Hay expresiones que son muy significativas. Una de ellas es la del “concierto de las naciones”, que expresa la armonía internacional resultado de las políticas de las diversas naciones que “se conciertan” para no perjudicarse sino beneficiarse recíprocamente en el entorno global del mundo civilizado.
La expresión es no sólo significativa sino asimismo gráfica al ser homónima con la palabra “concierto” de distinto significado y que se utiliza para referirse a los instrumentos que en cada pieza que se interpreta, se ponen de acuerdo entre ellos en torno a una clave que se denomina según sea la nota que se elige: clave de sol, clave de fa y do.
Este reflexión me vino a la mente al considerar el “tono” –fíjense en que también el “tono” es algo musical- de la sociedad en la que los españoles vivíamos entre los años 40 y 70 del pasado siglo. España había salido de la guerra y comenzaban los años más difíciles. Posteriormente se inició un período de crecimiento que la transformaría en una nación que llegó a colocarse al nivel de la demás de Europa. Sin embargo, lo que nos importa resaltar ahora no es el logro material, sino el “tono vital” de la sociedad en la que nosotros entonces vivimos.
Desde el Gobierno se intentaba que las fuerzas de la opinión política que se habían concitado para derrotar al comunismo siguieran unidas en torno a un solo esfuerzo social. Se palpaba la armonía entre las gentes, todas ilusionadas con salir de la pobreza. Franco, al mando de la “orquesta”, alentaba las esperanzas de las distintas familias políticas, aunque tomara las debidas precauciones para que la inevitable labor política de las mismas, que a veces era de zapa, no llegara a perjudicar lo que él estaba construyendo.
De los Tradicionalistas incorporaba la doctrina política respetuosa con las tradiciones, a los monárquicos liberales que esperaban un rey les garantizaba el reconocimiento de que España era una Monarquía, a los católicos vinculados a las corrientes políticas apadrinadas por Roma les satisfacía al garantizarles que se iba a respetar la Doctrina de la Iglesia en su legislación, a los falangistas con la orientación social de las leyes.
Con una paciencia y con habilidad notables, Franco lograba que la labor de zapa de las “disidencias blandas” de unos y otros no estropeara la reconstrucción que él estaba llevando a cabo. Curioso era comprobar cómo los epígonos de esas oposiciones blanditas de todo tipo, no perdían nunca la oportunidad de levantar su dedo acusador en defensa de la democracia liberal o parlamentaria mientras comían a dos carrillos de las henchidas ubres del desarrollo económico. Y el pueblo, que es siempre la mayoría silenciosa, observaba las cosas y reconocía –porque no era otra cosa que la pura realidad- que todo debía de estar haciéndose bien ya que los resultados estaban a la vista.
Lo que me hace redactar esas notas no es otra cosa que reflejar el antes mencionado “tono” de la vida social que disfrutamos entonces los españoles y que queda reflejado muy bien en películas como La Gran Familia, hoy consideradas ñoñas, pero que nos describen un mundo irrealmente ideal que superaba con alegría las dificultades; tanto peor para quienes no saben apreciarlo en sus justos términos. Sin embargo esas películas describían algo que es la esencia de la vida en sociedad. Porque la esencia de la vida en sociedad es la convicción común de que se están haciendo las cosas lo mejor posible para todos en general. Se comparte algo, una nación ha de vivir de ello, Franco se daba perfecta cuenta y aparte su labor de “director de orquesta” hizo también una labor en este terreno del proyecto sugestivo de vida en común.
Si en este tema miramos al exterior nos damos cuenta de que si Inglaterra sigue viviendo unida –por ahora, porque no sabemos lo que el Islam hará de ella- es gracias al “rule Britania” en cuya letra se menciona como divisa que los británicos “nunca serán esclavos”. Es triste, pero en realidad en una confesión de parte, puesto que en sus relaciones exteriores Inglaterra no ha tenido otra pretensión que la de velar por sus propios intereses y en modo alguno contribuir al concierto armónico entre las naciones, habiendo dejado la esclavitud y el apartheid como huellas principales de su política comercial.
