sobre la mesa un dosier con estas palabras: «Ten Director, léete esto y después me dices que hacemos con ello». Naturalmente lo leí rápido y a los 5 minutos ya estaba cambiando la portada del periódico del día siguiente (aunque acordamos publicarlo por capítulos), en la que apareció el titular más grande que podía ponerse: «ESCÁNDALO EN LAS ALTURAS, desaparecen de la Moncloa 63 millones de pesetas»
Y a continuación, en el interior y a doble página el texto del primer capítulo, donde ya se explicaba el «robo». De la Presidencia del Gobierno han desaparecido 63 millones de pesetas, que se han ingresado en una cuenta particular.
Y el escándalo estalló entre la clase política y la calle (Suárez ya estaba en declive). Lo que motivó que perdiera los nervios y pusiera en marcha todos los mecanismos del Estado para cortar la serie y si era posible cerrar el periódico. Incluso a través de sobornos. Primero con un alto mando de Televisión Española y luego con el mismísimo Ministro de Hacienda, a la sazón Francisco Fernández Ordoñez. (Con Paco llegaría después a ser buen amigo)
Un día, Fernández Ordoñez, me llamó al periódico y con mucho misterio me pidió que abandonara cualquier compromiso que tuviese y me fuese a cenar con él al restaurante «Lhardy». Y allí nos vimos a las 9,30 en punto. Solos. El ministro, nada más salir los camareros, fue directo al grano: «Señor Merino, hoy tienes ante ti a dos Fernández Ordóñez, uno el Ministro de Hacienda enviado del presidente Suárez, y otro, tu amigo. Como sabes hoy ha habido Consejo de Ministros y allí se ha planteado el tema de «El Imparcial» y el tema Julio Merino. Suárez estaba superindignado y pedía el cierre del periódico y tu detención fulminante. Te aseguro que muchos ministros aplaudieron al presidente.
Yo me negué en redondo, y te aseguro que no lo hice por ti, sino por el escándalo que significaría a nivel europeo el cierre de un periódico en la nueva Democracia. Eso sería, les recordé, como el cierre del «Madrid» en las postrimerías del franquismo. El presidente acusó el golpe, pero sin renunciar a sus deseos, me encomendó que hablase contigo y buscásemos una fórmula menos aparatosa. Y aquí estoy» // Bueno, ministro, pues tú dirás. // Vamos a ver, Merino, los dos sabemos que lo que estás publicando es verdad, pero no toda la verdad. Porque tú sabes, como yo, que esos millones no desaparecieron ni se los llevó nadie. Tú sabes que sólo se «aparcaron» en un Banco privado hasta que terminara el ejercicio de ese año. Eran el superávit del Presupuesto de Presidencia y es cierto que había que haberlos devuelto a Hacienda y recuperarlos en el presupuesto siguiente. // Sí, eso es verdad, y también lo hemos publicado. Pero, la «corruptela» o tal vez el delito, fue que se aparcaran en un Banco privado y no en una cuenta de Presidencia, sino en una cuenta abierta a nombre de dos personas físicas («Lito», el cuñado del propio Adolfo y Alberto Aza, un funcionario de la Moncloa), lo que quiere decir que los 17 días que estuvieron los millones en esa cuenta en realidad habían desaparecido, pues cualquiera de los dos o los dos hubieran podido disponer del dinero.
// Sí, ya, pero al final se recuperaron y todo quedó en un «apaño» administrativo. La cosa no fue tan grave.
// No estoy de acuerdo, ministro, si el Gobierno pone en marcha la bola de nieve luego puede acabar en un desastre. La corrupción y las «corruptelas» hay que aplastarlas antes de que asomen la cabeza. En fin, ¿cuál es tu propuesta? Si queréis, yo os abro las páginas de mi periódico para que vosotros publiquéis la versión que queráis.
// No. Yo creo que hay otra fórmula. Tú detienes la campaña y el Gobierno te recompensa. Mira, en la escala de Richter te podemos conceder hasta el 7, que es un gran terremoto, para que no decaigas en tu línea crítica. Pero, el 8, el 9 y el 10 no son negociables.
// ¿Y cuáles son el 8, el 9 y el 10?
// Pues, el tema de las Autonomías, el malestar del Ejército y las relaciones del presidente con el Rey (que ya no son buenas). En estas tres cosas tienes que frenar al máximo o «consensuar» con el Gobierno.
// Eso sería acabar con el «El Imparcial». Para eso prefiero venderos el periódico.
// No, no, eso sería otro escándalo. Lo inteligente sería que Julio Merino siga como director.
// O sea, un Merino paniaguado.
// Vamos, déjate de tonterías. El periodismo, como la política, es el arte de lo posible. Hoy se hace lo que se puede y mañana Dios dirá.
// Bueno, y a todo esto, y ya que estamos entre mercachifles, ¿cuál sería la recompensa?
// Merino, hablemos en serio. Sé que tenéis solicitado un crédito de 204 millones en el Banco de Crédito Industrial, para comprar una nueva Rotativa. Bueno, pues si nos ponemos de acuerdo mañana mismo lo tienes resuelto.
// Vaya, no está mal. ¿Y si no acepto?
// Mira, ahora ya no te va hablar el Ministro, ahora te habla el amigo. Lo pasarías muy mal, tú no sabes la fuerza de «persuasión» que tiene un Gobierno, y más un Estado. Al final tendrías que entregarte y entregar el periódico sin nada, o tal vez con algo, la cárcel.
// Pues sí que me lo pones negro.
// Tal como lo presiento. Suárez está muy enfadado y muy decidido, y ya sabes, ahora mismo, es el que manda. Mira, Merino, también te digo otra cosa: la UCD es un volcán a punto de estallar. No creo que estando ya en vigor la Constitución dure más. Antes de dos años la UCD se habrá disuelto como un azucarillo en el agua. Así que aguanta y espera que el cadáver de tu enemigo pase ante tu puerta.
Bien y ahí terminó la conversación de aquella larga cena. Sólo puedo añadir que, al no aceptar la «corruptela», el Gobierno me llevó a los Tribunales 127 veces, con la ayuda de los Abogados del Estado y la Fiscalía General… y que Paco Fernández Ordoñez cesó como Ministro de Hacienda el 6 de abril y yo como director de «El Imparcial» el 29 de junio (Suarez caería un año y siete meses después).
Bien, pero el verdadero principio fue cuando el Presidente Suárez se opuso a que me nombrasen director del «Imparcial», porque entonces le llamé y con la amistad que ya teníamos, desde que había sido vicesecretario primero y después Ministro Secretario General del Movimiento.
–¡Hombre, Merino, si en 1975 te quité de Director de «PYRESA», no voy a nombrarte ahora director de «El Imparcial»!
–Adolfo, «PYRESA» era del Movimiento y «El Imparcial» es una empresa privada.
–Bueno, tú ya me entiendes… Estamos en unos momentos difíciles y yo necesito tener toda la prensa controlada.
O sea, que quería nombrar director a Josep Meliá.
Ahí, empezó mi «guerra» contra el analfabeto Suárez…
Sí, no se asusten, porque jamás olvidaré lo que me dijo una tarde que le llevé a Secretaría mi libro sobre la muerte de Carrero Blanco.
–¡Merino, pero si yo no he leído en mi vida un libro!
Porque al final, por lo que supe, el señor Presidente no había concedido al dueño del periódico, Domingo López, presidente del Banco de Valladolid, algo que le había pedido.
Y yo fui el elegido por la empresa….
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