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Conseguida la Paz, España inició su proyecto histórico en el contexto del fragor de la II Guerra Mundial y de su consiguiente posguerra. Etapa calificada de Autarquía, en la que España tuvo que salir sola y sin ayuda al haber sido excluida del Plan Marshall. Etapa en la que se constituye una legalidad sobre el Orden y el Derecho, al término de la cual comienza una segunda etapa que podemos calificar de Resurgimiento, definida por un proceso de reformas administrativas, gubernativas y económicas de enorme alcance y calado.

    En ese orden de realizaciones se crea la Ley de Régimen Jurídico de la Administración del Estado, que Sánchez Agesta define como “la carta magna de los administrados”, que dejaba clara la orientación ideológica-jurídica del Régimen, donde el derecho positivo garantizaba los derechos naturales tales como la propiedad, el honor, la familia y la libertad civil. Al tiempo que se definen las atribuciones del jefe del Estado, del jefe del Gobierno y del Consejo Nacional del Movimiento. Y no menos importante fue la Reforma fiscal, así como la creación de instituciones autónomas como el INI (Instituto Nacional de Industria), el Instituto de Colonización, el Servicio Nacional del trigo, el Instituto Nacional de la Vivienda, el Instituto Nacional de Previsión, el de Reconstrucción Nacional y el CSIC.

    Y junto a la construcción del Estado Administrativo, y en paralelo, el desarrollo económico que “debía ser integral y al servicio del bien común”. Con esa idea se proyecta un Plan de Desarrollo que pone en marcha el potencial de España como nación; que alteró, por su contenido, la base popular de la sociedad española, en la medida que hizo posible la formación de una gran clase media. Elemento social imprescindible en todos los estados modernos, y algo inexistente en España hasta ese momento, que no lograron llevar a cabo las sucesivas promociones regeneracionistas anteriores.

    España crece, y la oposición comunista (de momento la única) se queda sin argumentos, salvo el recurso al terrorismo (“Maquis”) y a profetizar el hundimiento del Régimen, mientras apoya la invasión soviética de Hungría en agosto de 1956.

   Orientado por el Plan de Desarrollo, el año de 1961, España termina con un aumento del 10% en la producción industrial. Situación que hizo afluir la inversión directa, la consiguiente animación de la Bolsa española y la importación de bienes de equipo. Todo este flujo canalizado por el Estado de forma adecuada.

    Inmediatamente se abrieron las negociaciones con el Mercado Común, aunque sin las concesiones políticas que desde fuera se nos pedían. Al tiempo que se creaba el cargo de Comisario del Plan de Desarrollo. Todo ello como resultado del Plan de Estabilización que España había puesto en marcha unos años antes. Logró al que respondieron los socialistas en la Asamblea Parlamentaria de Estrasburgo (hoy Parlamento Europeo), pidiendo “que España no ingresara por no cumplir con determinados postulados políticos”. Al tiempo que en el Congreso por el Movimiento Europeo, figurantes como Salvador de Madariaga, Gil Robles, Llopis, Prados Arrarte, Joaquín Satrustegui, Félix Pons y José Mª Gironella presentaban una moción para “que se rechazara la petición de Franco de integración europea”. Con todo, España sí fue admitida como socio de facto por su peso económico y su estabilidad política de gran interés para los socios europeos.

    El fracaso de los enemigos de Franco, y por eso mismo de España, era tan estrepitoso, y el proceso de fortalecimiento del Régimen tan evidente, que la exigua oposición de dentro queda totalmente desarmada, y la de fuera comienza a inquietarse. Tanto se inquietan, que a fin de ver cómo lograr combatir al régimen se reúnen en París, y firman un documento en el que exigen “la formación de un gobierno provisional que convoque elecciones”, mostrándose dispuestos “a acatar una Monarquía presidida por Don Juan de Borbón”. Y les parece tan claro que ahora sí pueden triunfar con el apoyo exterior, que hasta Don Jaime de Borbón, el pretendiente “sordomudo” al que se había comprado la primogenitura por 5.000 pesetas y una máquina de escribir, le reclama a Franco la sucesión a la Corona de España… Todo absolutamente demencial e insólito.