Por su parte, Francia no ha podido alimentar el “tono” del republicanismo de sus ciudadanos nada más que con la “grandeur” y la famosa “laicité”. Muy abstracto, muy racional pero totalmente inútil para elevar el tono de una nación que se precie de una misión universal. Si por algo se caracteriza la “laicité” es porque significa que cabe todo menos reconocer que hay verdades que inspiran la convivencia, que es lo que confiesa la Iglesia católica, a la que Francia –hija primogénita de ella- se declaró infiel. Su historia católica quedó enterrada tras la Revolución y los franceses no han sabido ni han podido reconstruirla. Francia no puede cultivar su historia para mantener el tono de sus nacionales, porque sólo cultiva su historia reciente, que es una historia de odio. Esto escribía el general Westermann al Comité de Salud Pública tras arrasar la región de la Vendée: “Ya no hay Vendée. Ha muerto bajo nuestro sable libre, con sus mujeres y sus niños. He aplastado a los niños bajo los cascos de mis caballos, masacrando a las mujeres que ya no alumbrarán más bandidos. No tengo prisionero que reprocharme. He exterminado todo…. Los caminos están sembrados de cadáveres. Hay tantos que en algunos puntos forman pirámides”. Pese a todo, los franceses siguen manteniendo impertérritos la vergonzosa letra de su himno en el que se canta: “qu’un sangle impur abreuve nos sillons”. Emplazo al lector a que se procure la traducción de esta ignominia inhumana y constaten por sí mismos cómo se cultiva el odio hasta en los patios de los colegios.
No voy a abordar con paralelos trazos gruesos lo que se refiere a Alemania o Italia, naciones sin larga existencia histórica como tales, ni el caso de Rusia, sobre todo porque faltan mimbres para descubrir el tono vital de sus nacionales respectivos. Por lo demás Rusia como nación tiene una cicatriz de casi un siglo que ha deformado completamente el tono de sus ciudadanos que estaban llamados a hacer el contrapunto dentro de una Europa que desde la caída del muro no está ya a la altura. Hablar de los EEUU resultaría por lo demás inútil ya que su historia se desenvuelve ya claramente en la época en la que las naciones dejan de ser protagonistas en un mundo cuya brújula no se orienta nada más que por lo venal.
Volvamos ahora a España. Franco, consciente de que una nación necesita un tono vital que armonice el vivir de sus miembros, hizo lo que pudo para despertar la conciencia de la gran historia que nos ha precedido. Sin embargo, en los años en que discurría la reconstrucción económica y social, no hubo determinación para sacudir con suficiente acierto la conciencia de los españoles de modo que se dieran cuenta de la deuda de gratitud que teníamos con nuestros antepasados. Es lamentable decirlo pero ha habido que esperar casi 50 años para que el “cañonazo historiográfico” de la profesora Elvira Roca Barea, cuya munición no fue otra que su soltura, su independencia de criterio, su sabiduría y la solidez de su trabajo, abriera el fuego, a cuyo rebufo pudiera por fin aparecer al aire libre todo el trabajo que hasta entonces y salvo el notable trabajo de Julián Juderías, había sido únicamente patrimonio de investigadores como el del catedrático de historia del Derecho Alfonso García Gallo. Se ha iniciado así gracias a Dios un lento pero muy regular goteo de estudios de todo tipo que llamando la atención sobre grandeza de la labor de España en América están conformando la mentalidad de algunos españoles de este siglo XXI.
Precisamente porque Franco sabía de la necesidad que una nación tiene de un tono vital compartido por los nacionales, puso especial empeño en fomentar la causa de la hispanidad, aunque no fuera secundado suficientemente por sus colaboradores. De todos modos sí tuvo especial acierto y empeño en articular un ejército imbuido de esos ideales, aunque también en este caso su labor careció de continuadores, ya que la lealtad y la adhesión entusiasmada se concentraron más en su persona que en los ideales de la Hispanidad.
El otro pilar de la unidad de España, que apretaba el lazo común de la sociedad de nuestra postguerra, era la Iglesia católica, cuyos sacerdotes vibraban y hacían vibrar los corazones en los templos y en las manifestaciones del culto. También en este caso las cosas se torcieron. El “acontecimiento” conciliar fue una lanzada en el reinado social del Corazón de Cristo en España.
