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En el haber de Adolfo Suárez quedan 4 cosas, por encima de todo lo que hizo: el Discurso del «Puedo prometer y prometo» (que le hizo Fernando Onega), la Ley para la Reforma Política (que le hizo don Torcuato Fernández Miranda), los Pactos de la Moncloa (que le hizo el catedrático Fuentes Quintana) y el primer borrador de la Constitución del 78, (que le hizo Gabriel Cisneros)

Pues bien, hoy traemos a este rincón de la Historia el texto íntegro y el video de la lectura que hizo por TVE la noche del 13 de junio de 1977 (dos días justos antes de las elecciones del 15-J) y que, seguramente, fue causa principal de su victoria. Por su interés reproduzco aquel texto íntegro.

 

Buenas noches, señoras y señores:

Vengo a hablarles de un nuevo horizonte para España. Vengo a solicitar su voto para hacerlo posible. Vengo, como candidato, a pedir su voto para la Unión de Centro Democrático.

No vengo con fáciles palabras a la conquista de votos fáciles. Sé muy bien —y lo demuestra la experiencia— que quienes alcanzan el Poder con demagogia terminan haciéndole pagar al país un precio muy caro.

Lo primero que quiero advertir es que las elecciones no resuelven por sí mismas los problemas, aunque es el paso previo y necesario para su solución. Durante esta campaña electoral ustedes han oído y oirán muchos programas políticos. Pienso que todos se parecen demasiado; que todos los partidos predican aparentemente lo mismo.

Quizá esto ha provocado la incredulidad y desconfianza de los ciudadanos, porque sabemos que todo no se puede hacer de la noche a la mañana. Tiene, sin embargo, una ventaja, que es la de saber con certeza cuáles son nuestros problemas.

Efectivamente, ya nadie duda de que hay que eliminar muchas deficiencias y muchas injusticias. Desde la absurda discriminación de la mujer hasta la superación de todos los desequilibrios sociales, culturales y económicos.

Creo, sin embargo, que todos estos problemas no se resuelven con palabras ni prometiendo a los ciudadanos que al día siguiente de las elecciones va a despertarse en el país de las delicias.

Quienes han asistido a la penosa construcción de la España de hoy saben con cuánto esfuerzo se ha alcanzado las cotas de desarrollo en que estamos situados.

Saben de la amargura de las familias rotas por la emigración. Saben de las horas de pluriempleo para alcanzar una mejor calidad de vida. Y saben también de la dureza de una libertad insuficiente y de los graves y difíciles momentos que hemos vivido en estos últimos once meses. Demasiado duro todo. Demasiado costoso todo para que ahora nos hagamos la ilusión de que existe una vara mágica para encontrar todas las soluciones inmediatamente.

Por eso Unión de Centro Democrático no se presenta a ofrecer utopías. Formamos un equipo de hombres con experiencia política y de Gobierno capaces de dirigir los intereses de la Nación y de ser una vía segura a la democracia.

A nuestra derecha existen partidos y coaliciones que propugnan reformas que nosotros consideramos absolutamente insuficientes y que tienen un talante político que juzgamos poco propicio al diálogo.

A nuestra izquierda, los partidos más importantes ofrecen a corto plazo unos objetivos moderados, pero ellos mismos no ocultan que su meta es lograr una sociedad inspirada y dominada por la ideología marxista.

Unión de Centro Democrático constituye la vía media, sin riesgos de improvisación o inexperiencias. Pretendemos hacer más cierta y eficaz la participación de todos los españoles, según señaló el Mensaje de la Corona.

Creemos que España se debe construir con la colaboración de derecha y la izquierda, aunque defendemos un modelo de sociedad diferente. Y todo ello queremos lograrlo a través de la moderación, el diálogo y el pacto, porque nadie puede pretender que su verdad sea la única.

No voy, por supuesto, a repetirles el programa de Unión de Centro Democrático. Pero sí quiero decirles que, si el país necesita reformas económicas y sociales y reformas profundas, pero con moderación y sin marxismo, en Unión de Centro Democrático está la ideología social democrática que las propugna.

Que si a España le urge un talante liberal y no radical, en Unión de Centro Democrático están los partidos liberales de mayores credenciales.

Que si en el país existe una concepción cristalina de las relaciones familiares y sociales, en Unión de Centro Democrático hay democracia cristalina.

Que si el programa regional es una de las grandes cuestiones pendientes de solución, en Unión de Centro están partidos regionales que llevarán a las Cortes las ansias de que los pueblos de España tengan personalidad propia.

Que, en fin, si este país necesita que se superen los enfrentamientos, que haya una síntesis de esas dos Españas de ingrato recuerdo, en Unión de Centro Democrático se unen los ideales de hombres que durante años lucharon en la oposición por la democracia y hombres que consideraron un deber participar dentro de la legalidad.

Estos son los hombres para los que solicito su voto.