    Y mientras esto ocurre, con la aprobación de la Ley de Bases de la Seguridad Social y la creación del Instituto Nacional de Previsión, que extienden la cobertura de Seguridad Social a autónomos y trabajadores agrarios que hasta ese momento se regían por un sistema especial, se evidencia que España había alcanzado un desarrollo tal, que había superado todas las desigualdades, conseguido la promoción social en todos los sectores, logrado la homogeneización entre las diferentes regiones, he introducido la competencia internacional, incluso con la Unión Soviética.

    Por eso no hizo mella en el Régimen, ni en su ánimo ni en sus decisiones, la reacción absolutamente hipócrita de los dirigentes de Europa y del mismo Pablo VI en el “caso Grimau”.

    ¿Quién era ese individuo?

    Julián Grimau era de los pocos sujetos cuyos actos criminales durante la Guerra de Liberación Nacional no habían prescrito por su actuación como policía en la detención, torturas y eliminación de detenidos. Puede que en la eliminación del dirigente y fundador del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM), enemigo declarado del PCE y del PSOE, a quien se detiene, tortura, despellejo vivo y asesina, ocultando sus restos en un lugar hoy desconocido. Firme defensor e impulsor del terrorismo del “maquis” y miembro de la dirección del PCE, fue detenido en Madrid, procedente de Francia, el 7 de noviembre de 1962, tras haberse recibido una llamada desde París advirtiendo de su presencia en España. La misión que supuestamente traía de la dirección del PCE no era otra que activar acciones terroristas. Algo de lo que ya estaba en contra la dirección del PCE dirigida por Santiago Carrillo. Grimau fue juzgado, sentenciado y ejecutado conforme a Derecho. Aunque antes se arrojó del segundo piso de la Dirección General de Seguridad y tuvo que ser curado.  

    En el caso Grimau es esclarecedor advertir las profundas discrepancias que había en el seno del PCE respecto a la postura que había que sostener contra el Régimen de la Victoria, o lo que es lo mismo, contra la España de la paz y la prosperidad: ¿acción directa revolucionaria terrorista o perfil bajo e infiltración? Discrepancias que hace que comiencen a surgir años después partidos comunistas a la izquierda del PCE, mayormente financiados por la República Popular China. 

    Así, desde la dirección del PCE surge el PCE-ML, estalinista, que fue la base del FRAP. El PCE-Internacional, escindido del PCE, y al que se debe la estrella en el triángulo en la estelada catalana, y que fue el Partido del Trabajo. La ORT (Organización Revolucionaria de Trabajadores) de inspiración maoísta que se fusionó en el Partido del Trabajo y con Front Obrer de Catalunya, que dio paso a la Organización de Izquierda Comunista. Una serie de fuerzas que desmentían el evidente progreso de España.

    A 25 años de la Victoria, España había logrado hacer una obra que colmaba las aspiraciones de la sociedad. Lo que indudablemente inquietaba a sus enemigos. Y mientras Franco se dirige al Consejo Nacional del Movimiento, afirmando que era “el momento de proseguir con serenidad y confianza el proceso de institucionalización del Régimen”, se clarifica y proyecta la Sucesión a la Jefatura del Estado, mientras el desarrollo integral de España continúa su proceso, siendo sus resultados altamente satisfactorios.   

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    La década de los años sesenta, en la que el Régimen termina su desarrollo institucional con la Ley de Representación Familiar, del Consejo del Reino y la Ley Orgánica el Movimiento, precipita una serie de acontecimientos.

    Tres acontecimientos marcan aquel periodo:

    1º. La nueva línea de acción del PCE, a tenor del fracaso que había supuesto la ofensiva de la acción terrorista y el boicot a España en las instituciones internacionales, que pasa a considerar que es el momento de echar el resto. La estrategia que adopta es la “Infiltración”, primero en los sindicatos, que le ofrecían una gran cobertura porque el propio Régimen estaba interesado en el proceso de normalización de las relaciones laborales. Lo afirmó Franco en la clausura del I Congreso Sindical, el 4 de marzo de 1961: “La política no existe sin diálogo, porque el diálogo es la base de la política”. Al tiempo que también se infiltran en la Iglesia católica a través de las parroquias, infiltración refrendada por el pacto entre Carrillo y Rafael Calvo Serer; infiltración que ya estaba canalizándose desde hace algún tiempo animada por parte de la jerarquía eclesiástica que ya no era adicta al Régimen, de cuya colaboración Franco simplemente dijo: “¡Peligrosísimo ese acercamiento!”. Y finalmente en la Universidad, donde la FUDE (Federación Universitaria Democrática Española), que comenzó a tener más capacidad de convocatoria, encontrando la ocasión el 23 de febrero de 1965, donde miles de estudiantes salieron a la calle en Madrid dirigidos por los profesores Enrique Tierno Galván, José Luis Aranguren, Santiago Montero Díaz, Agustín García Calvo y Roberto García de Vercher.

