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Hoy me toca a mí. Hoy, dado que nadie habla de él, voy a hablar de Julio Merino. Bueno, pero no se asusten, que no les voy a leer mi largo currículo periodístico, literario, personal, erótico ni religioso… No. Eso se queda para mañana, aunque como ha escrito mi amiga y compañera Rosa Luque, el futuro ya es ahora, mañana ya es hoy… O sea, para cuando haya muerto, o haya cambiado de destino (que eso es para mí la muerte, un cambio de destino). Así es España, aquí se habla más de los muertos que de los vivos… sobre todo si eres escritor y te han condenado a una muerte civil (¿Qué quienes? Los de siempre, los que si no estás con ellos y de rodillas, te tachan del mapa de los vivos y “recomiendan” a los suyos, que son casi todos, que se olviden de ti).
Pero volvamos a mi antojo (bueno, no se asusten, que no estoy embarazado) según la RAE un antojo es un “deseo impulsivo, vehemente y descontrolado y arbitrario de una cosa, especialmente de una mujer embarazada que cree que si no se satisface puede producir marcas en la piel del hijo). Pues eso, hoy quiero hablarles de mi último antojo, que en este caso es un antojo de viejo (no sé porqué ni si solo me pasa a mi) y digo de mi último porque desde que pasé la barrera de los 80 me están saliendo algunos antojos raros (deseos impulsivos, vehementes y descontrolados).
Pues eso, que hace como un año tuve un antojo: comer paté de perdiz (tal vez porque ya desde niño iba con mi padre a cazar perdices, con jaula y escopeta, y el bello pájaro se quedó grabado en mis ojos, o porque desde que ya periodista en Madrid, asistí a un cursillo de gastronomía y uno de los profesores nos metió en la cabeza que el bocado más exquisito de toda la gastronomía mundial e incluso histórica era el muslo de la perdiz) y como no es fácil de encontrar, no sé porqué hay patés de todo tipo en cualquier mercado o supermercado, y no hay casi nunca paté de perdiz. El hecho es que al final di con una empresa, situada en Andújar (Jaén) especializada en la producción de paté de perdiz y… sí, y aquí viene lo mejor. Entré en contacto con la empresa, me hablaron del producto, de sus precios, y de cómo lo servían a domicilio y compré dos tarros (o sea, dos kilos), que en 48 horas los tuve en casa.
Pero lo gracioso, lo curioso, es que el joven que llamó a mi puerta, tras entregarme perfectamente embalados los dos tarros de mi preciado paté me dijo:
— Usted es don Julio Merino ¿verdad?
— Sí, yo soy Julio Merino.
—Pues… -e hizo una pausa- es que verá, es que cuando vi su nombre en el impreso del encargo, tuve la curiosidad de saber quién era usted, y al ver que usted era escritor me fui directo a comprar uno de sus libros y en la librería “Picasso” de Granada lo encontré y lo compré, y me gustaría, si es tan amable, de que me lo firmase –y sacó de una bolsa que traía, efectivamente, un libro mío: en concreto el Tomo I de mis Obras Completas (que ha comenzado a publicar la editora “SND editores”).
— Pues sí, hombre, faltaría más. Pero ¿lo has leído ya?
—Hombre, don Julio, que son dos mil y pico páginas –y dejó escapar una amplia sonrisa- pero, bueno, sí, algo he leído. Al menos el Prólogo que escribe usted mismo.
—¿Y?
— De momento, algo que me ha impresionado ha sido lo que fue, en verdad, la Reconquista, yo no sabía lo que hubo que luchar y guerrear para llegar a la Unidad de España.
(Al llegar aquí tengo que aclarar que la obra que había comprado, el Tomo I de mis O.C. lo constituyen las 5 novelas, que con Pilar Redondo de coautora escribimos sobre las 5 épocas principales de la Reconquista: Covadonga, Toledo, Córdoba y Sevilla, Granada y Nápoles).
— Bueno, pues amigo Javier, hoy no se lo voy a firmar, ya que tendrá que venir usted más veces, al menos mientras me dure mi antojo de paté de perdiz, se lo firmaré y se lo dedicaré cuando se lo haya leído. Me gustaría confirmar si usted es de los que comprar libro de adorno para su salón de estar o para leer de verdad.
— De acuerdo, don Julio.
Y ya solo puedo añadir que a los 15 días (que a la postre no solo yo disfruté del paté de perdiz) le he firmado y le he dedicado la obra. Y he podido comprobar que el joven Javier es, a demás de un gran repartidor, un conocedor y un lector de los que leen, porque al final de mi última entrevista acabamos hablando de Galdós, de Valera y de Unamuno, mis “Santos” preferidos y por lo que vi también de él.
Bueno, como habrán podido comprobar he podido escribir dos folios sin mencionar a mis dos “demonios” de mi futuro presente: el traidor Sánchez y el “cobardica” Casado. Eso sí, les aseguro que de mis demonios les seguiré hablando mientras siga con mis antojos.
Autor
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Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.
Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.
Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.
En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.
En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.
Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.
Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.
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