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También me disculpo, y lo hago con la misma sinceridad y el mismo dolor de corazón del señor Otegui. Con el mismo arrepentimiento y el mismo propósito de enmienda. O -seamos humildes-, con un poquito menos de cada una de esas cualidades tan excelsas en ese llamado «hombre de paz.»

No es que sea hombre de guerra; al contrario, pienso que la paz es un bien superior, sólo supeditable a la justicia y al honor. Pero no creo que la paz deba estar ante todo -incluida la humillación- y tampoco le haría ascos -aunque ya no esté uno para muchos trotes, creo que de algo podría servir aún- a coger el chopo.

Todo esto viene a demostrar que, como anunciaba, soy mucho menos «hombre de paz» que el señor Otegui, pero ahora que todos los amarillos de la prensa se hacen lenguas del «cese de la violencia» etarra; ahora que todos los compañeros de viaje socialcomunistas de ETA alaban la sui generis disculpa de Otegui por los miles de asesinados, quiero colaborar y hacer lo propio.

Así, debería disculparme por varias cosas, a saber:

Por haber participado activamente -pegando carteles en las vísperas, y en el servicio de orden en el desarrollo-, en las manifestaciones de Fuerza Nueva contra el terrorismo; aquellas manifestaciones que alcanzaban centenares de miles de participantes en el recorrido entre Núñez de Balboa y Manuel Becerra.

No participé, pero se me alegraron las pajarillas, cuando mis camaradas de Fuerza Joven trincaron a unos terroristas del GRAPO -que meses antes habían puesto una bomba en la cafetería California 47, cercana a la Sede de Fuerza Nueva- en los prolegómenos de uno de aquellos multitudinarios actos de conmemoración del 18 de Julio en la Plaza de Las Ventas.

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Participé en cierta manifestación espontánea -tanto, por lo menos, como las de los sociatas y otra gentuza tras el 11-M- que clamó ante el asesinato por ETA de tres marinos frente al Cuartel General de la Marina, y luego subió por la calle Alcalá y llego a la Puerta del Sol, donde la policía se empleó con la contundencia que nunca usó con los -Arzallus dixit- «chicos de la gasolina.»

No sólo participé, sino que fui responsable solidario con el resto de la Junta Nacional de Juntas Españolas, en la manifestación que clamó por la justicia en la Plaza de la República Dominicana, meses después del atentado que allí realizó ETA.

No sólo participé, sino que fui corresponsable, de la manifestación de Juntas Españolas que exigió la pena de muerte para crímenes terroristas con resultado de muerte.

Seguramente participé y fui responsable de muchas otra cosas por ese estilo, pero ahora no las recuerdo en detalle, así es que lo más que puedo hacer es confesar ante los tolerantes, los tibios, los satisfechos de la reconversión etarra, que llevo escribiendo contra el terrorismo de ETA más de cuarenta años. Los inquisidores, los censores, los cobardes y los meapilas, podrán encontrar todo lo que he escrito en diversos medios sin mas esfuerzo que ir a la hemeroteca y buscar en la revista Fuerza Nueva de los años 1978 a 1980; en el «escaño nacional» de El Alcázar de los años 1982 a 1984; en La Nación, desde 1992 hasta 2005.

Entre tanto, lo hice en otras publicaciones como «Cruz de los Caídos» que editamos en los Distritos de Ciudad Lineal y San Blas de Fuerza Nueva entre 1979 y 1981, y posteriormente en EJE, de Juntas Españolas, que tuve el honor de dirigir, entre 1989 y 1992.

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Todos esos escritos los puede encontrar quien guste en este enlace.

Y desde 2006 hasta la fecha, en el blog «Mi libre opinión«, últimamente algo abandonado por la colaboración en El Correo de España desde 2019.

En cambio, no puedo pedir perdón por haberme pintado las manos de blanco, ni por haberme arrodillado como borrego exclamando «ETA escucha, aquí tienes mi nuca,» cuando ETA asesinó a Miguel Ángel Blanco. Eso no lo hice, y no me arrepiento en absoluto de no haberlo hecho.

Así, pues, queda dicho: me arrepiento de todo esto con la misma sinceridad que el señor Otegui.

 

Autor

Rafael C. Estremera