21/11/2024 21:21
Getting your Trinity Audio player ready...

Protestas y manifestaciones de la sinrazón. Vandalismo. Gestos pueriles y ridículos, cuando no repugnantes, que expresan la voluntad de humillación racial de tantos blancos con la mente reducida a papilla. Pusilanimidad y cobardía, cuando no complicidad en la infamia, de clases dirigentes e intelectuales canalla. Masas vociferantes de cuasi subhumanos de todos los colores destruyen estatuas, berrean su incultura, su incomprensión y su ignorancia de una historia noble y heroica, de la cual no están a la altura y son apenas los últimos productos de desecho.

Podemos sentir cierta perplejidad por la desproporción de lo que sucede, recordando el hecho puntual con el que todo esto comenzó hace unas semanas. Sólo que naturalmente, y como comentamos en el anterior artículo, la causa verdadera de todo esto no es la muerte de George Floyd.

Las verdaderas causas son: la manipulación interesada por intereses políticos y la falsificación de la realidad por los basurmedios de información, la situación de crispación y tensión racial de la sociedad americana, el fracaso de la ideología progresista en su empeño criminal que quiere imponer a la fuerza, no la igualdad de oportunidades, sino la igualdad estadística de lo que nunca será igual estadísticamente.

El cuento de la lucha contra el racismo no representa la realidad, sino que es sólo el pienso que le dan a comer al gran público para confundirlo; es la gran arenga con la que los maestros de títeres movilizan y dirigen a su masa de maniobra humana. Esta última piensa realmente estar haciendo algo importante, inspirada por su propia voluntad sacrosanta e indignada, cuando en realidad está mentalmente secuestrada y se deja conducir dócilmente.

Estamos viendo ante nuestros ojos cómo se va implementando una agenda ideológica de ingeniería demográfica, social, cultural y mental, por parte de poderes muy reales y concretos, pero que mantienen un bajo perfil y operan en la sombra.

El carácter tiránico de estos poderes y la verdadera medida de su potencia se ve muy claramente en la histeria colectiva que han desencadenado y en la absoluta intolerancia tiránica. Se está persiguiendo cualquier disidencia, cualquier matización o crítica al black lives matter, cualquier llamada al orden o negativa a seguir el conformismo de la corrección política y la narración impuesta por la izquierda cultural.

Esta persecución no se limita a una presión genérica, sino que asume formas muy concretas. Daremos dos ejemplos concretos.

El jugador de fútbol americano Drew Bree que tuvo que pedir disculpas por unos comentarios “insensibles” en los que criticaba la falta de respeto al himno nacional por parte de otros jugadores; los cuales, mientras sonaba el himno antes de los partidos, aprovechaban el momento para escenificar el gesto pueril de hincar la rodilla, que tan popular se ha vuelto entre los zombies teledirigidos del Black Lives Matter.

Segundo ejemplo: el profesor Tom Gordon que era profesor en un instituto católico y fue despedido, de manera fulminante, por decir en cuenta de Twitter que el Black Lives Matter es una organización terrorista.

Esta es la “libertad” que se respira en el país de la corrección política. Gente despedida de su trabajo u obligada a pedir humillantes disculpas, pena la ruina de su vida profesional. Son sólo dos ejemplos y podemos estar seguros de que hay muchos más; nunca sabremos cuántas bocas han sido tapadas por la presión del rebaño histérico y la razón de la sinrazón, cuánta gente ha sido amedrentada y represaliada por negarle al rebaño fanatizado el derecho a arrasar con todo, por discrepar de la narración basura de los medios y las imposiciones de la corrección política.

O quizá sí lo sepamos cuando esas bocas tapada hablen de otra manera y los progresistas no entiendan nada porque confunden su propaganda con la realidad. Como no entendían nada cuando Donald Trump salió elegido.

Esta dictadura de la corrección política no es de hoy. Desde hace mucho las universidades americanas han dejado de ser lugares donde se puede pensar libremente, para convertirse en antros donde censura e intimidación han vuelto el aire irrespirable para cualquier espíritu libre.

Como se ha impuesto en la Universidad, se va imponiendo en toda la sociedad la tiranía de la corrección política, con suavidad pero de manera férrea. No se crean mártires, no se encarcela casi a nadie por sus ideas (aunque el casi es importante), sino que primero se prepara el terreno. Se degeneran las mentes y se las reduce a papilla, se socavan las facultades mentales, los valores y el carácter; se vuelve a la población estúpida, conformista y centrada mentalmente en perseguir aquello que los hace esclavos en vez de aquello que los hace libres.

