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AYER
Señores, ya está claro: el problema de España es un problema a plazo fijo. Antes o después lo que tiene que ocurrir, ocurrirá. Sin más. Irremediablemente, tal vez matemáticamente. Se oponga y se adopten las medidas que se adopten. Porque ahora y aquí ya no son los hombres los protagonistas, sino el destino, es decir, los dioses… y los dioses no respetan «personalismos» ni obedecen consignas de partido. Ellos hacen la historia de los pueblos y, por tanto, ellos son los únicos que pueden alterarla.
Pero, ¿y el hombre? ¿y los hombres?… ¿y esos líderes que se creen insustituibles y hasta eternos?… ¿y esos gobernantes que se creen dominar todas las artes para controlar y mantener el Poder’
Vanidad de vanidades. Egoísmo puro. Soberbia desmedida y orgullo inconsciente. En una palabra: incultura.
Porque si esos hombres conocieran el viejo proverbio de los clásicos ya estarían hincados de rodillas y pidiendo perdón por sus pecados, y remedio para su mal. Porque si esos hombres supiesen que ya han sido castigados, no estarían todavía amarrados al carro del Poder que les lleva inexorablemente al precipicio.
Salvando las distancias fue lo que le ocurrió a Julio César aquella mañana de los idus de Marzo. O a Napoleón la madrugada de Waterloo…
¿Por qué?¿Por qué se empeñarán los hombres en reírse de los designios de los dioses? ¿Por qué los pueblos se apartaran de su destino?
Y sin embargo, está todo tan claro como la luz del día. Aunque ni la luz hace ver a quien se niega a ver. Porque la ceguera no es propiedad de los ciegos. Que hay ciegos que «ven» y ojos que no quieren «ver».
Y, sin embargo, bien claro lo dice el proverbio:
«Los dioses ciegan previamente a quien quieren perder».
Sí, bien claro está que son los dioses, que tienen que haber sido los dioses, los que tienen que haber cegado al señor Suárez para perderle. Que son los dioses quienes han querido que el señor Suárez no «vea» a donde lleva a España y a los españoles… ¡Es el destino! los dioses hicieron el milagro de su ascensión y los dioses han decretado su caída. ¿Por qué le elevaron entonces y por qué le bajan ahora?. Esta es la cuestión, éste es el misterio, éste es el destino… ¡cruel e implacable! ¡Sublime y trágico! ¡Heroíco y ridículo!
Sí, «los dioses ciegan previamente a quienes quieren perder». Y por eso ocurre lo que ocurre, y por eso todo sale mal, y por eso se hunde la economía, y por eso aumenta el paro, y por eso cierran las empresas, y por eso avanza la miseria, y por eso desaparece la autoridad, y por eso las autonomías se transforman en separatismo y por eso España se desintegra, y por eso el Estado se cae a pedazos, y por eso la desesperanza ha vencido a la fe… Sí, por eso, porque están ciegos, porque nos gobierna un hombre ciego, porque la ceguera se ha subido también al carro de la UCD y –como ellos– no quiere bajar…
Ese es, sin duda, el mal de España, de la escuela de hoy, de la España que todavía aspira a la democracia y a la libertad. Un mal incurable, terrible, trágico: ¡La ceguera de sus gobernantes! Pero, ¿puede una nación estar gobernada por hombres ciegos? (¡Oh, Hamlet, mi señor, mi Rey… no lo permitáis! ¡No permitáis que la duda se apodere de mi alma! Respondedme: ¿puede salvarse España con unos gobernantes ciegos?
Entonces, tras un silencio lleno de misterio, se oyó a lo lejos, otra vez, el proverbio clásico: «Los dioses ciegan previamente a quienes quieren perder.»
Todo está consumado. Lo que haya de ser, será.
HOY
SÍ, ayer se llamaba Suárez y hoy se llama Sánchez…Da igual. ¿Puede una nación estar gobernada por hombres ciegos? se preguntaba ayer Hamlet y eso mismo podríamos preguntarnos nosotros…pero, no lo hacemos porque la pregunta que hoy se hace Hamlet es otra: ¿puede una nación estar tan ciega para no «ver» que está gobernada por ambiciosos sin límites que la llevan al desastre (otro 98, pero aumentado)? ¿puede un pueblo ayer orgulloso, noble y valiente dejarse arrastrar hasta la humillación, embarrarse en las corruptelas (sí, corruptelas, porque la corrupción sólo está al alcance de los Gobernantes) y acobardarse hasta tragarse la honra, el honor y la fé?. Decía aquel Hamlet de 1979 que «hay ciegos que «ven» y ojos que no quieren ver… y eso mismo dice el Hamlet de hoy cuando ve que gente inteligente o articulistas cultos todavía no se han dado cuenta que aquí ya no hay democracia y que esto ya no es un Estado de Derecho y que por la vía del diálogo o el razonamiento ya no hay nada que hacer… que ha llegado la hora de pasar a la acción, que ya no valen las palabras (¡¡palabras, palabras, palabras!!! repite el Hamlet de Shakespeare una y otra vez, para responderse setenta veces siete ¡¡actos, actos, actos!!!)…Sí, ciegos que «ven» y ojos que no quieren ver. Ekaterimburgo a un lado y al otro, Pizarro y Cortés. No hay más…y mañana será DEMASIADO TARDE.
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