    2º. La Ley de Libertad Religiosa que por imperativo había propuesto el Vaticano siguiendo las directrices impuestas por el Concilio Vaticano II-  impregnado por “el humo de Satanás”, como dijo el mismísimo Pablo VI-, marca la situación de rebeldía en el clero español, que comienza a ser insostenible para el Régimen, hasta el punto que se crea una cárcel para sacerdotes rojos y separatistas. Siendo la cuestión más polémica la decisión de la Iglesia de oponerse a que el Régimen tomase parte en el nombramiento de los obispos, gracia que tenía España y que de ningún modo impuso nunca, llegando hasta el extremo de ser nombrado Vicente Tarancón primado de España, lo que vieron algunos, y con total clarividencia, como el inició del camino en la secularización de España. Así, eliminada la posibilidad de que el Régimen tomase parte en el nombramiento de Obispos, Tarancón y el legado del Vaticano, Dadaglio, evadieron los condicionantes del Concordato y comenzaron a implicarse en los nombramientos de obispos auxiliares, todos ellos de tendencia izquierdista, hasta terminar controlando la Conferencia Episcopal Española. Mientras muchos curas ofrecían las iglesias a los miembros de Comisiones Obreras y del PCE.

    3º. El comienzo de la actividad terrorista de ETA, auxiliada por el PCE y el nacionalismo vasco, que entre 1968 y el 20 de noviembre de 1975 cometió 43 asesinatos, lo que representa un 5% del total de los asesinatos cometido por la banda, cuyo primer asesinato se produce el 7 de junio de 1968 en Guipúzcoa, en la persona del guardia civil don José Antonio Pardines, y pocos días después en la persona del inspector jefe de la Policía de Irún, don Melitón Manzanares González (hoy recordados, pero durante muchos años olvidados, despreciados y vilipendiados), todavía sin resolver, pero atribuido entre otros al terrorista de ETA Mario Onaindia, al que el Gobierno de José Mª Aznar otorgó en 2003, a título póstumo, la Orden del Mérito Constitucional, creándose en su honor, en 2009, la Fundación Mario Onaindia.

    Al margen de otros acontecimientos como… La amenaza del pacto con Estados Unidos sobre las base americanas. Las presiones de Marruecos sobre Ceuta y Melilla. La intensificación de la escalada de los estudiantes en la Universidad. Y la propuesta que hace el PCE proponiendo como alternativa “la huelga general política indefinida”. Mientras un hombre del Régimen, Ruiz-Giménez, mantiene acuerdos con los socialistas para ser el Alcalá-Zamora de la nueva república. 

    En este panorama, comienza una nueva etapa donde los acontecimientos se suceden en un continuo sin retorno. Un tiempo marcado ya por la oposición entre las diversas familias de dentro del Régimen, que si unos apostaban por la democracia liberal, los “teóricos” hombres del Régimen se dejan llevar por los acontecimientos y por la evolución de lo que la situación pudiera dar de sí a favor o en contra. Y en estas, Juan I de Villa Giralda comienza a impacientarse, llegando a exigirle a Franco que le aclare algo sobre lo que piensa sobre el futuro de España en la parte que le preocupaba, la Corona. A lo Franco, como siempre hizo respecto a este voluble, incapaz y esperpéntico personaje, no le hizo el menor caso, haciendo siempre lo que consideró más conveniente y mejor para España.

