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Como tantos millones de compatriotas me glorío de ser español, lo que no impide que me sienta muy castellano y muy palentino, y eso hace que las noticias sobre Castilla me afecten especialmente; máxime si atañen a los fundamentos de la castellanidad, uno de los cuales es la Religión de nuestros padres, la Fe Católica.
Acabo de leer una noticia que da título a este escrito, porque me ha dejado muy mal sabor de boca. Hace unos días escribía sobre la pésima evolución de la influencia del Catolicismo en la vida social de nuestra Patria -otrora la “católica España”-y recordaba en ese escrito que, cuando yo era niño, todos los pequeños pueblos de la zona no solo tenían su párroco sino que, con frecuencia, había dos sacerdotes en la “casa del cura” de dicho pueblecito…
Por otra parte, en Palencia capital, te topabas siempre con tantas sotanas por sus calles que parecía el Vaticano. Es un recuerdo que conservo imborrable de los pocos años que viví en mi tierra – ¡solo diez!…—de los noventa y cinco que llevo en este mundo.
Es muy triste la noticia: “Castilla y León se quedan sin curas”.
Pues bien, hace poco más de medio siglo esos dos viejos reinos, -fundadores de la nueva España renacida a finales del siglo XV, después de arrojar la morisma al otro lado del mar-, proveía de misioneros al mundo y, a los religiosos castellanos y leoneses, los podías encontrar lo mismo en Alaska que en las islas del Pacífico (que, por cierto, fueron España hasta no hace mucho).
La gravedad de semejante realidad radica en que para nuestra desgracia no preocupa lo más mínimo a la inmensa mayoría de los españoles, mientras que no duermen pensando en lo que nos espera con otro Gobierno del mayor embustero que ha gobernado España a lo largo de su Historia, y a punto para poder continuar su destrucción desde la Moncloa. Y, sin embargo –aunque muchos no lo crean– esta horrible y temible certeza tiene menos potencia destructiva que la información sobre el triste futuro de la fe en Castilla y León.
No cabe la menor duda de que Pedro Sánchez puede hacer un daño incalculable e incluso herir mortalmente, a nuestra Patria, pero Falconeti pasará, morirá él, y, por supuesto, dará cuentas al Juez Supremo, de su traición –con lo que su capacidad de hacer daño es muy limitada- pero la pérdida de Fe en Castilla y León, nos hará retroceder un milenio para volver a los califatos, Tras la nueva invasión mora, el Islam reemplazará al Catolicismo y Europa correrá la misma suerte. Cuando lo pueblos pierden la Fe, van siempre hacia la ruina y son derrotados infaliblemente porque se vuelven cobardes al volatilizarse la justificación y razón de morir por algo que valga la pena.
Tengo presente una charla de Foxá -le conocí en la Embajada de la Habana-, diciendo a los oyentes que nadie da su vida “por el sistema métrico decimal”… Yo añadiría que, aún hay menos candidatos para inmolarse por la Constitución del 78. Se puede morir –y se murió– por Dios y por España. No se hagan ilusiones pues el hombre -ser racional- valora su vida y sabe cuándo la puede sacrificar por una causa.
Lo que en este escrito deseo destacar es que ahora recogemos los frutos de lo sembrado desde hace siete décadas por pereza e ingratitud. Recuerdo los años que siguieron a la Victoria en los que el “odiado” Régimen “franquista” –o sea, el de los Vencedores—mimó a su Madre la santa Madre Iglesia y todo se lo puso en bandeja. Algunos obispos, monjes, y religiosos -más bien pocos- supieron sacarle jugo, pero la mayoría no dio muestras de excesiva diligencia y se dedicaron a sestear.
Había comprobado lo bien que trabajaban los misioneros y la pasividad de los obispos y clero de la península. Aunque lo peor vino luego. En los años siguientes se pasó de la “siesta” a la ingratitud para con quienes les habían devuelto no solo la Libertad sino creado un clima de facilidades y ayudas para la reconstrucción de las iglesias, conventos, seminarios, etc., pagándoles con el menosprecio y hasta con la enemistad…
Otros católicos hemos procurado compensar defendiendo la Cruzada y a su Capitán, lo mismo que a sus héroes y a los líderes que hicieron posible el Alzamiento del pueblo español y la Victoria. Ojalá, la Iglesia dé marcha atrás y, ahora, cuando, van a necesitar ser defendida nuevamente contra los mismos que asesinaron miles de sacerdotes, religiosos, y trece obispos, actúe de forma inteligente.
Autor
- GIL DE LA PISA ANTOLÍN. Se trasladó a Cuba con 17 años (set. 1945), en el primer viaje trasatlántico comercial tras la 2ª Guerra mundial. Allí vivió 14 años, bajo Grau, Prío, Batista y Fidel. Se doctoró en Filosofía y Letras, Universidad Villanueva, Primer Expediente. En 1959 regresó a España, para evitar la cárcel de Fidel. Durante 35 años fue: Ejecutivo, Director Gerente y empresario. Jubilado en 1992. Escritor. Conferenciante. Tres libros editados. Centenares de artículos publicados. Propagandista católico, Colaboró con el P. Piulachs en la O.E. P. Impulsor de los Ejercicios Espirituales ignacianos. Durante los primeros años de la Transición estuvo con Blas Piñar y F. N., desde la primera hora. Primer Secretario Nacional.