Ésta es la parte más importante en el proyecto de ingeniería social. Una vez realizado este trabajo, cuando llega el momento de aplicar abiertamente la censura o de encarcelar realmente a los disidentes de manera sistemática, a nadie le importa ya porque apenas quedan hombres libres, o siquiera capaces de ver lo que está pasando.

Como en la gran distopía Fahrenheit 451 de Ray Bradbury, cuando se prohíben los libros y se empieza a quemarlos, se trata sólo del último paso y en realidad el menos importante, casi innecesario; porque ya los libros y lo que significan no le importan a casi nadie, casi nadie lee y todos viven en un permanente estado de estupidez inducido por el entretenimiento basura.

La guerra contra la raza blanca (2). La histeria del rebaño teledirigido y la dictadura de la corrección política.

Protestas y manifestaciones de la sinrazón. Vandalismo. Gestos pueriles y ridículos, cuando no repugnantes, que expresan la voluntad de humillación racial de tantos blancos con la mente reducida a papilla. Pusilanimidad y cobardía, cuando no complicidad en la infamia, de clases dirigentes e intelectuales canalla. Masas vociferantes de cuasi subhumanos de todos los colores destruyen estatuas, berrean su incultura, su incomprensión y su ignorancia de una historia noble y heroica, de la cual no están a la altura y son apenas los últimos productos de desecho.

Podemos sentir cierta perplejidad por la desproporción de lo que sucede, recordando el hecho puntual con el que todo esto comenzó hace unas semanas. Sólo que naturalmente, y como comentamos en el anterior artículo, la causa verdadera de todo esto no es la muerte de George Floyd.

Las verdaderas causas son: la manipulación interesada por intereses políticos y la falsificación de la realidad por los basurmedios de información, la situación de crispación y tensión racial de la sociedad americana, el fracaso de la ideología progresista en su empeño criminal que quiere imponer a la fuerza, no la igualdad de oportunidades, sino la igualdad estadística de lo que nunca será igual estadísticamente.

El cuento de la lucha contra el racismo no representa la realidad, sino que es sólo el pienso que le dan a comer al gran público para confundirlo; es la gran arenga con la que los maestros de títeres movilizan y dirigen a su masa de maniobra humana. Esta última piensa realmente estar haciendo algo importante, inspirada por su propia voluntad sacrosanta e indignada, cuando en realidad está mentalmente secuestrada y se deja conducir dócilmente.

Estamos viendo ante nuestros ojos cómo se va implementando una agenda ideológica de ingeniería demográfica, social, cultural y mental, por parte de poderes muy reales y concretos, pero que mantienen un bajo perfil y operan en la sombra.

El carácter tiránico de estos poderes y la verdadera medida de su potencia se ve muy claramente en la histeria colectiva que han desencadenado y en la absoluta intolerancia tiránica. Se está persiguiendo cualquier disidencia, cualquier matización o crítica al black lives matter, cualquier llamada al orden o negativa a seguir el conformismo de la corrección política y la narración impuesta por la izquierda cultural.

Esta persecución no se limita a una presión genérica, sino que asume formas muy concretas. Daremos dos ejemplos concretos.

El jugador de fútbol americano Drew Bree que tuvo que pedir disculpas por unos comentarios “insensibles” en los que criticaba la falta de respeto al himno nacional por parte de otros jugadores; los cuales, mientras sonaba el himno antes de los partidos, aprovechaban el momento para escenificar el gesto pueril de hincar la rodilla, que tan popular se ha vuelto entre los zombies teledirigidos del Black Lives Matter.

Segundo ejemplo: el profesor Tom Gordon que era profesor en un instituto católico y fue despedido, de manera fulminante, por decir en cuenta de Twitter que el Black Lives Matter es una organización terrorista.

Esta es la “libertad” que se respira en el país de la corrección política. Gente despedida de su trabajo u obligada a pedir humillantes disculpas, pena la ruina de su vida profesional. Son sólo dos ejemplos y podemos estar seguros de que hay muchos más; nunca sabremos cuántas bocas han sido tapadas por la presión del rebaño histérico y la razón de la sinrazón, cuánta gente ha sido amedrentada y represaliada por negarle al rebaño fanatizado el derecho a arrasar con todo, por discrepar de la narración basura de los medios y las imposiciones de la corrección política.