En cuanto a mí, deseo expresar mi gratitud por el apoyo popular prestado al Gobierno durante estos once meses. Creo que he servido con honestidad y, desde luego, dedicando todo mi tiempo, segundo a segundo, a la tarea de gobernar y de sortear los riesgos y peligros que amenazaban el logro de estas elecciones y que todavía hoy pueden perturbarlas.

No procedo ni estoy ligado a ningún sector privilegiado. Y mis cuentas están claras, como pueden ustedes comprobar en la declaración de bienes que en 1975, al ser nombrado ministro del primer Gobierno de la Monarquía, hice ante el notario de Madrid don José Luis Crespo Roméu.

El candidato que les habla procede del medio rural y sabe de las penalidades del hombre del campo, que sigue esperando una mano redentora. Soy una persona normal y he procurado gobernar desde la normalidad.

Escuché a todos e intenté hacer posible que todos los grupos, cualquiera que fuese su ideología, pudieran trabajar por España desde la legalidad.

Acerté algunas veces, me habré equivocado en otras ocasiones.

Pero pueden estar seguros de que nunca hubo improvisación en la tarea de gobierno. Como españoles creo que podemos tener el orgullo de que en estos once meses España ha empezado a contar positivamente en el mundo actual y este mundo haya comenzado a contar con España.

Si ustedes desean mi sinceridad, les diré que aspiro a proseguir la tarea, porque tengo vocación política y para un político las dificultades de dirigir un país están compensadas por la satisfacción de trabajar por y para todos sus conciudadanos

Creo modestamente que en esta nueva hora de España y al pedirles su voto, no traigo mis papales en blanco ni soy una incógnita.

Prometimos normalizar nuestra vida política, gestionar la transición en paz, construir la democracia desde la legalidad, y creemos que, con las lógicas deficiencias, lo hemos conseguido.

Prometimos que todas las familias políticas pudieran tener un lugar en las Cortes, y el miércoles pueden lograrlo.

Pienso que ya está ordenado el mapa político español y se puede comenzar a construir sobre él. Esta España, que ya es políticamente de todos, debe comenzar a serlo también en lo social, en lo económico y en lo cultural.

Pero quiero insistir, señoras y señores, en que nada va a ser fácil. No puedo asegurarles soluciones inmediatas y milagrosas ni que de la noche a la mañana se satisfagan todas las reivindicaciones, incluso las de estricta justicia.

No puede asegurar que se arreglen rápidamente problemas que se vienen arrastrando desde hace muchos años, aunque la actual libertad de expresión los haga aparecer como nuevos.

No puedo asegurarles nada de esto, porque somos un país con recursos limitados, con deficientes estructuras, con desigualdades irritantes y con una legislación que no se acomoda a la realidad de mil novecientos setenta y siete.

Pero si ustedes nos dan su voto,

Puedo prometer, y prometo, que nuestros actos de gobierno constituirán un conjunto escalonado de medidas racionales y objetivas para la progresiva solución de nuestros problemas.

Puedo prometer, y prometo, intentar elaborar una Constitución en colaboración con todos los grupos representados en las Cortes, cualquiera que sea su número de escaños.

Puedo prometer, y prometo, porque después de las elecciones ya existirán los instrumentos necesarios, dedicar todos los esfuerzos a lograr un entendimiento social que permita fijar las nuevas líneas básicas que ha de seguir la economía española en los próximos años.

Puedo prometer, y prometo, que los hombres de Unión de Centro Democrático promoverán una reforma fiscal que garantice, de una vez para todas, que pague más quien más tiene.

Puedo prometer, y prometo, un marco legal para institucionalizar cada región según sus propias características.

Puedo prometer, y prometo, que trabajaremos con honestidad, con limpieza y de tal forma, que todos ustedes puedan controlar las acciones de gobierno.

Puedo, en fin, prometer y prometo, que el logro de una España para todos no se pondrá en peligro por las ambiciones de algunos de los privilegios de unos cuantos.

Señoras y señores:

Hoy como candidato solicito su voto. Lo solicito para las candidaturas al Congreso que Unión de Centro Democrático presenta en toda España y para los hombres y mujeres de Unión de Centro Democrático que aspiran al Senado.

Al hacerlo los convoco a un nuevo horizonte. Hemos sacado adelante la Reforma Política. Ahora debemos llevar adelante las demás reformas que este gran país y este gran pueblo necesitan.

A ello les convoco. No los llamo a la comodidad, sino al esfuerzo y al trabajo para hacer una España mejor. Vamos a soportar sacrificios, ésta es la verdad. Pero lo soportaremos todos, sin una sola excepción.

Con la asistencia de ustedes, desde la normalidad que estamos alcanzando, desde la moderación que nos inspira, desde el diálogo con todos los grupos y partidos, creo que seremos capaces de consolidar definitiva y firmemente una Monarquía democrática, capaz de dar respuesta realista a los problemas que nos acucian. Ese es, señoras y señores, nuestro horizonte.

Y para ello les pido su voto.

Muchas gracias.

 

Pero no pudo ser. Al final las promesas se quedaron en promesas, él tuvo que dimitir y la UCD se disolvió como un azucarillo arrojado a un cubo de agua.

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.
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