10/05/2024 22:46
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Que contradice muchas de las versiones que se han publicado y que he podido rehacer con un escrito de su puño y letra del Propio Duque de Gandía, Francisco de Borja, que encontré como ratón de biblioteca que soy

 Siguiendo el propósito que me hice durante mis 15 días de “cárcel” que viví como consecuencia del Decreto Comunista de encierro de don Pedro, el Rey Eteocles de Moncloa, reproduzco hoy como antídoto para que, al menos los que me hayan seguido como ocupantes de las habitaciones de la planta tercera de la Cruz Roja de Córdoba, puedan olvidarse del criminal virus del Covid-19, una historia apasionante que escribí hace algunos años y que releo con verdadero cariño de cuando en cuando. Porque las palabras que salen de la boca de aquella mujer que pasó a la Historia como una simple loca de amor son relevantes para cualquier amante de la Historia de España. Pasen y lean:

 

JUANA LA LOCA. LA HIJA DE LOS REYES CATÓLICOS 

Hoy, la vida de Juana la Loca, la hija de los Reyes Católicos… aquella Reina de Castilla que murió de amor encerrada en Tordesillas… aquella mujer que dio a luz al César de España, el emperador Carlos V… ¡Doña Juana la Loca! una «locura de amor» que asombró al mundo e hizo cambiar el mapa de Europa… La Reina de Castilla que se casó con Felipe el Hermoso e introdujo en España la «casa de Austria»… la mujer más incomprendida de la Historia… la madre que perdió una corona por no enfrentarse a su hijo… ¡Juana de Castilla!… aquella a quien todos llamaban con envidia… ¡la Loca!

 

La hija de los Reyes Católicos (Isabel I de Castilla y Fernando V de Aragón) nació en Toledo el año 1479… precisamente el mismo año que la otra Juana famosa de nuestra Historia -Juana la Beltraneja- renunciaba a sus pretensiones de la Corona de Castilla e ingresaba en el convento de Santa Clara de Coímbra… Muy joven fue casada con el archiduque de Austria Felipe el Hermoso, siguiendo la política matrimonial del Rey Católico que hizo cambiar el mapa de Europa. En 1498 fue reconocida como heredera de los reinos de sus padres, que ya abarcaban las nuevas tierras descubiertas por Colón seis años atrás. El año 1504 muere Isabel la Católica y Juana es proclamada Reina de Castilla… En 1506 muere en Burgos, a los 28 años de edad, Felipe el Hermoso y Juana pierde el juicio transitoriamente, por lo que es nombrado Regente del Reino, hasta la mayoría de edad de su nieto, Fernando el Católico. En 1516 llega al trono el joven Carlos, aquel que sería Carlos I de España y V de Alemania, con el que se inicia el período de la Casa de Austria, y la reina Juana es retirada a Tordesillas, donde permanecería hasta su muerte, acaecida en 1555. Durante todos esos años, la Reina atraviesa momentos de lucidez plena y largas temporadas de locura. Hacia 1520, cuando Castilla hierve y se sublevan los comuneros, pudo haber recuperado el trono… pero Juana prefirió seguir encerrada antes de enfrentarse en una guerra fratricida con su hijo. Fueron los momentos decisivos de su vida, la encrucijada vital de una mujer que primero sufrió locura de amor por la muerte de su esposo y luego locura de madre por los desaires de su hijo predilecto.

 

Pero, llegados aquí, dejemos paso a la fantasía del autor y descorramos las cortinas del teatro. La acción se sitúa en Tordesillas y los personajes se llaman Doña Juana y Francisco de Borja… ¡Silencio, pues!…

 

DOÑA JUANA- ¡Llevadme a la arboleda de Foraño, quiero rezar ante la Virgen de la Peña! ¿No me oís? Llevadme con mi madre y con mi hermana Catalina… La Reina Isabel no puede esperar… Hoy llega el enviado del Papa Alejandro VI y trae la bula del Nuevo Mundo… ¡Quiero ver a Colón, ese loco sublime que ha llevado los límites de Castilla al otro lado de los océanos! ¿Y mi esposo? ¿Por qué no está aquí mi esposo?… ¿Es que nadie se acuerda ya de esta pobre mujer? ¡Por favor, llevadme al santuario de la Virgen, que la Reina Isabel, mi madre, me está esperando!

