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El nuevo documento del Vaticano, que permite y no permite la bendición de parejas homosexuales, ya ha esparcido la confusión por todo el mundo católico, como nos tiene acostumbrados este pontificado. Pero ayer fui testigo del alcance de la confusión en el ámbito familiar.
Por la tarde, mientras esperaba la Misa, un matrimonio con sus dos hijos pequeños se instaló en el banco de enfrente. Los padres parecían rondar los cuarenta años, mientras los hijos, un niño y una niña, debían tener unos cinco y siete años respectivamente. Todo parecía en orden; la familia cuchicheaba educada, formal, uniéndose a la letanía de cuchicheos de toda la iglesia. De repente, conflicto entre hermanos por una cuestión territorial. Cruce de codazos, miradas desafiantes, gestos burlescos. Los padres no se percataron de la guerra civil. En un momento dado, la niña suelta una palabrota a pleno pulmón, una palabrota de magnitud 10 en la escala de grosería. El improperio rebota por toda la iglesia y adquiere un aire de blasfemia al asociarse con las imágenes sagradas. Todos los circunstantes se giran. El padre mira a la niña, y tras ponerle una mano mansa en la cabeza, le dice sonriente: «bien dicho, hija».
La madre se vuelve hacia el padre con ojos rotundos y atónitos, las cejas inquisitivas, la boca entreabierta. Adelanta el cuello y pide con las manos explicación. Pero viendo que el marido no atendía a su lenguaje corporal, opta por la comunicación oral.
—¿Bien dicho? ¿Eso le dices a la niña? ¿Esa es tu manera de educarla?
—Pero querida, malinterpretas mis palabras. Se nota que no estás al tanto del nuevo método del Vaticano. Yo no le he dicho que esté bien dicha la palabrota, Dios me libre. Me refería a que tenía algo de bueno, el hecho de que la niña hable. Porque no sé tú, pero, aunque yo querría a mí hija igual si fuera muda, celebro el que hable, y al decir la palabrota ha hablado.
—¿Te estás riendo de mí, Paco?
—¿Yo riéndome? Yo no juego con el nuevo método. Es cosa seria.
—¿Pero tú no ves que la niña, y cualquiera que te haya oído, habrá entendido que apruebas el que diga esa palabrota?
—Ni mucho menos, distinguo: una cosa es hablar y otra cosa es lo que se habla.
—No me vengas con casuística de jesuitas, Paco. Si quieres decirle que te gusta que hable, díselo claramente en otro momento, cuando esté hablando bien y con educación; pero cuando ha dicho una palabrota, lo que tienes que hacer es reñirla, como se ha hecho toda la vida.
—Ah, ya se lo que te pasa. Ahora lo veo claramente. Tú eres una padrevacantista.
—¿Una padrequé?
—Padrevacantista —dijo el marido recalcando cada sílaba—. Tú crees que en la institución de nuestra familia el puesto del padre está vacante, por eso criticas todo lo que digo o hago.
—No, Paco, te equivocas —dijo la mujer con una calma cargada de rabia contenida—. Yo sé muy bien que eres el padre, por eso precisamente te pido que eduques a tus hijos bien y te dejes de innovaciones y sutilezas. No me vengas con el chantaje emocional, como si por el hecho de querer que eduques a nuestros hijos como Dios manda estuviera poniendo en duda tu patria potestad. ¡Educa bien a tus hijos y déjate de victimismos!
Esta última advertencia ya no estaba comprimida por la calma impostada e hizo eco en toda la iglesia. Durante el intercambio de pareceres se había estado escuchando, de fondo y por lo bajo, un constante diálogo paralelo. Eran los niños, que repetían la palabrota sin cesar, lanzándosela como una pelota, y añadiendo de vez en cuando otras palabrotas con el aire de impunidad que les otorgaba la bendición de su padre. Pero las palabras perentorias de la madre, y sobre todo el tono apocalíptico con que las dijo, cortó por lo sano aquella farra de improperios.
Y en eso llegó el sacerdote. «En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo».
Autor
- Alonso Pinto Molina (Mallorca, 1 de abril de 1986) es un escritor español cuyo pensamiento está marcado por su conversión o vuelta al catolicismo. Es autor de Colectánea (Una cruzada contra el espíritu del siglo), un libro formado por aforismos y textos breves donde se combina la apologética y la crítica a la modernidad.
Mc 9, 42
«Al que escandalice a uno de estos pequeños que creen, le iría mejor si le pusieran al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y que lo echasen al mar».
Rm 1, 32
Pero además, conociendo que Dios es justo, no comprendieron que los que tales cosas practican son dignos de muerte; y no sólo sus autores, sino también los que los aprueban.
Palabra de Dios.
Virgen María Santísima, a santa Lucía de Fátima respecto a la comunión reparadora de los cinco primeros sábados de mes:
Ultrajes contra la Santísima Virgen María por aquellos que impiden que los niños se acerquen y amen a Nuestra Señora, induciéndoles incluso al odio contra ella y su Santísimo Hijo, Jesucristo Nuestro Señor.