05/10/2024 19:38
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Señor, si ayer le escribí a su hijo, el Rey Don Felipe VI, hoy me dirijo a usted para trasladarle, a corazón abierto y con la independencia que me dan mis 80 años (2 menos que SM), mis dos infartos superados, uno de mis pulmones fuera de servicio y 20 horas diarias de oxígeno, algo de lo que pienso y pensamos muchos españoles, ante todo lo que le está sucediendo últimamente y que tan perjudicial está resultando para la Monarquía…y además, desde mi conocimiento de las circunstancias políticas y familiares de su Reinado (incluso por las tres entrevistas personales que tuve con usted).
             Señor, de entrada debo y quiero recordarle las palabras con las  que su padre, el Conde de Barcelona, le cedió la Corona en 1977..MAJESTAD: POR ESPAÑA, TODO POR ESPAÑA…¡VIVA ESPAÑA!… porque esta es la cuestión. Porque por encima de su situación personal e incluso la de su hijo, está, o debe y tiene que estar España.. y le recuerdo lo que Don Miguel de Unamuno dijo en las Cortes Constituyentes en el transcurso de uno de los debates sobre la Unidad de España: «Señores, no se olviden de algo importante. Importante, muy importante es la Constitución; importante, muy importante puede ser la República, pero si una Constitución se gasta o muere, podemos hacer otra y lo mismo digo de la República, que al cabo si no nos gusta, podemos traer otra… pero, Señores, si se rompe o desaparece España, NO SE PODRÁ HACER OTRA». Pues, desde esa óptica debiera ser su respuesta a todo lo que le está sucediendo y le digo lo que a su hijo: los lobos no le quieren a  ustedes, los lobos quieren la Monarquía e incluso a España.
                Señor, y si ayer le sugerí a su hijo lo que debió hacer cuando usted tuvo que salir de España, seguro que a su pesar, y se lo cito, por si acaso no ha leído mis cartas a su hijo:
                  «Usted, en cuanto comenzaron los ataques a su padre (que no van contra su padre, que van contra usted) tuvo que salir a la palestra y sin miedos, decirle a los lobos, mirándoles de frente: Señores, este Señor que véis sentado a mi lado, además de haber sido Rey de España durante 40 años, es mi padre… y lo seguirá siendo mientras viva y si en su largo Reinado se equivocó o realizó algo ilegal serán los Tribunales los que le juzguen. Mientras tanto, y hasta que la Justicia se manifieste, va a estar a mi lado y con todos los honores que le han concedido las Leyes… y nadie, nadie, nadie, me va a hacer cambiar de idea».
            Hoy me atrevo a decirle a usted, ante el «castigo» que la Moncloa (o sea el Gobierno socialista-comunista que quieren cargarse la Monarquía para implantar su República) y la Zarzuela (o sea, su hijo el Rey Don Felipe, ¡vaya hijo!) lo que podía haber hecho, o hacer todavía   (en lugar de esa cobarde excusa del virus), si de verdad antepone España (como su Padre, como su abuelo) a sus propios intereses.
            Señor, un español de bien no se esconde ni huye ni se queja.
            Señor, si usted se equivocó y cometió errores, incluso algún delito, lo que debe hacer es dar la cara y afrontar el veredicto de la Justicia, aunque solo sea por aquello tan español de A LO HECHO, PECHO.
            Por eso me atrevo a sugerirle lo que usted podría hacer. Un español de los de Lope, Calderón o Cervantes se plantaría y le diría al mundo (empezando por su hijo, siguiendo por el Gobierno y a todos los españoles):
                     «Españoles, hasta aquí he llegado…y siguiendo el camino que me marcó mi padre cuando me cedió la Corona, POR ESPAÑA, TODO POR ESPAÑA, he decidido afrontar mi situación y poner sobre la mesa mi vida y hasta mi Reinado, a sabiendas de que cometí errores y hasta tal vez posibles delitos. Lo sé, pero como tengo la conciencia tranquila, puesto que todo lo que hice fue de buena fe o pensando que no le hacía mal a nadie, y menos que a nadie España, he pensado, para evitar el acoso mediático y político que estoy sufriendo, que lo mejor es enfrentarme a mi destino con la cabeza alta y sin miedos… 
                    En consecuencia, hoy mismo he dirigido  a la Moncloa y a la Zarzuela comunicándoles mi decisión de volver a España para pasar las Navidades con los míos y ponerme a Disposición de la Justicia e incluso de las Cortes, si asi lo considera el Gobierno.
                  Sé que esta decisión puede dañar a mi hijo y a la Monarquía, pero he meditado largamente y he llegado a la conclusión que Don Felipe, SM el Rey, tiene razón cuando ha puesto como bandera de su Reinado la TRANSPARENCIA.. pero, además, he pensado, pienso, que si sacrificándome yo se salva la Monarquía y mi ejemplo sirve para imponer la TRANSPARENCIA a todos los niveles mi sacrificio no habrá sido en vano.Eso sí, me gustaría que en los platos de la balanza, para ser justos, se pusiera lo malo y lo bueno que haya podido hacer en los 4o que Reiné.
                  Y por hoy nada más, sólo desearos a todos que, a pesar del Estado de ALARMA y las limitaciones en la convivencia, tengáis unas Navidades dignas y esperanzadoras y un Año Nuevo que nos haga olvidar este que tanto nos ha castigado.
                   ¡Españoles, por España, todo por España..! ¡Viva España!»
 
                   Señor, le aseguro que si usted se decidiera a hacer lo que le digo o algo parecido, seguramente, se habría ganado a todos los españoles, a todos, izquierdas y derechas, y posiblemente habría salvado a la Monarquía… y también, quizás a usted mismo. Piénselo… y no olvide A LO HECHO PECHO.

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.