 

FRANCISCO DE BORJA- (ceremonioso y tranquilizador) Señora… tranquilizaos… reposad…

 

DOÑA JUANA- (grita) ¡Quiero ver a mi madre! ¡Exijo ver a la Reina Isabel!… Yo soy una princesa española y la heredera de Castilla…

 

FRANCISCO DE BORJA- Por Dios, mi Señora… sosegaos. Vuestra madre, la Reina Isabel, hace muchos años que murió…

 

DOÑA JUANA- ¡Mentira!… ¡Impostor! Vos no sois el duque de Gandía… El duque de Gandía no hablaría así de mi santa madre… ¡Quiero ver a mi hijo, el Emperador!… ¡Decidle que venga aquí: pues si él es Emperador , yo soy Reina. ¡La Reina de Castilla!

 

FRANCISCO DE BORJA- Mi Señora… mi Reina… sosegaos… Yo vengo, precisamente, enviado por vuestro hijo el Emperador para traeros su recuerdo y confortaros en estas horas de dolor. Dejad ya de pensar en el pasado… Señora, estamos en otro tiempo. Vuestra santa madre, la Reina Isabel, murió en 1504. Ahora reina en España vuestro hijo Carlos… Señora, el Emperador, vuestro hijo, me envía para pediros que me acompañéis a Toledo… quiere que viváis con él.

 

DOÑA JUANA- ¡Eso nunca!… ¡Jamás!… ¡No quiero ver al verdugo de los mejores castellanos!… (llora) Pobres amigos míos. ¡Padilla! ¡Bravo! ¡Maldonado!… ¿Y todo por qué? ¿Me lo queréis explicar, duque de Gandía?… ¿Me queréis explicar por qué mi hijo mandó degollar a esos nobles y valientes castellanos?… ¿Por qué?… ¿Por qué prefirió esa caterva de flamencos que rebañan los maravedises de los pobres castellanos?… ¿Por qué permite a esos extranjeros que esquilmen los reinos de Isabel la Católica… aquella gran Reina que hizo de Castilla el centro de España y a España el reino más poderoso de la tierra? ¡Decídmelo!… ¡No, duque, mientras exista Villalar y no se repare el honor de mis nobles gentes de Castilla yo no saldré de esta cárcel!

 

FRANCISCO DE BORJA- ¡Por Dios, Señora!… No habléis así de vuestro hijo el Emperador… Además, esto no es una cárcel…

 

DOÑA JUANA- (grita) ¡¡Sí es una cárcel!!… ¡Mi hijo me ha encerrado aquí para que no vea lo que está haciendo con mi reino!… Yo, la Reina de Castilla, lo digo a los cuatro vientos: ¡estoy presa!… ¡estoy presa!… (ahora astuta) ¡Ah, dicen que estoy loca!… ¿Yo, loca?… ¡No estoy loca!… Mi mente está clara y mi cabeza llena de razones… Ja, ja, ja… ¿yo, loca ?… ¡me hago la loca, que no es lo mismo, para no tener que enfrentarme a mi destino!… ¿Y sabéis, duque de Gandía, cuál es mi destino?… ¡Salid a los campos de Castilla y hablad con las gentes! ¡Entrad en los castillos y hablad con los nobles de este reino!… ¡Recorred los caminos y preguntad en Ávila, en Segovia, en Valladolid, en Burgos, en León…! ¡Sí, preguntad al pueblo de Castilla!… ¡Y todos os dirán por qué estoy loca! ¡Y por qué me tengo que hacer la loca!… ¿Lo sabéis, duque de Gandía?… (profunda) ¡Porque quieren que yo sea Reina!… ¡Porque quieren que me ponga al frente de Castilla y arrojemos del suelo de España a esos extranjeros que se han adueñado de mi hijo!… ¡Y no quiero!… ¡No quiero enfrentarme a mi hijo!… ¡No quiero que corra sangre española!… ¡Fuera!… ¡Llevadme con mi madre! ¡Llevadme con la Reina Isabel!… ¡Llevadme con mi esposo!… ¡Quiero estar con mi Felipe!

 

FRANCISCO DE BORJA- Señora, ahora que estáis más tranquila y que la paz reina en vuestro corazón… ¿podríamos hablar?

 

DOÑA JUANA- (suave y cariñosa) Sí, duque de Gandía… y permitidme que os llame así, con vuestro nombre de antes… Eso de Francisco de Borja recuerda una historia muy humana, lo sé, pero yo prefiero ver en vos al caballero que siempre conocí… Decidme, duque, ¿tanto, tanto… os afectó la muerte de mi nuera, la emperatriz Isabel?

