Europa Viva 24 y la alerta «antifascista» de Cristina Fallarás

Apenas 200 estómagos agradecidos se dieron cita en la Plaza de Colón respondiendo al llamamiento antifascista de la fascista, literal, Fallarás. Cuando los sectarios de RTVE, radio televisión espantosa, cubrían el evento, las cámaras se afanaban por mostrar planos cortos del aparente lleno en lo que resultó un aquelarre minoritario comandado por una bruja averiada-que no Bruja Avería- Fallarás. Antes la llamada de Pablo Iglesias, después de ganar el Partido Popular en Andalucía, dejó patente la calaña del bolivariano y su permanente juego sucio como mal engendro de la parasitación política.

La inestable que llamó zombi a Jesucristo mofándose en las redes sociales, aprovechando un comentario de su hija. Presume de irreverente, de iconoclasta, la muy peñazo. De la patulea del circo podemita conformado de mamarrachos, Cristina Fallarás es un histrión por sí misma, valiente necia cuya osadía no se asocia con la valentía personal, sino con la estimulación de una mente desgastada y maltratada, quizá por ella misma. Va de original por la vida y no debería confundirse la personalidad con otras presuntas deficiencias psíquicas. Cualquiera diría, al escuchar a esta demagoga acelerada, que no está en sus cabales aquejada de un delirium tremens permanente. La que llamó a cuajar las calles de hipócritas incondicionalmente gratificados por el altruismo de Pedro Sánchez que reparte las migas del amo aprovechando el banquete del saqueo nacional, sufre un deterioro cognitivo evidente; del moral hace tiempo que está aquejada de modo crónico e irreversible.

Cristina Fallarás es el ejemplo perfecto para seguir el proceso de involución personal en quien, saturada de egocentrismo, con la vejez deriva en un desorden mental y de comportamiento que no pueden ocultar presuntos procesos de adulteración que siempre acaban pasando factura a la salud. El declive de este engendro de la demagogia es a ojos vista acelerado  y quizá por ello el sentido de la vergüenza lo ha ido perdiendo hasta el punto de presumir públicamente de la falta de honradez si la corrupta voluntad lo estima correcto. A tenor de sus declaraciones estrambóticas y de lo que defiende, retorcido lleva el concepto de la honestidad. Es toda una relativista moral cuya esencia personal, al margen del desodorante que se eche en los sobacos, atufa.

A Cristina Fallarás el sentido de la honestidad se le escapa con repugnante visión de oportunista sin conciencia. Así lo da a entender. Una voluntad retorcida que lo mismo defiende a los agresores de Alsasua, el intento de exterminio  de media España por el Frente Popular, como intenta ofender a la Virgen María, a la que considera indigna por gozar la miserable mundana con los placeres de sus vanidosas vergüenzas, nada virginales a saber desde qué tierna edad.

Cuando se expresa pareciera que se va a caer de bruces en cualquier momento, ebria de egotismo y vaciedad, pero milagrosamente mantiene el equilibrio corporal y mental en cuanta intervención presume de comunicadora para, después de cada trastada periodística, dejar a ras del suelo el listón de su profesionalidad edulcorada y el patetismo inherente a su personal manera de ser que, lejos de ser provocativa, es ejemplo de vergüenza ajena.

Y esta charlatana cuyo engreimiento está asociado con la facilidad para argumentar con demagogia, arrimada a la mesa del amo a ver qué cae a cuenta de sus argumentaciones tan  evanescentes como las neuronas que se le gastan después de cada esfuerzo pseudo intelectual, era una de las candidatas a consejeras de RTVE para despolitizar la televisión pública. La misma televisión espantosa que se supone de todos los españoles que tilda en sus noticieros bolivarianos a formaciones políticas constitucionalistas, respetuosas con la ley y democráticas, de ultraderecha. Los que se han escorado hacia la radicalidad para manipular la realidad social de España y sembrar cizaña para pescar a río revuelto. Putas, putos y putes del periodismo prostituido con la burda y torticera manipulación que cada vez cuela menos en la conciencia popular.

