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España se enfrenta hoy no sólo a una crisis sanitaria sino también a una económica y desde luego a una política de envergadura.
La catástrofe sanitaria a la que nos ha llevado la gestión de un Gobierno inútil , irresponsable e incompetente ha traspasado esta y ha devenido a su vez en una económica que amenaza ruina para muchos hogares españoles y todo ello nos aboca, además, a otra política, toda vez que salir de esta encrucijada dirigidos por los mismos políticos presentes es simplemente surrealista cuando no una quimera.
Las razones de la crisis sanitaria son de todos conocidas y desde luego afectadas por la política en sumo grado; de las económicas no hablaré hoy aquí. Expertos en ese área lo estudian y tratan en otros ámbitos. Hablo aquí hoy del sujeto sufridor de los efectos de ambas : España, nuestro pueblo, nuestra Patria.
Y es que ante la crisis política que nos afecta y comoquiera que las acciones en ese ámbito deben tener un sujeto que se beneficie de aquellas hablemos de este. Sí, hablemos de España.
Pero, ¿Qué es España?
Responder a esta pregunta no es nada novedoso. Ortega y Gasset, Américo Castro, Sánchez Albornoz, Ortega Rubio, Julián Marías y tantos otros filósofos e historiadores se hicieron en su momento la misma pregunta. Resulta interesante leerlos y sin duda necesario en estos momentos.
Así, leo a Ortega y Gasset en la “España invertebrada”, escrito en 1920, y veo cuan de rabiosa actualidad es lo que dice cuando contemplo a nuestros políticos actuales. Su referencia a la influencia de los particularismos en la posible desintegración histórica de España pareciera escrito hoy.
Decía Ortega que “la esencia del particularismo consiste en que cada grupo deja de verse a sí mismo como parte, y en consecuencia deja de compartir los sentimientos de los demás “. Los particularismos o conflictos de los intereses de cada partido político y no digamos de los regionales o autonómicos, en nuestra España de hoy, tienen muchos y variados orígenes que la brevedad de estas líneas no permiten desarrollar, pero es un hecho real y si alguien lo duda que observe como ante una verdadera crisis institucional como la que nos encontramos ahora tenemos a un Sr. Sánchez cuyo único objetivo en mantenerse en el poder a cualquier precio – todo le da igual -, a unos comunistas con el único afán de llevarnos a un concepto de sociedad materialista ya fracasado, a una derecha liderada por el Sr. Casado siempre al vaivén y remolque que le marca la situación, a un Sr. Abascal luchando proa al viento defendiendo valores y principios difícilmente asumidos por la relativista y hedonista derecha española y finalmente a un conglomerado de oportunistas separatistas intentando pescar en río revuelto.
Volviendo a nuestros filósofos ya citados observo cuan preocupante es leer a Julián Marías cuando escribe sobre la tragedia que supuso la guerra civil de 1936-39 y nos dice que lo que sucedió en España en los primeros años de la década de los 30 fue debido a un estado de ánimo que él percibió como de “ horror ante la pérdida de la imagen habitual de España y que las causas de ese horror fueron, de una parte la amenaza de los regionalismos, nacionalismos y separatismos , de otra la pérdida de condición de país católico, aún cuando ni los propios católicos lo fueran de manera absoluta, y finalmente la perturbación violenta de los usos y costumbres en el entramado de la vida familiar y social , incluidos los lingüísticos” .
¿Les suena, verdad? Es de pura actualidad.
Y a propósito de nuestra condición de país católico no puedo por menos que asombrarme al leer hoy que “los obispos avisan a Sánchez de que la libertad de culto está por encima del estado de alarma”. ¡Caramba! ¿Y se dan cuenta ahora después de 40 días de confinamiento, pasada incluso la semana santa? No me extenderé ahora en dar mi opinión sobre estos obispos y lo hago porque es evidente que mi concepto sobre estas personas está mediatizada por su impresentable y traidora actuación en todo lo que supuso la profanación de la tumba de quien fue su mayor protector en tiempos difíciles, el Generalísimo Franco. Mejor no ahora.
La España de hoy, afortunadamente, no es la de aquellos años de comienzo del siglo pasado, pero las similitudes empiezan a ser en muchos aspectos y por desgracia demasiadas.
Hoy más que nunca la salida de la crisis en la que se encuentra España no puede ser otra que la vertebración de un sentimiento nacional unificador y no disgregador. El inicio de un sugestivo proyecto en común de todos los españoles con valentía y decisión en la acción política.
Nos lo dicen nuestros historiadores y filósofos :
Así, Al relatar la larga y discontinua Reconquista de España, tras la invasión islámica, nos dice Ortega y Gasset que fue posible porque el concepto de patria perdida y de nación existió siempre en los diferentes reinos hispanos y por su parte Juan Ortega Rubio en su “Historia de los visigodos en España” establece bien claro que ya desde la época romana la conciencia histórica de España como pueblo estaba bien definida y que el devenir de nuestra nación se basó secularmente en la existencia de un proyecto común, ilusionante y en el que se creía.
Y ¡ como no ! Claro que recuerdo las palabras de un hombre joven, José Antonio Primo de Rivera, cuando con sus palabras, rescatadas, hoy, del oportunismo y de la deformación, alzó la voz reclamando una sola bandera: la de la justicia, la libertad, la afirmación nacional, el impulso por construir un destino común. “Yo creo que está alzada la bandera. Que sigan los demás con sus festines. Nosotros, fuera, en la vigilancia tensa, fervorosa y segura, ya presentimos el amanecer en la alegría de nuestras entrañas”.
Y desde luego , Francisco Franco, quien tras vencer al comunismo y su materialismo le dio a nuestra Patria un impulso hoy traicionado y desgraciadamente perdido. Una España en la que todos al unísono lejos de las veleidades partidistas y de las ambiciones separatistas de otros nos legó una Patria que hoy vemos lejana.
Esta es la España que muchos queremos recuperar y que no tiene otra solución que la de buscar ese elemento integrador que nos una y nos dé ilusiones cara al futuro. Esa es la España que quieren los españoles y no la de quienes arrogándose su representación ficticia no hacen otra cosa que provocar diferencias inexistentes con el triste añadido presente de miles de muertos sobre la mesa cuyo número ni siquiera sabemos y que a muchos les da igual .
Creo que todavía somos muchos los que no queremos ser cómplices de lo que puede estar por venir y siquiera sea mediante la palabra lucharemos para mantener la España unida que nos legaron nuestros padres y abuelos.
Ni vamos a ser indiferentes ni nos vamos a callar.
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