En cualquier caso, de Franco como persona se puede decir que hizo las cosas bien. Y cabe añadir sin faltar a la verdad que fue odiado sin motivo. Y prueba de su grandeza es sin duda que fallecido hace casi 50 años, ese odio se mantiene y él sigue teniendo enemigos, lo que en el fondo le hace estar presente y ser vocero de la obra que llevó a cabo.
Pongamos punto final; porque en estos días en que los españoles presenciamos impávidos cómo nuestros gobernantes se comportan como déspotas desamparando a los guardias civiles que haciendo frente a los delincuentes de Barbate son asesinados y mutilados, parece llegado el momento de levantar el dedo acusador que califique a los tiranos como tales y les obligue a reconocer sus delitos.
Porque de todas las instituciones que han sostenido a España durante su historia parece que solamente queda ya la Guardia Civil. El Ejército ha sido anulado, siendo dotado de ametralladoras democráticas que solamente se empeñan en las guerras que no nos conciernen, mientras los españoles nos encontramos indefensos frente a los invasores de fuera y los terroristas y las mafias de dentro. Ya no se forman cadetes imbuidos de los ideales de la Hispanidad evangelizadora y fundadora de civilizaciones sino que se les pertrecha con materiales de alta tecnología para cooperar con las fuerzas armadas de las organizaciones internacionales que nada saben del ser de una nación.
La Iglesia jerárquica y gran parte de la diocesana, tras haberse destacado como fuerza demoledora del reinado social de Cristo, visto el desconcierto de las últimas orientaciones pastorales de Roma, se dedica ahora exclusivamente a la asistencia social, habiendo sustituido los sacramentos por la psicología, la auto ayuda y la asistencia social.
Desde el punto de vista de los valores patrios, de la lealtad, del espíritu de sacrificio, de la conciencia del deber, del alto concepto del honor, del legítimo orgullo nacional, de la fe en definitiva en una vida futura en la que todos seremos juzgados, tal parece que solo se mantiene en pie la institución de la Guardia Civil.
Hoy escuchaba una oración fúnebre leída muy sentidamente por una voz femenina y en ella se denunciaba con términos extraordinariamente duros pero igualmente verdaderos la bellaca actitud del Gobierno. Y contemplando al tiempo la entereza de los Guardias Jóvenes de Valdemoro que formados de noche en el patio del cuartel entonaban la canción de despedida de los compañeros muertos, no pude reprimir y se me escaparon dos lagrimones por la defunción de España.
Inglaterra colonizó a base de someter y esclavizar; el resto de las naciones europeas sólo se han ocupado de sus intereses y han sembrado dependencia y odio. A España le cabe el honor de haber extendido la civilización cristiana liberando a los países de la esclavitud, dotándolos de Universidades, Templos y Hospitales, desangrándose ella misma en el esfuerzo. ¡Gloria a la Patria que supo seguir sobre el azul del mar el caminar del sol!
Francisco Javier Montero Casado de Amezúa
Licenciado en Derecho
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Viva Franco. Sin perdón.
Eisenhower Gran Maestro del Oriente de los Estados Unidos.
Todos los presidentes de EEUU, masones.
El Departamento de Estado de esos mismos EEUU y su brazo armado han mandado y corrompido a TODOS en EUropa desde 1950 y en nuestra Patria desde poco después.
NADA ni NADIE ha quedado libre de CORRUPCION.
Y la «famosa y modélica» TRANSICION tutelada por el subjefe de la CIA, general Vernon Walters al que se ve en la foto, al fondo entre Eisenhower y Franco …. NADA al azar.
Si queréis los detalles puedo mandaros todo lo que se refiere al «amigo americano».
Saludos cordiales
DIOS, PATRIA y REY LEGITIMO
I. Caballero Aurrecoechea
Me cansa, me aburre que siempre estén hablando del Ejército y la GC y tal y cual. Yo tengo más esperanza en los conserjes de instituto o de los centros de salud que de esa piara de uniformados serviles y arrastrados. O a España la salva la Nación o se hunde, en el aparato del Estado no confío.