Cristina Fallarás es un histrión por sí misma, sí, valiente necia cuya osadía no se asocia con la valentía personal, sino con la alineación del efecto criminal que la izquierda ultra ha provocado durante cinco años sanchistas; un ser etéreo y embebido de efluvios sectarios, asociado a toda la patulea de ineptos y malhechores para chupar todos del bote de la demagogia.  No debería confundirse la personalidad con otras presuntas deficiencias psíquicas. Cualquiera diría al escuchar a esta estafa contra la honestidad que no está del todo en sus cabales… cualquiera decente.

 La personalidad es una cuestión aparte que no tiene que ver con la evolución de un payaso en una carpa donde aplauden en las gradas payasos. Me gusta la singularidad de las personas que son espléndidas y se hacen notar en virtud de un carisma que concita la atención de su prójimo; atraen con virtudes propias del liderazgo y convencen a cuantos toman contacto por primera vez con ellas. Están provistas de un halo de grandeza que se combina con una sencillez característica de quien no se esfuerza por agradar. Son seres destinados a la admiración del prójimo, sin que se esfuercen por encantar. Esta singularidad carece de pomposidad o artificio, siendo la naturalidad la principal característica de un don escaso.

 Luego están esos personajes carentes del menor sentido del recato que van por la vida como divos, sin percibir el ridículo que provocan. Lo singular atrae por lo natural del virtuosismo en quien está provisto de carisma; lo artificioso que pretende ser singular es, por el contrario, la muestra repulsiva de quien pretende agradar, con un excesivo ego derivado de una deficiencia psicológica o de un proceso de adulteración mental que suelen dejar en ridículo a quienes se exponen con excesivo afán de protagonismo.

 Cristina Fallarás es el ejemplo perfecto para seguir el proceso de involución personal en quien, saturado de egocentrismo, con la vejez deriva en un desorden mental y de comportamiento que no pueden ocultar presuntos procesos de adulteración que siempre acaban pasando factura a la salud. El declive de este engendro de la demagogia es a ojos vista acelerado  y quizá por ello el sentido de la vergüenza lo ha ido perdiendo hasta el punto de presumir haber robado en un Caprabo, por aquello de lo perentorio de la prioridad moral que le aconseja la falta de honradez, si la corrupta voluntad lo estima correcto. Un poco retorcido lleva el concepto de la honestidad. Es toda una relativista moral cuya esencia personal, al margen del desodorante que podría robar para embadurnarse los sobacos, apesta.

No cayó la breva de consejera radiotelevisiva. Así de bien pudo ejercer el cargo inmerecido , como la marquesa de rodillas, después de babear por la injusta prebenda. Que se sostenga mientras las piernas la aguanten con el deseo de que practique una vida sana y moralmente equilibrada, porque da la sensación de que un día se le cae la cabeza sobre la mesa y no la levanta. Tanto será que le pesan las ideas a la frenética Fallarás.

Doscientos extraviados respondieron a la llamada antifascista de la inestable Fallarás cuando el Palacio de Vistalegre se vistió de gala internacionalmente democrática con un encuentro sano y feliz de 11.000 asistentes en defensa de la libertad, la vida, la familia, la conciencia y el derecho a vivir y pensar respetando a los demás.

Que encuentre esta esta frustrada Fallarás paz y equilibrio con semejantes esfuerzos intelectuales en su poltrona de arribista, es un deseo frustrado. En tanto, los ciudadanos de bien tildados con falsedad de ultraderecha, van mostrando el camino de la honra, el sentido común y la decencia que la histriónica acelerada extravió como un destino inesquivable para convertirse en una sombra de lo que pudo ser… a poco que hubiese mantenido cierto y elemental equilibrio en un estado de sencilla normalidad.