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Stefan Lache falleció bajo custodia policial el 15 de abril de 2018 en la comisaría de la policiía nacional Padre Amigo de Carabanchel. La autopsia desmiente la muerte natural. Unas cincuenta personas se reunieron el pasado 19 de noviembre ante los juzgados de Plaza Castilla para exigir la reapertura del caso. Stefan Lache tenía 28 años, mujer y dos críos. Una noche, salió de fiesta con un par de amigos y se encontró con una patrulla de los maderos. Le detuvieron y, a la mañana siguiente, su cuerpo apareció sin vida en los calabozos de la comisaria. ¿Qué le ocurrió a Stefan Lache bajo custodia policial? ¿Qué sucedió durante su detención? ¿Por qué nadie lo investiga? ¿Por qué todos, tan carpetovetónicamente frecuente, miran hacia otro lado, jueces incluidos?
¿Se va a reabrir el caso?
En la primera parte de esta serie de artículos, les relaté todos los detalles del caso. Les remito a él. A día de hoy, el madrileño Juzgado de Instrucción número 15 debe responder a un recurso para que se produzca la reapertura del caso sobre la muerte de Lache después de que el abogado de la familia, Daniel Amelang, presentase un recurso en el que agregaba un nuevo informe firmado por un perito forense del Colegio de Médicos.
En el citado informe se indica que no se han seguido los pasos correctos y pertinentes para la aclaración de esta muerte bajo custodia y se exige que se soliciten imágenes fehacientes de la autopsia al Instituto Anatómico Forense.
¿España, paraíso de la tortura y de la consiguiente impunidad?
En lugares de encierros. Incomunicados. Preferentemente, comisarías, prisiones, manicomios y CIEs (Centro de Internamiento de Extranjeros). Y contando con el auxilio de la despiadada contención mecánica. Impunidad funcionarial absoluta. Torturadores que cuentan con el abierto respaldo de jueces y políticos. Cuando milagrosamente son condenados, indultados por los gallifantes de PP$OE. Luego, ascendidos. Condecorados. Y, desde luego, muy bien pensionados. Cientos de ellos.
España, el mundo al revés: denunciar al denunciante. El caso más reciente es el del periodista Fonsi Loaiza. Agreguen Iñaki Rivera o Lorena Ruiz-Huerta. Incluso Luis Bárcenas, quien en una entrevista para Interviú en 2015 admitía que los carceleros llevaban guantes especiales y pegaban palizas a presos en las zonas que no tenían cámaras. En todos los ejemplos citados, los denunciantes fueron sindicatos policiales o de prisiones.
¿España, puta vergüenza de país sin remedio posible?
La perdurablemente constatada impunidad de agentes de policía – y otro tipo de parasitario funcionariado – en casos de tortura y otros malos tratos. Reiteradas denuncias – del orden de seis mil todos los años, ínfima puntita del iceberg – contra madera encargada de hacer cumplir la ley, ya de por sí funesta.
Y pertenecientes a fuerzas policiales nacionales ( incluidos, sobre todo, los aciagos pikolos: “ nosotros en Inchaurrondo sin guantes, no como los maricones de los nacionales” ), regionales, forales y locales de toda España, denuncias que los jueces de instrucción a menudo archivan o sobreseen tras una investigación mínima, cuando no inexistente.
¿España, práctica sistemática de la tortura?
Si son acostumbradas o no, sistémicas o no, sistemáticas o no, ordenadas por sus superiores o no, entiendo que pueda ser debatible. Amnistía Internacional cree que no es práctica habitual.
Por el contrario, quien estas líneas garabatea asevera todo lo contrario. Eso sí, la citada ONG sí que indica que los casos de tortura y otros malos tratos en Bozalistán, antigua España, no son incidentes aislados, sino muestras de hondísimas deficiencias estructurales que afectan a todas las facetas de la prevención, la investigación y la sanción de esos actos.
Hágase justicia y post scriptum
¿Y la justicia? Pues que algún dios exista, ojalá. Tantos casos impunes. “Desapariciones”. Ejecuciones extrajudiciales. “Casuales” muertes. Pedro Alvárez. Daniel JIménez. Iliass Tahiri. Y tantísimos otros. Pero por la admirable Liliana Gheorghe, Lili, que en este caso se haga justicia, primero en esta injusta tierra. Después en el Cielo, si lo hubiese. Que lo dudo. Y, por supuesto, seguiremos informando. Caiga quien caiga. Y alguien debe caer. Qué menos. Lo mínimo…
…Por cierto, más sobre impunidades. ¿No existe el menor interés por indagar mínimamente acerca de las tres fosas comunes – Mequinenza, Zaragoza; Vinaroz, Castellón; Almacellas, Lérida – denunciadas en el Expediente Royuela, cárcavas en las que se podrían encontrar enterrados, presuntamente, al menos una centena de cadáveres de “desaparecidos”? En fin.
Autor
- Nacido en Bilbao, vive en Madrid, tierra de todos los transterrados de España. Escaqueado de la existencia, el periodismo, amor de juventud, representa para él lo contrario a las hodiernas hordas de amanuenses poseídos por el miedo y la ideología. Amante, también, de disquisiciones teológicas y filosóficas diversas, pluma y la espada le sirven para mitigar, entre otros menesteres, dentro de lo que cabe, la gramsciana y apabullante hegemonía cultural de los socialismos liberticidas, de derechas y de izquierdas.
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