 

FRANCISCO DE BORJA- Señora, no me afectó su muerte… Fue el comprobar en qué quedamos tras la muerte… Os aseguro que, cuando al llegar a Granada se abrió aquel sepulcro y vi en lo que se había transformado la emperatriz Isabel, …mi alma se abrió a la verdad y comprendí que ya nunca más podría servir a un señor de la tierra…

 

DOÑA JUANA- Sí, fue muy bello tu gesto… «Señor -creo que dijisteis-, nunca más serviré a señor que en gusano se convierte»… y os arrojasteis en brazos de Ignacio de Loyola. Os comprendo, duque. ¿Cómo servir a un señor de la tierra cuando Dios es nuestro único Señor?

 

FRANCISCO DE BORJA- Sí, Señora… al final de todo está esa gran verdad. La vida de aquí, esta vida que casi siempre nos complicamos, no es sino paso, camino… y nada más.

 

DOÑA JUANA- Ahora permitidme, duque de Gandía, que abra mi corazón al nuevo hombre que sois… Decidme: ¿soy yo una hereje -como dicen- porque leo las obras de Erasmo y defiendo la sencillez y la rectitud de nuestras acciones?

 

FRANCISCO DE BORJA- Vos no sois ninguna hereje, Señora. En el libro de Erasmo nada se lee contrario al dogma. Lo que hay es una sátira mordaz contra los teólogos enrevesados, las beatas histéricas y los predicadores aprovechados que han desvirtuado la divina sencillez de la doctrina de Jesús. Erasmo celebra la «locura» llamando locos a los grandes héroes que han enaltecido la Humanidad, como Marco Aurelio y Trajano en la antigüedad; Pelayo, Alfonso el Sabio y el Santo Rey Fernando en la vieja España, y en los días presentes, vuestra gloriosa madre, doña Isabel…

 

DOÑA JUANA- (grita) ¡Madre! ¡Madre!… ¡Ay!

 

DOÑA JUANA- Sí, ya lo sé,… me muero. Ha llegado mi hora y Dios Nuestro Señor me espera… Pero… ¡¡Quiero ver a mi hijo!! ¡Carlos, hijo mío!… ¿Dónde estás? ¿Dónde has estado siempre?… ¿Por qué tanta guerra y tanta batalla? … No, ¡no permitas que mueran mis amigos de Castilla!… ¡Corre tú mismo a Villalar y abraza a esos valientes!… ¡No humilles más a tu madre! ¡No humilles a una Reina de España¡… Durante años me has tenido aquí encerrada, triste y sola, y nada te dije… Ni una sola palabra salió de mis labios para recriminarte, ni una sola vez te pedí nada para mí… ¡Yo sola sufrí y padecí mi soledad!… ¡No, hijo mío, no era locura lo que atormentaba mi ser!… ¡Era la soledad tremenda que ahogaba mi vida! ¡Todos me dejasteis sola! ¡Todos! Primero fue mi madre, mi santa madre… la Reina más grande que ha existido. Después fue mi esposo, aquel noble y hermoso esposo mío que murió cuando yo más lo necesitaba, aquel de quien mi corazón se había enamorado. Luego, sufrí la triste vida de mi hermana Catalina. La muerte de mi Señor Padre, el Rey don Fernando. Pero ¿sabes?, nada, nada sufrí tanto como tus ausencias. Siempre estuviste fuera: en Pavía, en Roma, en Muhlberg, en Túnez, en Alemania. ¡Siempre me dejaste sola! ¿Y queríais que no estuviera loca?… ¡Loca estoy! Pero loca de amor… sí, de amor… ¡el amor que sentí por los míos!, ¡el amor que sentí por Castilla!, ¡el amor a España que me transmitió mi madre! 

Y ahora ya puedo morir. ¡Jesús mío, dame la eterna paz… que ansío!

Doña Juana de Castilla y de León, Reina de España y heredera de Isabel la Católica, más conocida por Juana la Loca, murió en Tordesillas un día del año 1555… sin haber podido igualar a su madre ni eclipsar a su hijo… Pero su locura de amor sobrepasó las fronteras de aquellos reinos de Castilla y de aquel Imperio donde no se ponía el sol, y es hoy, un mito. El mito del amor. Ese mito que no puede ser encerrado por ninguna frontera ni por ninguna política y que es más viejo que el mundo.

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.
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