    Con todo, los resultados siguieron siendo satisfactorios para el Régimen, aunque bien es verdad que comienza a debilitarse la base ideológica del mismo, porque como ocurre siempre, ni eran todos los que estaban ni estaban todos los que eran. La frase atribuida a Franco años más tarde es reveladora…, ¿pero Piñar no es de los nuestros? Se sorprendía el Caudillo, ya mayor, de las críticas al Régimen por parte de los leales… “Amamos a España porque no nos gusta”, había dicho José Antonio muchos años antes. 

    Era evidente que el equilibro sobre el que se había  erigido el Régimen estaba finiquitado, tanto porque se rompieron los equilibrios internos que había propiciado la obra de España, como por la deserción que hicieron muchos buscando relaciones políticas sobre otras bases ideológicas, a la espera de repartirse el botín del que pronto se adueñarían. Con todo, la vida del Régimen continúa, y sobre un análisis compartido por la inmensa mayoría de los españoles de que el balance del Régimen era altamente positivo, de lo que se trataba era que el fallecimiento de Franco no ofreciera una oportunidad a los aventureros.

    La situación es complicada, y el único que mantiene la calma es Franco, que sigue con su política de desarrollo en España: Se ponía en marcha la central nuclear de Zurita y se preparaba el segundo Plan de Desarrollo. ¡Qué más se le podía pedir al Régimen que no hubiese hecho, que ese año propicia un crecimiento del 5%, un desarrollo imponente de la educación y una ordenación rural de dos millones de hectáreas, cuando se inauguraba la sinagoga de Madrid! Pero los ataques de la oposición no cesaron y la actividad terrorista de ETA tampoco. Incluso los carlistas comenzaron a reclamar una monarquía tradicional

    El único que parece confiar plenamente en Franco era el Príncipe de España, Don Juan Carlos de Borbón y Borbón, que escribe una carta a su padre diciéndole “Tú has jugado a una carta, yo a otra. Sigue tú con la tuya y yo con la mía” (Laureano López Rodó, Memorias, ob. cit., volumen II, pág. 315). Al tiempo que el 22 de julio de 1969 jura solemnemente ante las Cortes, “cumplir y hacer cumplir” las Leyes Fundamentales del Estado y Principios del Movimiento como sucesor de Franco a título de Rey. Ese mismo año se aprueba la Ley General de Educación, de tan buenísimos resultados.

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    El Opus Dei, una fuerza política-eclesial en alza, aprovecha para advertir que todavía no se había completado el futuro político del Régimen, haciendo referencia a la Sucesión, al tiempo que manifestaba que con La Falange y el Movimiento era imposible un cambio democrático. Sectores falangistas, si comprender absolutamente nada, claman y reclaman la “revolución pendiente”. La oposición del interior se reúne en cenas, y si unos apuestan por una monarquía democrática plenamente homologada con las europeas, otros proponen un referéndum sobre monarquía o república. Al tiempo que el PCE, sobre la base de aproximación al comunismo italiano, da un nuevo impulso a su política de infiltración, en esta ocasión con un artículo firmado por Santiago Carrillo en Le Figaro, el 18 de enero de 1966, titulado “Después de Franco, ¿qué?”. En el que abordaba de “lleno” la colaboración entre católicos y comunistas, ya que atribuía a la Iglesia un papel fundamental en la superación del régimen de Franco. Siendo que el programa que proponía el PCE se asentaba en “mantener el capitalismo de Estado”, que el propio franquismo había desarrollado. Apostaba por “la república democrática y progresista”. Y daba a entender que la forma de establecer esa república sería “mediante una huelga general” sostenida por sus cuatro caballos de Troya: Comisiones Obreras, la Universidad, las tendencias católicas progresistas dentro de la Iglesia y el eco que tendría esa huelga en el Ejército (Unión Militar Democrática).

    El 1 de mayo de 1973, en una acción de guerrilla urbana que dejó varios policías heridos, se produjo la muerte a puñaladas del subinspector de policía Juan Antonio Fernández a manos del FRAP (grupo terrorista en el que militó el padre de quien fue vicepresidente del gobierno de España presidido por Pedro Sánchez). Y el día 20 de diciembre, un comando de ETA, que actuó en la capital a sus anchas durante meses, hace volar por los aires con una mina antitanque procedente de Estados Unidos el coche en el que viajaba Carrero Blanco camino de su despacho, a la sazón presidente del Gobierno. Lo que más sorprendió fue no cerrar inmediatamente Madrid, con lo que no hubo detenciones. Cuyos cómplices comenzaron a conocerse tras la explosión de una bomba en septiembre de 1974, en una cafetería frecuentada por policías, en la calle Correos de Madrid, que dejó varios muertos y heridos. Lo que dio lugar a que el PCE, implicado con los detenidos de la calle Correos, apostará por “la reconciliación sobre un pacto por la libertad”.

