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En la Wikipedia se puede leer esto sobre la gangrena: ‘Se llama gangrena a la necrosis y posterior descomposición de tejidos orgánicos causada infección, trombosis o deficiencia del flujo sanguíneo (isquemia). Normalmente es el resultado de insuficiencias críticas del suministro de sangre, a veces causada lesiones y consiguientes contaminaciones bacterianas…

La gangrena causada una seria infección bacteriana en una herida es llamada GANGRENA HUMEDA. La gangrena causada por la falta de circulación en una herida o área afectada se llama GANGRENA SECA… y hay otro tipo de gangrena más peligrosa: la GANGRENA GASEOSA, que es una infección que produce gas dentro de los tejidos gangrenados. Es una forma mortal de gangrena usualmente causada la bacteria ‘Clostridium perfringens’. Debido a su tendencia rápidamente expansiva es considerada una EMERGENCIA médica… La gangrena gaseosa es tan peligrosa que si se quiere salvar la vida del paciente no hay más remedio que amputar los órganos afectados. O amputación o muerte.’

Pues bien, ahí estamos, ahí está la España actual. Una España con gangrena gaseosa, producida el Estado de las Autonomías. Y esto viene desde el error garrafal del «café para todos» del ahora ensalzado Presidente Suárez, que desde entonces las Autonomías se han ido transformando en un cáncer para España.

El desarrollo, con el despilfarro consiguiente, de las 17 Autonomías ha ido empobreciendo el Estado de tal manera que ahora ya no basta la medicina política para curar y detener la gangrena. Los tejidos sociales, económicos, empresariales, administrativos, judiciales y hasta militares se han ido contagiando con el virus Ganivet («Este español está autorizado a hacer lo que le dé la gana») y ya no hay solución. O se amputa o se muere. Porque la podredumbre ha traído la corrupción y el cuerpo ya huele a podrido. Desde la cabeza a los píes. Cataluña, Euskadi, Andalucía pueden ponerse como ejemplo.

Ahora el problema es el cómo y el cuándo. Y sobre todo el quién (quién es el guapo que le pone el cascabel al gato). Haría falta un cirujano de hierro, y que estuviese dispuesto a amputar lo que hubiese que amputar. O sea, dar marcha atrás y empezar de nuevo, cerrar las 17 Autonomías y buscar otra forma de Estado. ¿Es eso posible y viable?. Más bien NO. salvo que fuesen las propias Cortes, con el visto bueno de la Corona, las que eligiesen ese DICTATOR (al estilo de la gran Roma).

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Habría otra fórmula más democrática, el que un Gobierno con mayoría absoluta se atreviese a convocar un Referéndun a nivel nacional y que fuese el pueblo español el que decidiese: o amputación de la gangrena de las Autonomías o muerte de España como nación. Y esto tampoco sería viable, que los órganos están ya tan infectados que ni el cirujano de hierro podría amputar. ¿Entonces?

Pues a esperar que los dedos, las extremidades y la piel se vayan cayendo putrefactos y corrompidos. ¡Lástima de España¡ Y eso sin mencionar el desastre que está siendo el Gobierno y la política del Sr. SÁNCHEZ  ¡Gangrena Gaseosa!, Que pena.

17 Gobiernos (con 17 Ministros, 220 Directores Generales, 314 Secretarios/as, 400 Asesores, 17 Palacios, 120 conductores y 3290 familiares y amigos) y 17 Parlamentos, con 1.000 Diputados/as, 3000 asesores y… ¿y así puede levantarse un País?… ¡Pobre España¡¡Pobre España¡… ¡¡¡ Y encima el «Virus de la Moncloa!!… Por favor, lo de Unamuno, al menos dejadme llorar…

Autor

Julio Merino
Julio Merino
Periodista y Miembro de la REAL academia de Córdoba.

Nació en la localidad cordobesa de Nueva Carteya en 1940.

Fue redactor del diario Arriba, redactor-jefe del Diario SP, subdirector del diario Pueblo y director de la agencia de noticias Pyresa.

En 1978 adquirió una parte de las acciones del diario El Imparcial y pasó a ejercer como su director.

En julio de 1979 abandonó la redacción de El Imparcial junto a Fernando Latorre de Félez.

Unos meses después, en diciembre, fue nombrado director del Diario de Barcelona.

Fue fundador del semanario El Heraldo Español, cuyo primer número salió a la calle el 1 de abril de 1980 y del cual fue director.
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