21/11/2024 11:48
Según la RAE, desinformar es dar información intencionadamente manipulada al servicio de ciertos fines, y también dar información insuficiente u omitirla. Se pone en marcha una campaña de acusación de desinformación por parte de los desinformadores. En un breve vídeo reciente he aludido a un artículo publicado el 16 de julio en isanidad al que puede acceder (si no lo han retirado) en el siguiente enlace https://isanidad.com/288811/expertos-destacan-la-importancia-de-la-formacion-en-vacunas-para-combatir-la-desinformacion-y-aumentar-la-cobertura-vacunal/
Se trata, desde mi punto de vista, de una magnífico ejemplo de lo que es desinformación. Y, como suele pasar, los desinformadores acusan de desinformadores a los que sostienen cosas diferentes a sus mentiras. Se piensa el ladrón que todos son de su condición.
En la tarea de informar, de dar información, prevalece y debe prevalecer la verdad. Con las limitaciones del conocimiento del ser humano, lo de saber qué es o no verdad es una ardua tarea que precisa el empleo de una herramienta que denominamos ampliamente ciencia y sobre la cual se aplica la razón. La capacidad de razonar está presente en los seres racionales, aunque no en todos de la misma forma y manera, es decir, no todos damos valor o peso por igual a los mismos argumentos. La apertura al diálogo, fuente donde se acrisola el conocimiento, es necesaria para transitar por la senda de la ciencia, con pasos más o menos firmes y largos que a veces deben volver sobre sí mismos cuando llevamos una ruta equivocada.
Lo primero que busca el que desinforma es crear caos, confusión, alarma, miedo. Porque saben que en ese entorno de ofuscación mental es más difícil que trabaje una mente racional. Decidir bajo presión incrementa los riesgos de elegir mal. Simultáneamente lo que le resulta esencial al desinformador es evitar que alguien se oponga a su discurso. Para ello recurre a la acusación de su mismo delito, desinformar. O emplea las fuerzas a su disposición para censurar las voces disidentes, trabando las difusión en las redes sociales, cada vez más instruidas en poner el sello de «desinformación» a todo lo que no está pagado por el poder gubernamental (que a su vez es deudo de intereses de multinacionales). Con decir «usted es un desinformador» se pone la mordaza en la boca, una mascarilla apretada, con un adjetivo que hoy tiende a tener el mismo rango peyorativo que si te dicen «facha». Oponerse abiertamente a un desinformador profesional te hace acreedor al ostracismo, al silencio. Un desinformador no quiere bajo ningún concepto que la sociedad se entere de que lo es. Siempre rechazará el debate abierto porque ahí quedaría patente su incompetencia. Se refugiará en que su condición es tan elevada que no puede bajar a dar explicaciones al vulgo. Es más, suele hacer alarde de desempeñar los cargos más altos y preclaros de la auténtica ciencia ética, de ser un defensor de la salud y el bien común. Goza de potestas pero no de auctoritas. Es lo que tiene poner a los lobos a cuidar el rebaño.
En medio de esta confusión de cara a la opinión pública (trabalenguas: ¿ quién es el verdadero desinformador, el que desinforma o el que el desinformador dice que desinforma?) se avisa de que no se va a dar voz a quien diga lo contrario de lo que sostiene el gobierno pagado. El contenido del artículo al que aludo es, como digo, un claro ejemplo de desinformación. Y lo digo en conciencia, obligado por la deontología médica, porque las opiniones que ahí se vierten no tienen absolutamente nada de científico y son declaraciones que a mi juicio perjudican de manera notable la salud de las personas. Es el propio artículo el que pone en negrita, (recuérdenlo, están en negrita) los nombres de los que dicen esas falacias contrarias a la ciencia. En el vídeo de apenas cinco minutos que dejé en LinkedIn, insto a los que ahí salen citados a un debate para esclarecer ante la opinión pública el sentido de esas declaraciones que considero muy graves para la salud física y mental de esta sociedad. Es deber deontológico de los médicos salir al paso de las declaraciones que puedan acarrear problemas de salud, que constituyan desinformación, que induzcan a la gente al miedo, a la conducta irracional y lesiva para su salud.
Uno puede pensar que si realmente esas declaraciones pueden ser tan perjudiciales para la salud de las personas, ¿ cómo es que los colegios de médicos no se personen como acusación particular contra quienes difunden esas mentiras? ¿Acaso porque les pagan los mismos? O bien podría pensar: ¿ cómo es posible que un médico escriba esto y los colegios de médicos o los aludidos no le citen para un careo? Piénselo, está en su derecho a pensar. Quizás pensando descubra la verdad. Porque un debate abierto y público deja ante la opinión pública quién está desinformando, que es lo que el desinformador teme.

Autor

Doctor Luis M. Benito
Doctor Luis M. Benito
Luis Miguel Benito de Benito, médico especialista de Aparato Digestivo desde 2000 y Doctor en Biología Celular. Licenciado en Filosofía. Máster en Dirección Médica y Gestión Clínica por el Instituto de Salud Carlos III y Experto Universitario en Derecho Sanitario y Ciencias Forenses por la UNED. Facultativo Especialista de Área del Hospital Universitario de El Escorial y Director Médico de la Clínica Dr. Benito de Benito desde 2011. Autor del libro "Coronavirus. Tras la vacuna" ISBN 978-84-9946-745-0
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Surreal

¿Qué puede hacer la ciudadanía para defenderse de un gobierno tiránico, dictatorial y fascista como el que ya nos han impuesto en España?

Ama Pola

Es necesario estar vigilantes y bien informados.

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