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Lo dijo el eminente profesor, maestro, catedrático y Decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central, Don Manuel García Morente:    

“A poco que supe confidencialmente que se había constituido… una comisión de depuración (tal era la palabra usada) al profesorado de Universidad. Esa comisión propuso la cesantía de varios catedráticos de la Facultad de Filosofía y Letras. La lista iba encabezada con mi nombre. Los comisionados consideraban urgente el sacrificio de mi persona… En virtud de la comisión llamada depuradora mi nombre iba a ser publicado como cesante y mi persona entregada a las ruines pasiones de los asesinos; hube de pensar en la necesidad de abandonar Madrid”. Antes, sobre todo, de que el Mono Azul me dedique algún piropo y me invite a dar un paseo. 

Como los que le dedicó a Unamuno, Eugenio Montes y Baroja…y que por su interés  reproduzco, para saber cómo fue el Alberti comunista. 

“A PASEO”

Estaba cantado entre los de la «quinta columna»: ALBERTI TE ATACA EN «EL MONO AZUL» CON LA PLUMA Y LOS MILICIANOS TE DABAN EL PASEO Y TE ABANDONABAN EN LAS TAPIAS DE UN CEMENTERIO O EN UNA CUNETA CUALQUIERA.

Eugenio Montes

“¿Y el joven filósofo Eugenio Montes, catedrático por suplantación a fuerza de párrafos alemanes aprendidos de memoria, y que jamás, y por fortuna, nunca llegó a pisar su clase? ¿Qué se hizo de su brillante verborrea neofascista? ¡Ay, el genio del banquete de las catorce duquesas cuando vino de Roma! Defensor ínclito de la religión católica y sus más puras esencias; de la familia –esto sobre todo–, ya que la suya quedaba al cuidado benéfico de los amigos, mientras él, nuevo Chateaubriand de yeso y bilis, recorría Europa clamando por el sacrosanto orden destruido por el furor marxista. ¿Qué se hicieron de sus crónicas, a tantos marcos, de Goebels, encanto de lo más fino y escogido de la buena sociedad histérica y peripatética?

Lloraba el esplendor del Imperio español –Felipe II, Carlos V, &co., sin conocer los más elementales rudimentos de historia. ¿Pero qué importa? Una «crisis de conciencia», ¿quién no la tiene? Después de haber querido ser diputado socialista por Orense, después de haber incendiado el quiosco de El Debate, tiene un momento de lucidez y advierte que hay marcos de Goebels, liras de Mussolini, duquesas en España y efebos en todos los países. ¿Quién no se conmueve?”

Unamuno 

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“Don Miguel de Unamuno, no. Esa especie de fantasma superviviente de un escritor, espectro fugado de un hombre, se alza, o dicen que se alza, al lado de la mentira, de la traición, del crimen. Unamuno fue siempre propenso a meter la débil agudeza de su voz en aparentes oquedades de máscara. Máscara Don Quijote, para él. Máscara el Cristo de Velázquez. La autenticidad del escritor revelaba entonces dignamente el secreto trágico de tales nobles mascaradas. Pero ahora no es una voz en grito angustiado de tragedia la que viene a decirnos su palabra. Es algo terrible para él, angustioso de veras para la dignidad humana de la inteligencia. Es la más dolorosa de todas las traiciones: la que se hace el hombre a sí mismo por la más innoble de las cobardías; la que reniega, rechaza, abomina de la excelsa significación de la palabra, de la vida, de la independencia, de la libertad. Esta horrible mentira, encarnada entre los labios del superviviente Unamuno, ¿qué nueva perspectiva sangrienta y amarga nos abre ante su pasado, manchándolo y envileciéndolo quién sabe durante cuánto tiempo ante las generaciones futuras?”

 

Baroja

Y no menos agresivo y acusador fue el “paseo” que le dedicó al “viejo chocho” , Pio Baroja:

“Se viene hablando ya demasiado de este vejestorio, de este saldo literario que nos legara la desdichada «Generación del 98». Se le ha dado demasiada importancia a este viejo chocho, cuya principal manía consiste en desentonar del común de los mortales para labrarse –él, casariego y comodón empedernido- una aureola de individuo independiente, cuando la realidad, la vergonzosa realidad, nos descubre la poca hombría del sujeto… una cuerda suspendida en un árbol a veces vale por un poema. ¿Qué esperas, Baroja, para escribir el último capítulo sincero de tu vulgarísima vida?”.

(Y eso porque el grandísimo novelista antes de irse al exilio le ha dicho a un periodista:  «No me lo preguntéis más, ni soy comunista, ni lo seré mientras viva. El comunismo es la negación de la libertad y los comunistas verdaderos usurpadores de la clase social, depredadores de la clase obrera y están abocados al fracaso desde su mismísimo origen. Me repugna esa utopía»).

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Naturalmente, en este caso los tres invitados se salvaron del paseo miliciano porque uno estaba en la Salamanca ya nacional y los otros ya estaban en París.

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.