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Durante el gobierno rojo-nacionalista en las Vascongadas, en la guerra civil, fueron detenidos los siguientes religiosos: P. Amadeo González y P. Ricardo Vázquez, naturales de Monforte (Lugo), P. Manuel Carrera, nacido en Redondela (Pontevedra), Fr. Adolfo Cid, de Junquera de Ambia (Orense) y Fr. Pedro Castro, nacido en Sarria (Lugo).
Así nos lo cuentan ellos mismos: “Fuimos detenidos el 27 de julio de 1936, nos ataron de dos en dos, y junto con algunos otros, hasta el número nueve, nos llevaron de esta suerte por el camino de Alza al Comité de Herrera, menudeando por el camino los malos tratos de palabra y obra”.
En aquellos momentos, una multitud enfurecida que llenaba las calles quería arrojarse sobre los detenidos para lincharlos y otros, a grandes voces, pedían que los quemaran vivos. Los presentaron al Comité para tomarles declaración; allí los colocaron de cara a la pared y los amenazaron con fusilarlos al instante, según unos, o quemarlos, según otros. Pero los condujeron a la Diputación que era donde se encontraba el Comité Provincial. Con grandes dificultades lograron que les librasen de las manos de la multitud y entre culatazos y malos tratos les subieron a todos a una camioneta. Por el camino intentaron varias veces asaltar la camioneta para fusilarlos en el cementerio. La plaza de la Diputación la ocupaban una inmensa multitud vociferante que, al verlos, se arrojaron sobre ellos, golpeándoles brutalmente, hasta tal extremo, que cuando lograron entrar en las salas todos los detenidos sangraban.
Fueron llevados ante el Comité, sin tomarles declaración, y de nuevo acordaron llevarlos al Gobierno Civil. Por temor a la turba amotinada, los transportaron en un vehículo cerrado, cuyo interior estaba lleno de sangre; era el vehículo que transportaba a los asesinados al cementerio. En ese traslado les golpearon con los fusiles. Después de muchos esfuerzos lograron llegar al Gobierno Civil, todos, menos Fr. Ricardo, que lo dejaron en la Diputación. Al día siguiente les dijeron que lo habían visto muerto en el cementerio, junto a otras 47 personas más.
Al llegar al último destino los sacaron uno a uno del vehículo, mientras les golpeaban sin cesar, antes de ingresarles en los calabozos. La declaración que les tomaron no tenía nada que ver con lo declarado por ellos. Sin embargo, algunas personas intercedieron por ellos para que los dejaran en libertad. Y así lo hicieron. Esas mismas personas les buscaron también un alojamiento por unos días.
“No acabó ahí nuestro calvario -sigue declarando unos de los religiosos detenidos- Trasladados a nuestro convento de Lequeitio, sufrimos allí un ataque nocturno de las milicias rojas el día 29 de septiembre de 1936, huimos cada uno por donde pudo, sin poder en adelante vivir en comunidad. Al hacernos un nuevo empadronamiento hubimos de presentarnos y, al reconocernos, de nuevo nos detuvieron y llevaron a Bilbao; donde nos dieron libertad provisional. Y así continuamos hasta que entraron en Bilbao las tropas nacionales”.
“No puedo menos de hacer constar -insiste uno de los religiosos- que permanecimos entre el Reformatorio y el Sanatorio cercano hasta el momento de la detención, porque no podían dejar abandonados a los niños confinados a nuestros cuidados. Durante estos días, creo que fue el 26 de julio, por efecto de un terrible bombardeo de la aviación roja sobre los cuarteles de Loyola, que causaron bastantes muertos y heridos; al enterarse de esto el P. Manuel Carrera, a quien yo acompañé, desafiando el continuo tiroteo entre las fuerzas rojas y nacionales, para prestar auxilios espirituales a los heridos. Era tan constante el tiroteo y tan grande el peligro, que no pudimos subir al Reformatorio hasta el otro día. Mientras permanecimos en el cuartel, el Padre exhortó y aconsejó resistir hasta el último momento”.
Leemos en los documentos: “todo lo cual atestiguo ser verdad y para que conste lo firmo, Fr. Pedro Castro Sobrada, P. Amadeo González Ferreiros, en San Sebastián, 3 de marzo de 1938. Padres Mercedarios, San Sebastián, Barrio de Loyola”.
“De la presente declaración, certifico, firmado por los testigos: P. Superior de Uba y Coadjutor de Alza Fr. Clemente Jarque, Félix Amiano, párroco, José María Múgica”.
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