22/11/2024 00:25
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Pedro Sánchez, como mascarón de proa del frente popular rojoseparatista, ha alcanzado su objetivo de gobierno: la Ley de Memoria Democrática.

No importa que España sea el país donde la gestión de la crisis sanitaria haya sido más nefasta. Para eso está la Fiscala Generala Doloras Delgada, moviendo -como la marioneta que es- los hilos de su segundo de a bordo, Luis Navajas Ramos, teniente fiscal del Tribunal Supremo, rechazando cualquier delito e incluso negligencia en esa cuestión.

Lo que le importa a Sánchez no son los más de 50.000 muertos, los cientos de miles de enfermos, uno de los mayores índices mundiales de contagios entre el personal sanitario, el desbarajuste monumental en la adquisición de suministros. Eso es morralla frente a su preocupación auténtica, que no era otra que ganar la guerra que sus antecesores políticos perdieron.

A Sánchez lo que le importa es que el Frente Popular gane la guerra que los socialistas pedían e invocaban desde finales de 1935, la misma que ya habían iniciado en 1934.

La misma que perdieron una y otra vez, porque ellos -no seré yo quien le quite la ilusión de verse incluido, puesto que afirman que de aquellos rojos proviene su legalidad- eran, simple y llanamente, peores.

Eran peores porque se les daba bien la emboscada artera, la cuadrilla facinerosa contra el enemigo desprevenido y solitario, pero no tenían lo necesario para enfrentarse cara a cara, a campo abierto. Porque lo suyo no era -ni es- el combate de frente, sino el asesinato alevoso. En sus preferencias políticas, hasta en sus pésames parlamentarios por el suicidio de un asesino etarra se les nota.

Eran peores porque en su vida no habían hecho otra cosa que ir de la taberna al lupanar, y enfrentarse en campo abierto a un enemigo que podía defenderse les venía demasiado grande. Porque lo que les gustaba era irse a Toledo el fin de semana a pegar unos tiros a los del Alcázar, y luego volverse a Madrid a pasear fascistas. O a disfrutar el vale -ahí está la foto- de seis porvos con la Lola.

Y por todo eso, perdieron la guerra los rojos de entonces, a los que ustedes -los frentepopulistas de hoy- tienen como guía, referencia y modelo: porque eran peores, eran cobardes, eran unos asesinos alevosos y unos ladrones, y cuando el que tenían enfrente se podía defender, tenía un fusil en las manos y la posibilidad de utilizarlo, ustedes batían todas las marcas de velocidad en carreras en pelo.

La única forma de ganar esa guerra que llevan ustedes perdiendo casi un siglo, es con trampas, a su estilo. Ahí si da la talla el señor Sánchez: en lo de las trampas es un doctor y está capacitado para ir un paso más lejos que el psicópata Zapatero: ya no se trata de definir lo que podemos recordar de la Historia (memoria histórica), sino de ajustar la realidad al gusto del que manda (memoria democrática).

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Para ello, el gobierno frentepopulista y rojoseparatista nos impone por Ley lo que se puede pensar y decir, pasándose el artículo 20 de la Constitución por el forro de su sectarismo.

Pero, en el fondo, Sánchez, Iglesias, socialistas, comunistas, perdedores durante casi un siglo, lo único que quieren es seguir viviendo contra Franco. Borrar de la Historia todos los logros de varias generaciones de españoles que recibieron una España mísera y entregaron una España moderna, industrializada, con un nivel de vida desconocido anteriormente; una España en paz, que ya había cerrado las heridas de la guerra muchos años antes. Borrar de la Historia a los que ganaron la guerra; a los que -habiéndola ganado o perdido-, se quedaron aquí a trabajar, a dar lo mejor de si mismos, y poner de relieve a los que nunca fueron capaces mas que de poner trabas al esfuerzo ajeno mientras reclamaban la vuelta a la situación que les permitía vivir del cuento.

Eso ya lo han conseguido. Llevamos demasiados años en que la inmensa mayoría de los políticos -de casi todos los partidos- no han trabajado jamás; que han vivido siempre de la militancia en un partido desde las juventudes hasta el escaño, sin haber tenido nunca más actividad laboral que algún enchufe universitario gracias a su afiliación política. Ya llevan demasiados años siendo una casta corrupta, una gangrena que la sociedad española a duras penas puede soportar.

Y aún así, no las tienen todas consigo. Aún así, necesitan todavía vivir contra Franco.

Es comprensible. Para los ineptos, los necios, los corruptos, los canallas; para los sinvergüenzas y los que les han aupado con sus votos, es más fácil vestirse de antifranquistas vocingleros que gestionar la sanidad, crear puestos de trabajo, facilitar la creación de empresas, bajar impuestos para que la gente decente pueda vivir dignamente de su trabajo.

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Es más fácil vivir contra Franco que hacer una décima parte de lo que él consiguió.

Autor

Rafael C. Estremera