22/11/2024 01:14
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La invasión de Ucrania ha cambiado por completo la visión que muchos tenían de la realidad. De pronto, muchos occidentales se han dado cuenta de que el gasto militar no es un gasto innecesario o de la importancia para un país del patriotismo o de la denostada masculinidad. La respuesta más inmediata ha sido el aumento sustancial del presupuesto para la defensa, precisamente lo que Donald Trump exigía cuando era presidente a sus aliados. Sin embargo, el aumento del presupuesto de defensa no conlleva necesariamente una mejora significativa de la capacidad de defensa. En primer lugar porque también es necesario que la sociedad tenga la voluntad de defender a su patria. El mejor ejemplo en positivo lo constituye Polonia, donde miles de jóvenes acudieron a alistarse a las Fuerzas Territoriales de Defensa ante la crisis migratoria creada artificialmente por Bielorrusia,  pero no puede decirse lo mismo de muchos países occidentales.

El otro factor fundamental es como invertir ese capital. Lo que hacen los países sensatos es comprar o mejorar su armamento y hacer la vida militar más atractiva para la población. Y aquí, de nuevo podemos citar el ejemplo polaco. Pero la sensatez no es el rasgo más característico de los países occidentales, y así vemos que en España se organizan charlas de perspectiva de género mientras los tanques se caen a pedazos, o que la RAF británica detiene el reclutamiento en nombre de la diversidad porque hay “demasiados hombres blancos”. Evidentemente, esto es de mayor importancia, del mismo modo que la reacción es mayor,  cuanto más cerca se está del conflicto, y en esa primera línea encontramos a Polonia y a los países bálticos. En mayo medida reuní en Madrid con el politólogo y político lituano Vytautas Sinica. Ante las imágenes diarias de los bombardeos rusos sobre las ciudades ucranianas, los lituanos habían constatado con horror que no había ningún refugio en el que pudieran cobijarse en caso de producirse un ataque. “No hay donde esconderse”, afirmó Sinica, “y de eso es responsable nuestro gobierno”. Otro país que no ha hecho los deberes es Estonia. El país báltico acaba de empezar a eliminar todos los monumentos soviéticos del país para “proteger el orden público”. Sin embargo, según señala en este artículo el eurodiputado de EKRE Jaak Madison, el gobierno no ha tomado las medidas necesarias para la defensa de Estonia.

Jaak Madison.

No hace falta empezar recordando que Estonia ha vivido durante mucho tiempo en una burbuja, una burbuja en donde se ha considerado que nuestro país no tenía que contribuir en la medida de lo posible a su capacidad de defensa independiente, porque tenemos aliados de la OTAN que están dispuestos, incondicionalmente y sin vacilación, a enviar aquí a sus soldados para que luchen y mueran por nosotros.

Que esta creencia haya sido realista es otra cuestión, pero al menos los líderes del Partido Reformista (liberales al frente del gobierno de coalición) lo han recalcado a la opinión pública a lo largo de los años. Por ejemplo, cuando los diputados del Partido Popular Conservador de Estonia, entre los que se encuentra quien esto escribe, preguntaron al primer ministro Taavi Rõivas en el Riigikogu (parlamento) en 2016 sobre la protección civil y los refugios antibombas de Estonia, el primer ministro más bien ridiculizó la pregunta y subrayó que “tenemos aliados”. Desgraciadamente, esta actitud ha sido muy reiterativa. 

Sin embargo, en la mañana del 24 de febrero, muchos recordaron la realidad de que no podemos permitirnos llevar una vida cómoda como en Luxemburgo, donde ningún gran país vecino amenaza tu existencia. Tenemos que afrontar la realidad cotidiana de que Rusia siempre ha amenazado nuestra existencia y seguirá haciéndolo. Para reducir esta amenaza, nosotros mismos debemos tomarla en serio e invertir de forma consecuente en nuestras propias capacidades de defensa.

Pero, ¿qué demonios se ha hecho en Estonia desde el 24 de febrero? Cuando, un mes antes de la agresión rusa a Ucrania, el 20 de enero, la primera ministra Kaja Kallas anunció que Estonia aumentaría su gasto en defensa en una cantidad extraordinaria de 380 millones de euros en los próximos años, la sociedad se entusiasmó: ¡todavía hay un primer ministro que defiende a Estonia!

Sin embargo, ni siquiera entonces estaba claro qué significaba exactamente “en los próximos años” y qué capacidades concretas podrían desarrollarse con ese dinero. A partir del 24 de febrero quedó claro que los 380 millones de euros no eran suficientes, y que no bastaba con hablar de los “próximos años”.

Durante el último gobierno ya quedó claro que la mayor carencia defensiva de Estonia es nuestra inadecuada defensa aérea. Desgraciadamente, cuando EKRE planteó esta cuestión en el gobierno, tanto el público como los medios de comunicación se hicieron la ilusión de que, de todas formas, no era tan necesaria. La mañana del 24 de febrero demostró que estaba equivocados.

Lamentablemente, dentro de unos días se cumplirán seis meses desde el inicio de la agresión contra Ucrania, y hasta ahora no ha habido ninguna asignación específica de fondos gubernamentales para el desarrollo de un sistema de defensa aérea de medio alcance. En mi opinión, se trata de una situación completamente absurda que claramente no demuestra a nuestros queridos aliados que Estonia, más allá de las grandes palabras y la pompa y circunstancia, es realmente capaz de decidir algo para reforzar nuestra defensa nacional.

El gobierno, dirigido por Kaja Callas, ha citado desde hace un mes las vacaciones como una de las excusas para esta indecisión. Disculpen mi lenguaje, pero a los estonios les importan un bledo las bonitas vacaciones de los miembros del gobierno cuando está en juego nuestra defensa contra un ocupante en potencia. Sin embargo, estas vacaciones no impidieron que al mismo tiempo nos ocupáramos operativamente de la retirada del tanque soviético de Narva, que era una decisión correcta, pero que no nos ayuda en el esfuerzo bélico para defender Estonia.

Pero cuando escuchas al Partido Reformista hablar ahora de la necesidad de la defensa aérea central durante las discusiones sobre la estrategia presupuestaria del Estado, aprietas el puño. Ya no se puede hablar de ello como parte de la estrategia presupuestaria nacional, porque estamos hablando de capacidades que hay que desarrollar de todos modos. Independientemente de la cantidad exacta al final. Cuanto más se alargue, más costará, y esto es concretamente el resultado de la indecisión de Kaja Kallas.

Llega el 20 de agosto y los estonios celebran el día de la recuperación de la independencia. Es bueno que lo celebren. Pero si, al mismo tiempo, los miembros del gobierno y la primer ministro están celebrando en el jardín de las rosas al tintineo de las copas de champán, deberían preguntarse antes de sorber sus copas si han hecho su trabajo de defender a Estonia. No es conveniente celebrar cuando las decisiones más necesarias no se han tomado en seis meses.

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REDACCIÓN
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