O quizá sí lo sepamos cuando esas bocas tapada hablen de otra manera y los progresistas no entiendan nada porque confunden su propaganda con la realidad. Como no entendían nada cuando Donald Trump salió elegido.

LEER MÁS:  El Tribunal de Estrasburgo no es un verdadero Tribunal, y el PSOE-PP nos está tomando el pelo. Por Ramiro Grau Morancho

Esta dictadura de la corrección política no es de hoy. Desde hace mucho las universidades americanas han dejado de ser lugares donde se puede pensar libremente, para convertirse en antros donde censura e intimidación han vuelto el aire irrespirable para cualquier espíritu libre.

Como se ha impuesto en la Universidad, se va imponiendo en toda la sociedad la tiranía de la corrección política, con suavidad pero de manera férrea. No se crean mártires, no se encarcela casi a nadie por sus ideas (aunque el casi es importante), sino que primero se prepara el terreno. Se degeneran las mentes y se las reduce a papilla, se socavan las facultades mentales, los valores y el carácter; se vuelve a la población estúpida, conformista y centrada mentalmente en perseguir aquello que los hace esclavos en vez de aquello que los hace libres.

Ésta es la parte más importante en el proyecto de ingeniería social. Una vez realizado este trabajo, cuando llega el momento de aplicar abiertamente la censura o de encarcelar realmente a los disidentes de manera sistemática, a nadie le importa ya porque apenas quedan hombres libres, o siquiera capaces de ver lo que está pasando.

Como en la gran distopía Fahrenheit 451 de Ray Bradbury, cuando se prohíben los libros y se empieza a quemarlos, se trata sólo del último paso y en realidad el menos importante, casi innecesario; porque ya los libros y lo que significan no le importan a casi nadie, casi nadie lee y todos viven en un permanente estado de estupidez inducido por el entretenimiento basura.

La guerra contra la raza blanca (2). La histeria del rebaño teledirigido y la dictadura de la corrección política.

Protestas y manifestaciones de la sinrazón. Vandalismo. Gestos pueriles y ridículos, cuando no repugnantes, que expresan la voluntad de humillación racial de tantos blancos con la mente reducida a papilla. Pusilanimidad y cobardía, cuando no complicidad en la infamia, de clases dirigentes e intelectuales canalla. Masas vociferantes de cuasi subhumanos de todos los colores destruyen estatuas, berrean su incultura, su incomprensión y su ignorancia de una historia noble y heroica, de la cual no están a la altura y son apenas los últimos productos de desecho.

Podemos sentir cierta perplejidad por la desproporción de lo que sucede, recordando el hecho puntual con el que todo esto comenzó hace unas semanas. Sólo que naturalmente, y como comentamos en el anterior artículo, la causa verdadera de todo esto no es la muerte de George Floyd.

Las verdaderas causas son: la manipulación interesada por intereses políticos y la falsificación de la realidad por los basurmedios de información, la situación de crispación y tensión racial de la sociedad americana, el fracaso de la ideología progresista en su empeño criminal que quiere imponer a la fuerza, no la igualdad de oportunidades, sino la igualdad estadística de lo que nunca será igual estadísticamente.

El cuento de la lucha contra el racismo no representa la realidad, sino que es sólo el pienso que le dan a comer al gran público para confundirlo; es la gran arenga con la que los maestros de títeres movilizan y dirigen a su masa de maniobra humana. Esta última piensa realmente estar haciendo algo importante, inspirada por su propia voluntad sacrosanta e indignada, cuando en realidad está mentalmente secuestrada y se deja conducir dócilmente.

Estamos viendo ante nuestros ojos cómo se va implementando una agenda ideológica de ingeniería demográfica, social, cultural y mental, por parte de poderes muy reales y concretos, pero que mantienen un bajo perfil y operan en la sombra.

El carácter tiránico de estos poderes y la verdadera medida de su potencia se ve muy claramente en la histeria colectiva que han desencadenado y en la absoluta intolerancia tiránica. Se está persiguiendo cualquier disidencia, cualquier matización o crítica al black lives matter, cualquier llamada al orden o negativa a seguir el conformismo de la corrección política y la narración impuesta por la izquierda cultural.

Esta persecución no se limita a una presión genérica, sino que asume formas muy concretas. Daremos dos ejemplos concretos.

El jugador de fútbol americano Drew Bree que tuvo que pedir disculpas por unos comentarios “insensibles” en los que criticaba la falta de respeto al himno nacional por parte de otros jugadores; los cuales, mientras sonaba el himno antes de los partidos, aprovechaban el momento para escenificar el gesto pueril de hincar la rodilla, que tan popular se ha vuelto entre los zombies teledirigidos del Black Lives Matter.

