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Como profano en cuestiones económicas siempre he tratado de asimilar los grandes números a lo que es una economía doméstica.
En ese sentido de adaptación, mis conclusiones han sido las siguientes :
Deuda del PIB (Producto Interior Bruto, toda la riqueza generada por un país durante un año): creo que dicho concepto se asemeja enormemente con un préstamo, sea personal e hipotecario, que una persona suscribe porque gasta más dinero del que ingresa (DÉFICIT), o porque se compromete a unos gastos, o compras, superiores a su capacidad económica (DEUDA PUBLICA).
Impuestos: factura que se paga a un tercero (en este caso el Estado) por la prestación de unos servicios, o la adquisición de un bien, en beneficio del contribuyente y de la sociedad.
Trabajo: medio por el cual una persona, bien de forma asalariada como Autónomo o formando una empresa, recibe, o ingresa, una prestación económica por su actividad.
Cualquier persona, en su pequeña economía doméstica, conoce el valor del dinero, el trabajo que cuesta obtenerlo y, por ello, debe calcular, adecuadamente, su exposición al riesgo que supone gastar más de lo que se ingresa, endeudarse, o perder el trabajo y, por consiguiente, su fuente de recursos.
Algo tan evidente, para el común de los mortales, resulta ser ciencia oculta para nuestros malgobernantes (aunque sean doctores en Economía, no sepan calcular una sencilla regla de tres y hayan cometido un fraude para la obtención de su trapacero título). Empecemos por el primer concepto la deuda del PIB, que es de obligado reconocimiento indicar que a la muerte de Franco era inferior al 10 %, y ahora se sitúa en el 120 %. La evolución histórica de la deuda del PIB ofrece unos datos demoledores pero terriblemente sencillos de sintetizar: han gastado más de lo que se ingresaba (DEFICIT) y han endeudado nuestro futuro y el de nuestros Hijos (emisión DEUDA PÚBLICA). ¿Para qué? Pues, según mi punto de vista, para: crear una estructura autonómica brutal e insolvente; incrementar un 150 % el número de empleados públicos; hacer insostenible el sistema de pensiones de la Seguridad Social; subvencionar todo tipo de tinglados políticos; crear poderosas redes clientelares y como guinda pagar los insaciables delirios supremacistas vasco-catalanes.
Pero no contentos con esta devastación, nuestros malgobernantes no han tenido el menor escrúpulo en, mediante corruptelas de todo tipo, realizar una ignominiosa labor de saqueo y botín del erario público.
Vamos al concepto de los impuestos: que el Estado nos robe la mitad de nuestros ingresos, vía Agencia Tributaria, debería ir asociado desde una visión doméstica a que se reciba un bien, o un servicio, acorde con dicha aportación. Si fuese así deberían otorgarnos el privilegio de poder decidir a quien, cómo y cuánto. Porque en una gestión doméstica si el servicio, o bien, fuera defectuoso, no se ajustará al presupuesto, o el trato personal del proveedor no fuese el correcto le reclamariamos y, en última instancia, no volveríamos a contar con él. Nada de eso se puede hacer hacer con nuestros impuestos ya que los sucesivos malgobiernos «democráticos» los han utilizado de forma espurea, despilfarrandolo con siniestra desvergüenza y despojandonos de nuestros derechos de supervision y vigilancia, para convertirnos, simplemente, en meros contribuyentes.
En el tema de los impuestos, España funciona de la siguiente manera: En primer lugar, la sanguijuela de turno te dice que el dinero que has pagado no es tuyo (¡manda narices! por no decir otra cosa); en segundo lugar, malfurnen (malgastan) el dinero en todo tipo de subvenciones y pagas a la escoria de la sociedad con el agravante de que jamás ellos han aportado, ni aportarán, a su sostenimiento ; y en tercer lugar, los servicios que se prestan y los bienes que se adquieren no van encaminados a los sufridos contribuyentes sino a una caterva de estructuras asociadas al poder, medios de comunicación afines, empresas que se lucran con las infinitas corrupciones emanadas desde el Gobierno, etc., etc. Todos ellos se revuelcan en un encamamiento obsceno sufragado por todos nosotros.
Otra mención «franquista», en su época no se pagaban impuestos directos, el famoso I.R.P.F. (Impuesto Rendimiento Personas Físicas) que nos clavan con infame saña estos «demócratas».
El trabajo que como fuente de obtención de recursos ha sido dilapidado por este malgobierno a través de una gestión estéril, cortoplacista, corrupta y propagandística. A la muerte de Franco el desempleo era inferior al 5 %, ahora los más «pesimistas» (ya se sabe que un pesimista es un optimista con buena información) calculan un paro del 30 %.
Estos carnuzos del malgobierno y sus cohortes de paniaguados ni saben, ni quieren saber. Sólo se dedican a aplicar, con escrupulosa inquina, la ley del embudo, los privilegios para ellos, la «jodienda» para el resto.
Y como siempre, nunca falla la prostituida y sumisa colaboracion de los medios corruptos de comunicación (incluidos los filopeperos) que de forma unánime publicaron aquella estúpida y mendaz proclama del malgobierno «# Salimos más fuertes «
Como se dice en Aragon ¡hala maño, ahora bailala!
P.D.: En memoria de nuestras Madres, esas grandes mujeres que entendian, y aplicaban, los conceptos fundamentales de la economía de una forma natural y sencilla, y a las que el mejor ministro de Economía de la democracia no sería digno de atarles las alpargatas ni subido al Teide, al Mulhacen o al Aneto.
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