    Sobre la base de una reforma de las Leyes Fundamentales se lanza el proyecto político del “Espíritu del 12 de febrero” que presentó el presidente Arias Navarro, cuyo programa pretendía una continuidad a través del asociacionismo. Pero la coordinación de fuerzas que habían actuado durante todos los años atrás era ya imposible.

    En marzo de 1974 se sentencia a muerte a dos terroristas, Salvador Puig Antich, militante del grupo terrorista Movimiento Ibérico de Liberación, por asesinar a un policía, y a Heinz Chez. Y aunque no se hacía cosa distinta de lo que se hacía en el resto de Europa. Otra vez, desde el Papa hasta Willy Brandt, reclamaron a España que no hiciera lo que ellos si hacían, y nuevamente se llamó al boicot contra España cerrando embajadas durante unas horas, aunque ese año los turistas volvieron a desoír todos aquellos cantos de sirena y escogieron la España del orden y la libertad para pasar sus días de descanso.

    Por su parte, Carrillo, que había entrado en contacto con Juan I de Villa Giralda a través de Calvo Serer y García Trevijano, junto con diferentes fuerzas políticas fundan la Junta Democrática de España. En ella se llega a la conclusión de que el PCE “aceptaría la regencia de Juan I de Estoril con la condición de que en un tiempo prudente se celebrase un referéndum sobre la forma de Estado”. Carrillo se comprometía “a aceptar el resultado”. La posición era que don Juan Carlos era inaceptable por ser el sucesor de Franco

    Poco tiempo después, quien entra en contacto con Carrillo es el propio Juan Carlos, ahora a través de Nicolás Franco, a quien piden “una moratoria de seis meses”, ante cuya propuesta, la rata de Pontejos accede pero pone como condición que “se publique una amnistía general para todos los presos políticos (incluidos todos los de ETA), el regreso de los exiliados con delitos de sangre y la convocatoria de elecciones libres”. El PCE respetaría esa moratoria según la “evolución” de las cosas que proponía. 

    Por su parte el PSOE, que había sido un actor hasta entonces absolutamente inoperante, casi inexistente, a finales de 1974 reclama “la devolución de todos los bienes incautados a las instituciones republicanas (con los que se queda), el respeto de todas las libertades, la autodeterminación de todas las nacionalidades del Estado”. Medidas como paso previo a la forma específica de una “República Federal” para España,

      Proceso suicida que los hombres del Régimen intentaron contrarrestar movilizando a la mayoría silenciosa sobre unos ideales que comprendiesen deseables, pero la falta de madurez política de la sociedad española era palpable y concernía a todos los ámbitos sociales. Por ello, frente a la fórmula que encontró el brujo Torcuato Fernández-Miranda… “De ley a ley”, nada se pudo hacer. Así, apoyado por la Corona, Torcuato Fernández-Miranda controló las estructuras legales de la maquinaria institucional del Régimen del 18 de Julio. Un juego de conculcación en las sombras y en las alcantarillas del Estado, ajeno a la voluntad del pueblo al que se engañó vil y miserablemente. 

    ¿Dónde estuvo el error para que esto se produjera?

    El error estuvo en que Franco sólo aspiró, y lo hizo, a realizar una forma de hacer política desde arriba en bien de todos los españoles. Creyó, erróneamente, que la impresionante mejora que España había realizado era suficiente para que el pueblo español no decidiera apostar por un sistema, el liberal de partidos, que le había llevado siempre al fracaso. En este sentido, la Obra espiritual, política, social y económica que hizo España bajo su mandato y autoridad adoleció de adoctrinar al pueblo, siendo que la generación de españoles que nacieron en los años sesenta, no tenían ni idea del porqué de la Cruzada. Y si me apuran, la anterior tampoco.

Autor

Pablo Gasco de la Rocha