Segundo ejemplo: el profesor Tom Gordon que era profesor en un instituto católico y fue despedido, de manera fulminante, por decir en cuenta de Twitter que el Black Lives Matter es una organización terrorista.

Esta es la “libertad” que se respira en el país de la corrección política. Gente despedida de su trabajo u obligada a pedir humillantes disculpas, pena la ruina de su vida profesional. Son sólo dos ejemplos y podemos estar seguros de que hay muchos más; nunca sabremos cuántas bocas han sido tapadas por la presión del rebaño histérico y la razón de la sinrazón, cuánta gente ha sido amedrentada y represaliada por negarle al rebaño fanatizado el derecho a arrasar con todo, por discrepar de la narración basura de los medios y las imposiciones de la corrección política.

O quizá sí lo sepamos cuando esas bocas tapada hablen de otra manera y los progresistas no entiendan nada porque confunden su propaganda con la realidad. Como no entendían nada cuando Donald Trump salió elegido.

Esta dictadura de la corrección política no es de hoy. Desde hace mucho las universidades americanas han dejado de ser lugares donde se puede pensar libremente, para convertirse en antros donde censura e intimidación han vuelto el aire irrespirable para cualquier espíritu libre.

Como se ha impuesto en la Universidad, se va imponiendo en toda la sociedad la tiranía de la corrección política, con suavidad pero de manera férrea. No se crean mártires, no se encarcela casi a nadie por sus ideas (aunque el casi es importante), sino que primero se prepara el terreno. Se degeneran las mentes y se las reduce a papilla, se socavan las facultades mentales, los valores y el carácter; se vuelve a la población estúpida, conformista y centrada mentalmente en perseguir aquello que los hace esclavos en vez de aquello que los hace libres.

Ésta es la parte más importante en el proyecto de ingeniería social. Una vez realizado este trabajo, cuando llega el momento de aplicar abiertamente la censura o de encarcelar realmente a los disidentes de manera sistemática, a nadie le importa ya porque apenas quedan hombres libres, o siquiera capaces de ver lo que está pasando.

Como en la gran distopía Fahrenheit 451 de Ray Bradbury, cuando se prohíben los libros y se empieza a quemarlos, se trata sólo del último paso y en realidad el menos importante, casi innecesario; porque ya los libros y lo que significan no le importan a casi nadie, casi nadie lee y todos viven en un permanente estado de estupidez inducido por el entretenimiento basura.

La guerra contra la raza blanca (2). La histeria del rebaño teledirigido y la dictadura de la corrección política.

Protestas y manifestaciones de la sinrazón. Vandalismo. Gestos pueriles y ridículos, cuando no repugnantes, que expresan la voluntad de humillación racial de tantos blancos con la mente reducida a papilla. Pusilanimidad y cobardía, cuando no complicidad en la infamia, de clases dirigentes e intelectuales canalla. Masas vociferantes de cuasi subhumanos de todos los colores destruyen estatuas, berrean su incultura, su incomprensión y su ignorancia de una historia noble y heroica, de la cual no están a la altura y son apenas los últimos productos de desecho.

Podemos sentir cierta perplejidad por la desproporción de lo que sucede, recordando el hecho puntual con el que todo esto comenzó hace unas semanas. Sólo que naturalmente, y como comentamos en el anterior artículo, la causa verdadera de todo esto no es la muerte de George Floyd.

Las verdaderas causas son: la manipulación interesada por intereses políticos y la falsificación de la realidad por los basurmedios de información, la situación de crispación y tensión racial de la sociedad americana, el fracaso de la ideología progresista en su empeño criminal que quiere imponer a la fuerza, no la igualdad de oportunidades, sino la igualdad estadística de lo que nunca será igual estadísticamente.

El cuento de la lucha contra el racismo no representa la realidad, sino que es sólo el pienso que le dan a comer al gran público para confundirlo; es la gran arenga con la que los maestros de títeres movilizan y dirigen a su masa de maniobra humana. Esta última piensa realmente estar haciendo algo importante, inspirada por su propia voluntad sacrosanta e indignada, cuando en realidad está mentalmente secuestrada y se deja conducir dócilmente.

Estamos viendo ante nuestros ojos cómo se va implementando una agenda ideológica de ingeniería demográfica, social, cultural y mental, por parte de poderes muy reales y concretos, pero que mantienen un bajo perfil y operan en la sombra.

