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No tengo la menor duda sobre cuál es máximo regalo que nuestro Creador y Dios ha hecho al Hombre. Y que se resume en la posibilidad de ser miembro de la Iglesia fundada por el Verbo hecho carne, Jesús de Nazaret, Segunda Persona de la Santísima trinidad. No hay un tesoro más valioso que la Fe Católica.
Esto lo tenían muy claro nuestros antepasados y, por eso, fueron capaces de las gestas que nunca pueblo alguno podrá repetir. Recuerdo que, en los inigualables y pedagógicos libros de la Editorial Luis Vives –conocida con diversos nombres: F.T.D., Edelvives, etc. — solían meter, entre las materias que trataban, poesías y pequeños relatos, aparentemente ingenuos pero que encerraban ideas solidas e imperecederas. De cuando en cuando me viene a la memoria alguna provocada por algún suceso. No ha mucho recordaba estos versos: “Del más hermoso clavel,/ pompa de un jardín ameno,/ el áspid saca veneno/,la oficiosa abeja miel.”… –de Calderón de la Barca–. Ahora les diría a los despistados, aquella otra que, tras enumerar las grandes obras del mundo civilizado, cerraba las estrofas con el estribillo: “Todo esto en el mundo lo ha hecho la fe…”
Y así, utilizando el dicho popular, “entre col y col lechuga”, en materias ajenas a la materia del texto de estudio, daban oportunidad a los excelentes profesores para sembrar en los educandos, la semillas que el futuro darían frutos. Ese fue el gran milagro de la obra de San Marcelino Champagnat: crear el alma más poderosa contra la Revolución Francesa mediante una pedagogía práctica y a ras de suelo insuperable.
Escribo este artículo provocado por varias circunstancias. Una: No ha mucho me quejaba del “agnosticismo” que ha invadido la llamada “intelectualidad” que, como nadie, han contribuido a la pérdida de la Fe en España. Otra: Ver que los católicos no valoran su Fe. La desconocen y no pueden valorarla.
Pero, me causa una tristeza inmensa ver a la propia Iglesia no darle valor a sí misma. Una conclusión evidente al ver cómo actúa. ¿Ignora el clero, la Jerarquía, y hasta la propia Roma, lo que durante dos milenios ha sostenido como indudable? Quienes no adoran al Dios uno y trino, adoran a falsos dioses, ¡invento diabólico! De esa verdad emanaba su norma de conducta en relación a quienes, no son ovejas de nuestro aprisco. ¿Ha perdido su autoridad infalible la doctrina de San Pablo sobre la materia?
Sería un tema interminable analizar las barbaridades que algunos jerarcas enseñan y practican, y, así, en vez de iluminar y orientar despistan con sus teorías y sus actuaciones ajenas a la verdadera doctrina y práctica en uso desde los Apóstoles hasta la segunda mitad del siglo XX, especialmente en sus relaciones con los apostatas, los herejes, los ateos y los paganos… Desde la Vaticano II el Modernismo ha destruido las bases de la conducta normal a lo largo de 1960 años.
Creo, puezs que tengo razones para recordar a quienes tienen por misión defender y enseñar lo que Cristo y los Apóstoles predicaron diferente de esas doctrinas “de merengue” con las que alimentan el alma de los pobres fieles que no han tenido oportunidad de formarse, ni de conocer la esencia de su Fe. Y para protestar públicamente por esa traición de quienes debieran “ser luz del mundo y sal de la tierra”, como se lo ordenó el Divino Maestro…
Tengo, además, otro motivo doble para abordar el tema. Primera parte: Han fallecido en los últimos diez días dos modelos de verdaderos católicos, uno seglar y otro sacerdote. Del seglar –José Luis Diez—he hablado ya. Del sacerdote, hablaré otro día, solo adelanto que “probablemente” murió de “agotamiento” a los 46 años. Agotado por no hacer vacaciones, por intentar llegar a todo, por su entrega y preparación… entro en el seminario, siendo ya economista, luego estudio Derecho normal y Canónico, completó estudios en Roma. Era párroco de San Boi –ciudad de 82 000 habitantes– y vicario judicial de la diócesis…con todo el trabajo que eso significa y mimando la parroquia que jamás cerró sus puertas. (Y… amaba la sotana que de cuando en cuando lucía en la calle). Dos golpes durísimos para mí, pues eran amigos de verdad. El P. Antonio, además, mi confesor.
Segunda parte: Hace un par de días leí, en una página famosa de un diario famoso, un artículo dedicado a la muerte, escrita por un gran periodista dos años más “joven” — tiene noventa ya dos–.
¡Qué pena!, desaprovechar la ocasión de ir al fondo del tema. Alguien, formado en tiempos donde te enseñaban la verdad, viviendo idénticas experiencias –en España y fuera de ella– y que hace un escrito de florituras y sin substancia,… como desgraciadamente es práctica habitual en el periodismo. Por cierto, tengo pendiente un tema que pueden leer en mi libro “ARDE EN LAS MANOS”, –uno de cuyos capítulos tiene un título que lo dice todo: “Periodismo y Prensa canallesca”— o sea dar mi opinión sobre esa profesión sagrada –como la docencia y el sacerdocio—e igualmente profanada miserablemente en nuestros días.
Se me acaba el espacio y debo resumir lo esencial del tema que anuncio en el título del artículo. Dios ha sido un Padre y nos ha dado todo cuanto tenemos, pero lo mejor entre sus regalos esta “Su Iglesia”. . Es nuestra verdadera Madre, la que nos enseña la única razón de vivir, es decir emplear nuestra vida en ganar el mejor de los premios: la felicidad eterna. La verdadera vida que nunca se acabará y ara la que fuimos creados. Esta Madre es la única que puede darnos la paz interior que permite al hombre vivir con alegría en este valle, donde ciertamente la tenemos por suerte más alegrías que penas, pero donde abundan los problemas, las enfermedades, las angustias por llevar el pan a tus hijos, la inseguridad en general. En la Fe de tu Iglesia, recuperarás las fuerzas al pie del Sagrario, cuando te sientas desfallecer.
Es nuestra Madre y, eso, lo resume todo.
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