15/05/2024 14:40
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Una de las ventajas de leer publicaciones como ÑTV ESPAÑA es que siempre se entera uno de algo fundamental. En mí caso acabo de conocer algo importante: ¡Soy un memo!

El descubridor de esa realidad –con consecuencias– es un tal Eduardo Inda, ¡sabio universal en todas las ciencias, incluidas las deportivas! No puedo menos de agradecerle la información que me hace un bien inmenso pues me evita caer en ese pecado tan pernicioso que se llama el orgullo, y al que somos propensos quienes, de algún modo, hemos cosechado algún éxito en la vida.

Una consecuencia de ese conocimiento alcanzado ayer ha sido inmediata y me he puesto a reflexionar sobre cómo funcionó mi mente para llegar a ese estado de postración mental catatónico. Y he descubierto que todo empezó al ser informado  previamente,  que Bill Gates y sus “boys”  habían anunciado su propósito de eliminar los siete mil millones de habitantes de la Tierra que, según ellos,  sobran para que el resto viva bien.

Porque no se trataba de un simple pensamiento irrelevante y vano, ni de un   “deseo”  sin consecuencias, a los amos del Mundo no les gusta perder tiempo y resulta ser un proyecto de “realización inmediata”. Por deducción lógica comprendí que  el Covid, sin duda, era obra suya y un instrumento efectivo y eficaz para iniciar el plan anunciado.  Decidí,  pues, continuar en la Lógica y  evitar caer en la trampa   de ponerme la vacuna recomendada –más bien obligatoria–. Todo apuntaba a ver lo que ocurría como “la forma de empezar a eliminar silenciosamente seres humanos” y ofreciendo la buena imagen de ser considerados  “benefactores de la Humanidad”.

Me habían llamado poderosamente la atención las incongruencias de su proceder, -por otra parte, muy fáciles de captar—si cualquier persona medianamente culta sabe que producir una vacuna nueva partiendo de cero, exige una serie de largos  años e interminables pruebas;  no es una receta de farmacia para  aliviar un resfriado, Y estábamos contemplando atónicos como se fabricaban tan rápidamente tantas inmunizaciones  que nos recordaban la época de las setas,  tras las lluvias de otoño. A primera vista, el tema olía ya  a chamusquina y era preocupante  el interés demostrado por los superpoderes en darlas por aceptables y buenas sin una seguridad mínima aconsejable e  exigible. Por todo ello aumentaba la inquietud, y  al comprobar la unanimidad en la prisa por aplicarlas sin exigir muchas cautelas. Como lo vi pronto así,  no tuve dudas sobre esta evidente realidad: ¡había gato encerrado!… Saqué la principal consecuencia: ¡Ni obligando me vacunaré!

Se fue reforzando mi decisión al ir comprobando que “habían puesto precio” a la negativa a vacunarse, éste: ¡el desprestigio!, e imponían ese mismo castigo a cuantos no tuvieran Fe en  los promotores de tales las medidas y ni a los premios Nobel les respetaban… La razón era muy simple: “Únicamente los ‘memos’ son incapaces de llegar al conocimiento de las maravillas de sus vacunas”.  Por el contrario los fieles de la Sinagoga de Satanás,  tienen un conocimiento infuso de las mismas, Así es posible entender que don Inda nos trate de memos  por utilizar el sentido común y la lógica.

Eso no ha impedido a mi pobre mente descubrir el algoritmo infalible para entender  la Historia y la Política y he dedicado ala tema un libro (“La piedra roseta de la Ciencia Política”) que me permite — a mí y a todos y a unos pocos seguidores–  prever el futuro.

Sin ir más lejos, veamos una prueba en  el caso de las vacunas que estoy analizando.  Y, así, no dudé ni un segundo en decidirme a “pasar de ese engaño”. Además  vi claro, el daño que harían a la Humanidad. Tampoco era difícil estando enterado de las propósitos de sus promotores y conociendo el grado de  amodorramiento general del “pueblo soberano”. Qué pena me daba ver a la gente ir a  vacunarse,  sin pensar en las consecuencias.

Hoy sonrío de mala gana al leer los “profundos” y “sutiles” comentarios de quienes contribuyeron a esa locura desdelos medios, desde los gobiernos autonómicos  y del Central, desde las consultas, los hospitales, etc.,  y que,  ahora, –cuando ya no hay vuelta atrás,  ni tiene remedio– nos van contando ¡lo desastroso que ha sido para la salud de la Humanidad!

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Los niños de mi tiempo teníamos claro el método para defendernos de los insultos del adversario: “te lo llamo para que no me lo llames” y es que usted, Don Inda,  ha utilizado en previsión. Sea un  poco serio y responda a esta pregunta simple: ¿Quiénes son los “memos”? ¿Los que vimos el engaño y nos burlamos de los criminales métodos de Gil Gates, Soros y Cía.?  ¿O quienes se tragaron el anzuelo y  creyeron a los enemigos de la Humanidad “cuyo proyecto es reducir en un noventa por ciento los pobladores de la Tierra”?

Sea menos borrego, utilice más la inteligencia y respete a los que han probado que son más listos que usted, don Eduardo Inda.

Autor

Gil De la Pisa
Gil De la Pisa
GIL DE LA PISA ANTOLÍN. Se trasladó a Cuba con 17 años (set. 1945), en el primer viaje trasatlántico comercial tras la 2ª Guerra mundial. Allí vivió 14 años, bajo Grau, Prío, Batista y Fidel. Se doctoró en Filosofía y Letras, Universidad Villanueva, Primer Expediente. En 1959 regresó a España, para evitar la cárcel de Fidel. Durante 35 años fue: Ejecutivo, Director Gerente y empresario. Jubilado en 1992. Escritor. Conferenciante. Tres libros editados. Centenares de artículos publicados. Propagandista católico, Colaboró con el P. Piulachs en la O.E. P. Impulsor de los Ejercicios Espirituales ignacianos. Durante los primeros años de la Transición estuvo con Blas Piñar y F. N., desde la primera hora. Primer Secretario Nacional.
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