El carácter tiránico de estos poderes y la verdadera medida de su potencia se ve muy claramente en la histeria colectiva que han desencadenado y en la absoluta intolerancia tiránica. Se está persiguiendo cualquier disidencia, cualquier matización o crítica al black lives matter, cualquier llamada al orden o negativa a seguir el conformismo de la corrección política y la narración impuesta por la izquierda cultural.

LEER MÁS:  Carta al primer cónsul de Francia. Por Julio Merino

Esta persecución no se limita a una presión genérica, sino que asume formas muy concretas. Daremos dos ejemplos concretos.

El jugador de fútbol americano Drew Bree que tuvo que pedir disculpas por unos comentarios “insensibles” en los que criticaba la falta de respeto al himno nacional por parte de otros jugadores; los cuales, mientras sonaba el himno antes de los partidos, aprovechaban el momento para escenificar el gesto pueril de hincar la rodilla, que tan popular se ha vuelto entre los zombies teledirigidos del Black Lives Matter.

Segundo ejemplo: el profesor Tom Gordon que era profesor en un instituto católico y fue despedido, de manera fulminante, por decir en cuenta de Twitter que el Black Lives Matter es una organización terrorista.

Esta es la “libertad” que se respira en el país de la corrección política. Gente despedida de su trabajo u obligada a pedir humillantes disculpas, pena la ruina de su vida profesional. Son sólo dos ejemplos y podemos estar seguros de que hay muchos más; nunca sabremos cuántas bocas han sido tapadas por la presión del rebaño histérico y la razón de la sinrazón, cuánta gente ha sido amedrentada y represaliada por negarle al rebaño fanatizado el derecho a arrasar con todo, por discrepar de la narración basura de los medios y las imposiciones de la corrección política.

O quizá sí lo sepamos cuando esas bocas tapada hablen de otra manera y los progresistas no entiendan nada porque confunden su propaganda con la realidad. Como no entendían nada cuando Donald Trump salió elegido.

Esta dictadura de la corrección política no es de hoy. Desde hace mucho las universidades americanas han dejado de ser lugares donde se puede pensar libremente, para convertirse en antros donde censura e intimidación han vuelto el aire irrespirable para cualquier espíritu libre.

Como se ha impuesto en la Universidad, se va imponiendo en toda la sociedad la tiranía de la corrección política, con suavidad pero de manera férrea. No se crean mártires, no se encarcela casi a nadie por sus ideas (aunque el casi es importante), sino que primero se prepara el terreno. Se degeneran las mentes y se las reduce a papilla, se socavan las facultades mentales, los valores y el carácter; se vuelve a la población estúpida, conformista y centrada mentalmente en perseguir aquello que los hace esclavos en vez de aquello que los hace libres.

Ésta es la parte más importante en el proyecto de ingeniería social. Una vez realizado este trabajo, cuando llega el momento de aplicar abiertamente la censura o de encarcelar realmente a los disidentes de manera sistemática, a nadie le importa ya porque apenas quedan hombres libres, o siquiera capaces de ver lo que está pasando.

Como en la gran distopía Fahrenheit 451 de Ray Bradbury, cuando se prohíben los libros y se empieza a quemarlos, se trata sólo del último paso y en realidad el menos importante, casi innecesario; porque ya los libros y lo que significan no le importan a casi nadie, casi nadie lee y todos viven en un permanente estado de estupidez inducido por el entretenimiento basura.

La guerra contra la raza blanca (2). La histeria del rebaño teledirigido y la dictadura de la corrección política.

Protestas y manifestaciones de la sinrazón. Vandalismo. Gestos pueriles y ridículos, cuando no repugnantes, que expresan la voluntad de humillación racial de tantos blancos con la mente reducida a papilla. Pusilanimidad y cobardía, cuando no complicidad en la infamia, de clases dirigentes e intelectuales canalla. Masas vociferantes de cuasi subhumanos de todos los colores destruyen estatuas, berrean su incultura, su incomprensión y su ignorancia de una historia noble y heroica, de la cual no están a la altura y son apenas los últimos productos de desecho.

Podemos sentir cierta perplejidad por la desproporción de lo que sucede, recordando el hecho puntual con el que todo esto comenzó hace unas semanas. Sólo que naturalmente, y como comentamos en el anterior artículo, la causa verdadera de todo esto no es la muerte de George Floyd.

