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La labor mediática de intoxicación y angelizando a los “antifa” que queman las calles, está siendo tan procaz como desternillante.
«Minoría violenta, sin ideología política y con problemas socio-laborales debido al Covid». Así describen los medios generalistas a las turbas pro Hasel que incendian calles, asaltan comercios y destruyen cráneos policiales mientras lanzan consignas etarras.
Estas son las consignas coreadas al unísono por los informativos de La Secta, Tele Circo o Televisión Espantosa: los manifestantes son pacíficos ‘salvo una minoría’; los violentos son extremistas ‘sin ideología’ política; se trata de jóvenes afectados psicológicamente por el paro y el confinamiento.
Lavan la cara al comunismo insurrecto en defensa de un rapero criminal.
Delirante.
Realmente, ¿es tan fácil tomar por imbécil a la ciudadanía?
¿Una» minoría» es una turba enloquecida de 600 personas en manada, copando una calle, y dotadas de táctica de guerra callejera para abrir cráneos policiales?
¿Son jóvenes ‘sin ideología’ los que portan banderas republicanas y comunistas y lanzan loas a ETA?
¿Qué tienen «problemas psicológicos» por el confinamiento? (valiente gilipollez); ¿Y los padres de familia suicidados en número de centenares por cerrarles sus negocios o no cobrar su ERTE, no los tenían?
Aunque la canalla mediática incida en lo contrario, antifascismo es terrorismo. ¿Por qué antifascismo es terrorismo? Porque ‘antifascismo’ es la etiqueta y recipiente de los comunistas del terror rojo de hoy y siempre. Es la coartada utilizada por progres, centristas y liberales para blanquear al comunismo.
El fascismo es un enemigo imaginario: desapareció en 1945. Pero es la excusa perenne del comunismo en sus distintas vertientes, para rebelarse y minar el Occidente al que odian. Las democracias viciadas, trucadas y al servicio del marxismo cultural como la nuestra, han puesto la alfombra roja a un adoctrinamiento “antifascista” permanente identificando progreso y libertad con izquierda y comunismo.
En España son partidos políticos como Podemos, ERC o Bildu ligados al terrorismo marxista (GRAPO, ETA, FRAP, Terra Lliure) los que fueron legalizados de forma irresponsable por los gobiernos del régimen de 1978, alentando hace lustros al asesinato y hoy a la vandalización callejera a cuenta de un criminal llamado Pablo Hasel.
Lo que los barrios españoles destrozados viven no es el cuento de “Hasel y Gretel” que narran los esbirros mediáticos a sueldo del poder político: es el resultado del fracaso de 40 años de adoctrinamiento antifascista y procomunista. 40 años de vergonzante bajada de pantalones ante el antifranquismo de la izquierda y los separatistas a los que la estúpida derecha concedió la preeminencia moral y cultural escupiendo sobre el legado franquista de prosperidad económica y justicia social.
Haber construido el siniestro engranaje de una “democracia militante” del todo vale, incluso el comunismo del “duque de Paracuellos” Santiago Carrillo –hoy Pablo Iglesias- o los separatistas asesinos de Herri Batasuna –hoy Bildu-, ha creado el caldo excepcional para que las calles no sean la propiedad exclusiva de los españoles honrados y patriotas, sino de los hijos del odio y la revancha.
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