Las verdaderas causas son: la manipulación interesada por intereses políticos y la falsificación de la realidad por los basurmedios de información, la situación de crispación y tensión racial de la sociedad americana, el fracaso de la ideología progresista en su empeño criminal que quiere imponer a la fuerza, no la igualdad de oportunidades, sino la igualdad estadística de lo que nunca será igual estadísticamente.

El cuento de la lucha contra el racismo no representa la realidad, sino que es sólo el pienso que le dan a comer al gran público para confundirlo; es la gran arenga con la que los maestros de títeres movilizan y dirigen a su masa de maniobra humana. Esta última piensa realmente estar haciendo algo importante, inspirada por su propia voluntad sacrosanta e indignada, cuando en realidad está mentalmente secuestrada y se deja conducir dócilmente.

Estamos viendo ante nuestros ojos cómo se va implementando una agenda ideológica de ingeniería demográfica, social, cultural y mental, por parte de poderes muy reales y concretos, pero que mantienen un bajo perfil y operan en la sombra.

El carácter tiránico de estos poderes y la verdadera medida de su potencia se ve muy claramente en la histeria colectiva que han desencadenado y en la absoluta intolerancia tiránica. Se está persiguiendo cualquier disidencia, cualquier matización o crítica al black lives matter, cualquier llamada al orden o negativa a seguir el conformismo de la corrección política y la narración impuesta por la izquierda cultural.

Esta persecución no se limita a una presión genérica, sino que asume formas muy concretas. Daremos dos ejemplos concretos.

El jugador de fútbol americano Drew Bree que tuvo que pedir disculpas por unos comentarios “insensibles” en los que criticaba la falta de respeto al himno nacional por parte de otros jugadores; los cuales, mientras sonaba el himno antes de los partidos, aprovechaban el momento para escenificar el gesto pueril de hincar la rodilla, que tan popular se ha vuelto entre los zombies teledirigidos del Black Lives Matter.

Segundo ejemplo: el profesor Tom Gordon que era profesor en un instituto católico y fue despedido, de manera fulminante, por decir en cuenta de Twitter que el Black Lives Matter es una organización terrorista.

Esta es la “libertad” que se respira en el país de la corrección política. Gente despedida de su trabajo u obligada a pedir humillantes disculpas, pena la ruina de su vida profesional. Son sólo dos ejemplos y podemos estar seguros de que hay muchos más; nunca sabremos cuántas bocas han sido tapadas por la presión del rebaño histérico y la razón de la sinrazón, cuánta gente ha sido amedrentada y represaliada por negarle al rebaño fanatizado el derecho a arrasar con todo, por discrepar de la narración basura de los medios y las imposiciones de la corrección política.

O quizá sí lo sepamos cuando esas bocas tapada hablen de otra manera y los progresistas no entiendan nada porque confunden su propaganda con la realidad. Como no entendían nada cuando Donald Trump salió elegido.

Esta dictadura de la corrección política no es de hoy. Desde hace mucho las universidades americanas han dejado de ser lugares donde se puede pensar libremente, para convertirse en antros donde censura e intimidación han vuelto el aire irrespirable para cualquier espíritu libre.

Como se ha impuesto en la Universidad, se va imponiendo en toda la sociedad la tiranía de la corrección política, con suavidad pero de manera férrea. No se crean mártires, no se encarcela casi a nadie por sus ideas (aunque el casi es importante), sino que primero se prepara el terreno. Se degeneran las mentes y se las reduce a papilla, se socavan las facultades mentales, los valores y el carácter; se vuelve a la población estúpida, conformista y centrada mentalmente en perseguir aquello que los hace esclavos en vez de aquello que los hace libres.

Ésta es la parte más importante en el proyecto de ingeniería social. Una vez realizado este trabajo, cuando llega el momento de aplicar abiertamente la censura o de encarcelar realmente a los disidentes de manera sistemática, a nadie le importa ya porque apenas quedan hombres libres, o siquiera capaces de ver lo que está pasando.

Como en la gran distopía Fahrenheit 451 de Ray Bradbury, cuando se prohíben los libros y se empieza a quemarlos, se trata sólo del último paso y en realidad el menos importante, casi innecesario; porque ya los libros y lo que significan no le importan a casi nadie, casi nadie lee y todos viven en un permanente estado de estupidez inducido por el entretenimiento basura.

Ésta es la corrección política y éste es el mundo que están intentando crear para nosotros, pero sobre todo para nuestros hijos.

 

Autor

REDACCIÓN